Ecuador, 10 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Ah, los taxis

21 de octubre de 2015

Mi auto sufre una avería. Lo dejo en la mecánica y subo a pulso todo el barrio de Carcelén hasta la calle Clemente Yerovi. Estoy sudando. Todos los taxis vienen ocupados. Al fin un vehículo rojo con amarillo me hace una seña de inteligencia. Le digo a dónde voy (a diez minutos de ahí en tránsito normal) y niega con la cabeza, mientras me cuenta:

-Ah, no, yo me voy para el sur.

El siguiente reacciona de otro modo. Me cuenta una historia trágica: -La carretera está imposible, no hay cómo avanzar, se han dañado dos postes de luz y los están arreglando, todo es un relajo. Como no estoy para dramas, le digo:

-A ver, señor, no me cuente historias. ¿Sí o no?
Y con la cabeza dice que no.

El tercero accede. Mientras bajamos por la carretera pienso que tal vez el otro conductor tuvo una pesadilla: nada de congestión, ningún poste de luz con obreros, llegamos en diez minutos y recuerdo el viejo refrán de “Más pronto se coge al mentiroso que al ladrón”.

Pero no son esas mis únicas aventuras en taxis. Como dice un viejo refrán: “De todo hay en la viña del Señor”. Recuerdo, aunque pasó hace décadas ya, al honrado chofer de un vehículo amarillo que, cuando se dio cuenta de que había equivocado el rumbo para ir a donde yo le había pedido, apagó el taxímetro, regresó al punto donde nos encontramos, y volvió a encenderlo para cobrarme lo justo, porque el error era suyo. Nunca encontré a otro como él. Ojalá viva todavía y la vida esté compensando su honestidad. O los que en carrera nocturna no interpretan el mapa ni sacan conclusiones según su conveniencia, sino que simplemente cobran sin chistar lo que marca el aparatito después de venir o ir con la ruta correcta.

Pero están, por ejemplo, los que deciden unilateralmente que donde yo vivo ya no es perímetro urbano. Ellos lo saben, diga lo que diga la planificación municipal. Y los que pasadas las seis de la tarde se abrogan por sí solos el derecho al dólar extra (o más), aunque hace poco nos hayan subido cariñosamente un buen porcentaje por kilómetro y carrera. Y los caprichositos que no van a donde no quieren porque el destino así lo ha querido. Y los que lloriquean y amargamente se preguntan por qué en Quito cada vez la gente toma menos y menos taxis. Incomprensible, ¿no? (O)

Contenido externo patrocinado