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Patricio Carpio Benalcázar

Al que le toque el guante

20 de marzo de 2014

En esta lid electoral, más allá del autorreconocimiento sobre ganadores -pues de perdedores, nunca se sabrá- lo más importante de las elecciones territoriales del 23 de febrero es la configuración del escenario político para la gobernabilidad, la cual se presenta como el principal desafío para la democracia ecuatoriana y los actores políticos en el período que se inaugura.

Las elecciones seccionales representan un referente privilegiado para medir la correlación de fuerzas entre partidos y movimientos políticos; la disputa por los territorios tiene significaciones primordiales en el objetivo de mantener un ‘fondo electoral’ a futuro para continuidad y ampliación del poder con perspectiva nacional. Se juegan, a su vez, el control de nichos o bastiones donde se ejercen modelos de desarrollo y gestión ‘alternativos’ versus la homogeneidad centralizadora; para el Gobierno, controlar todos los territorios, implica -además- la posibilidad de encuadrar la gestión pública bajo una sola red de mando, y solidificar su base social a nivel nacional.

El mapa del poder político local queda, luego de la contienda, marcado ahora por una interesante ‘biodiversidad’ de partidos y movimientos: Alianza PAIS, Avanza, PSC-MG, SUMA, CREO, Partido Socialista, Pachakutik-MPD; y partidos locales, como Participa-Igualdad en Azuay, entre los más significativos, y las preguntas que saltan de inmediato son: ¿Cuáles serán los relacionamientos entre lo local y nacional que primarán? ¿Se mantendrán las tensiones entre aquellos líderes que no comparten la misma versión que el Presidente? ¿Se abrirán espacios de cogestión en función de la población, el desarrollo y el Buen Vivir? ¿Se agitará desde lo local contra el Gobierno y las políticas centrales?

La crítica del Presidente sobre el ‘sectarismo’ en relación a las frustradas alianzas electorales nos da pistas sobre para qué lado van los tiros: se dirigen a la pérdida de ‘ciudades muy queridas’, como Quito y Cuenca, y seguramente también a las principales capitales de mayor población, lo que en realidad no es un problema de alianzas estratégicas, pues la mayoría de candidaturas de Alianza PAIS proviene de viejos partidos de derechas e izquierdas, por tanto, las alianzas con liderazgos de cualquier naturaleza con el fin de ganar se dieron. Más aún, una relación privilegiada con Avanza, hoy, hubiese determinado que este sea el partido de gobierno, y Alianza PAIS, el convidado. Otros tiros hablan de los ‘amigos, los afines, los desleales y los peligrosos’, lo cual abona pistas sobre el devenir gubernamental. La calentura del sectarismo salta a la vista, en resultados electorales, pero no en la práctica política cotidiana del ejercicio del poder.

Sea como fuere, y léase como quisieren, la única manera de romper el sectarismo y avanzar seriamente hacia una gobernabilidad democrática es respetar las instancias territoriales y las leyes del Cootad, COPFP y Participación Ciudadana, donde se establecen derechos constituidos para cada territorio y que no pueden ser vulnerados por afinidad o divergencia con el régimen de turno.

No es admisible ni racional que nos repitan lo que nos señaló hace meses un dirigente en una cooperativa del cantón Girón: “Nosotros estamos jodidos, pues a donde vamos para gestionar convenios nos dicen que no pueden hacer nada mientras estemos trabajando con el Gobierno Provincial”.

Ese es el sectarismo que pervive al fondo y que hay que superar. De allí que cada quien coseche lo que ha sembrado.

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