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El Telégrafo
Carolina Lanas

Columnista invitada

Abuso sexual infantil: viendo las hojas del árbol

27 de octubre de 2017

Es muy fácil ver las hojas del árbol del abuso sexual infantil, lo que se ve a simple vista, lo que llama primero la atención, de lo que más podemos opinar: las fallas del sistema político, las fallas del sistema educativo, lo terrible de abusar sexualmente de un niño, los responsables, los corresponsables, los cómplices, las que creemos que deben ser las sanciones.

También es fácil ver las ramas: lo ‘inhumano’ y perverso del abusador, las terribles fallas del sistema judicial, el todavía increíblemente falible proceso de selección de educadores en el país, las estremecedoras cifras de acoso y abuso sexual en el mundo y en Ecuador.

Un poco más difícil es ver el tronco del árbol: la víctima. ¿Cómo la ayudamos? ¿Cómo la protegemos? ¿Qué hacemos para que vuelva a empoderarse de su vida con más fuerza? ¿Cómo le devolvemos la confianza en su mundo? ¿Cómo la hacemos sentir segura? ¿Cómo hacemos para que deje de ser víctima? ¿Cómo nos ponemos en sus zapatos para entender lo que siente?... La muy famosa empatía, un término demasiado desconocido para mi gusto en este país.

Pero lo más difícil es ver las raíces. ¿De dónde viene el abuso sexual? ¿Dónde se promueve? ¿De dónde realmente se lo previene? Esos millones de raíces somos cada uno de nosotros, y la manera como estamos criando y tratando a los niños. ¿Cómo influye lo que enseñamos indirectamente a nuestros niños? ¿Les demostramos con actos y ejemplo cuánto valen para que sepan que deben cuidarse, valorarse, respetarse y hacerse respetar, o siempre aminoramos sus logros u opiniones “porque son solamente niños”? ¿Les damos la confianza para que nos cuenten sus cosas importantes o nos interesa más lo que pasa en el entorno adulto y en nuestro celular?

¿Estamos enseñándoles que pueden decir No cuando algo les incomoda y que eso es válido o estamos obligándolos a saludar con beso a todos los adultos, aunque no los conozcan? ¿Los tratamos con respeto y amabilidad para que sepan que todas las personas deben tratarlos así o les damos el mensaje de que es ‘normal’ que un adulto abuse (en cualquiera de sus formas) de ellos? ¿Les estamos enseñando que todo lo que dice el adulto es ley o les decimos y aceptamos que hay veces que los adultos se equivocan? ¿Les creemos cuando nos dicen cómo se sienten? ¿Entendemos que los niños sienten y que son también personas como los adultos? ¿Sabemos si estamos criando un abusador? ¿Cómo se cría un abusador? ¿Comprendemos que el abuso sexual puede empezar como cualquier otro tipo de abuso o que el abusador puede venir de un hogar con muchas carencias? ¿Hemos normalizado cualquier tipo de violencia o simplemente la falta de respeto?

Con todo esto no quiero decir que el sistema político, educativo y judicial no tenga responsabilidad sobre esta terrible realidad. Sí tiene, y mucha. Tampoco quiero decir que no haya que exigir sanciones para los responsables, corresponsables y cómplices. Que caiga todo el peso de la ley. Que se invierta lo necesario en todas las soluciones de raíz, de tronco, de ramas y hojas.

Pero con esto, realmente lo que quiero decir es que el abuso sexual es un problema del sistema, y desgraciada o ventajosamente, cada uno de nosotros es parte de este sistema, y en cada uno de nosotros está una gran parte de la solución. Estos días solamente he podido pensar en una frase que escuché algún día: “Qué difícil es ser niño en este mundo adultizado”. (O)

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