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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

008, con licencia para beber

15 de mayo de 2015

En una encuesta realizada en 2013, 008 contra Sancocho ocupó el octavo lugar en un listado de las 50 mejores novelas colombianas de la historia. Su autor es el caleño  Hernán Hoyos, un prolífico escritor con más de 40 títulos a su haber y, entre los años sesenta y mediados de los ochenta,  vendió  casi 500 mil ejemplares. De ahí que Óscar Collazos asegura que Hoyos era el único escritor colombiano (latinoamericano, añadiría yo) que ganaba plata antes que García Márquez.

A su peculiar forma de escritura, algunos críticos lo denominan como ‘sexo ficción’,  ya que se atrevió a romper con toda norma moral de la época, lo que provocó que la sociedad caleña se escandalizara con cada nuevo libro que publicaba: Sor terrible; Aventuras de una bogotana; Crónica de la vida sexual; Se me paró el negocio; La colegiala, etc. Hoyos era leído a hurtadillas y fue construyendo, a fuerza de sus novelas y relatos, una imagen que lo consagró como un escritor de muy ‘mala reputación’.

Hoyos tenía cuatro máquinas de escribir, en cada una, y paralelamente, escribía un libro. Cuando terminaba uno, inmediatamente con un amigo impresor lo diseñaba (en verdad lo armaba) y lo publicaba. Y de inmediato, maleta en mano, recorría las calles de Cali vendiendo sus ejemplares.

Todos sus libros se agotaban, por lo que luego era imposible conseguir sus novelas (y aún lo es), que no sea en el lado oculto de las bibliotecas familiares. De ahí que Gabriela Alemán, Álvaro Alemán y César Salazar no lo  dudaron y decidieron comenzar su proyecto editorial con este autor y su novela 008, contra Sancocho. Con licencia para beber. Obviamente una parodia del famoso agente 007, Bond, James Bond.

A la hora del nombre de la editorial, tampoco lo dudaron: El Fakir, como un tributo a César Dávila Andrade. Y persiguen cumplir dos propósitos básicos: dar una nueva oportunidad a textos destacados, pero ya inexistentes; textos fuera del canon, importantes pero marginales. Y además, “una renovación y replanteamiento significativo de las letras ecuatorianas, sobremanera en el momento contemporáneo de transición hacia lo digital”. Difícil y complejo reto.

Todos sus libros tendrán una edición en papel y una versión e-book. Así mismo se integrarán otras propuestas innovadoras, como la edición de la obra de César Dávila en fanzines y cómics. Y una distribución que rompa con la tradicional. Al no contar, en Ecuador, con una red de distribución de objetos culturales, se buscarán lugares alternativos (como el cine Ocho y Medio, por ejemplo) y romper fronteras. De hecho, la editorial y su primer título se presentaron oficialmente en la FIL de Bogotá y sus libros en Colombia los distribuirá librería Libélula, desde Armenia.   

Así, y a pesar de los pocos incentivos que desde el Gobierno central existen para el fomento del libro y la lectura, múltiples iniciativas privadas seguirán desarrollándose para que Ecuador lea y escriba. Y será así, desde la sociedad civil, que se obligará al Estado a que Ecuador deje ser el único país de la región que no tiene un plan nacional de lectura ni políticas públicas para el fomento del sector editorial. (O)

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