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Atilio A. Boron

Al servicio de Washington

29 de mayo de 2018

La tenebrosa historia de Luis Posada Carriles fue muy bien contada en la nota de Página en 12 días pasados. Quisiera tan solo subrayar la importancia de un hecho aberrante: el apoyo que el gobierno de Estados Unidos le ofreció a lo largo de toda su vida a un terrorista probado y confeso, cosa que por supuesto la prensa hegemónica se ha cuidado de señalar. No solo aquél se incorporó al Ejército de Estados Unidos donde sirvió un par de años sino que luego lo hizo por largos años en la CIA.

Allí fue entrenado en técnicas de demolición, torturas, operaciones especiales como la “Irán-Contras”, etcétera. Como si lo anterior fuera poco el respaldo al terrorista cubano se prolongó hasta el final de su vida, que tuvo lugar en un geriátrico de la Administración Nacional de Veteranos reservada a los miembros retirados de las fuerzas armadas estadounidenses.

El presidente George W. Bush jugó toda su influencia para lograr que la corrupta presidenta de Panamá, Mireya Moscoso, le otorgara un indulto en los días previos a la finalización de su mandato, en el año 2004 para que el terrorista pudiera regresar a su santuario sano y salvo. La razón: en el 2000 había sido condenado por la justicia panameña a ocho años de cárcel por su participación en una conjura para atentar contra la vida del presidente Fidel Castro Ruz durante la Xª Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno a celebrarse en la ciudad de Panamá.

En el marco de dicha reunión se había planificado un discurso que el gobernante cubano ofrecería en el Paraninfo de la Universidad Nacional de Panamá el 18 de Noviembre del 2000. A su llegada a ese país Fidel dejó estupefactos a sus anfitriones al denunciar el atentado que se estaba fraguando.

Pocas horas después Posada Carriles era sorprendido con un cargamento de 9 kilogramos de C4, el explosivo plástico destinado a ser utilizado en el atentado y que, en caso de haberse producido, habría causado innumerables víctimas. No es un dato menor que Washington también se negó a conceder la extradición solicitada por la justicia de Cuba y Venezuela para juzgarlo por crímenes perpetrados en ambos países, entre ellos el atentado al avión de Cubana de Aviación.

Como puede verse, la protección brindada a un mafioso y criminal como Posada Carriles fue amplio espectro y arroja un potente haz de luz que desmiente la pretensión de Estados Unidos de ser el campeón en la defensa de los derechos humanos y de la lucha contra el terrorismo. (O)

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