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Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

¿Quiénes son los prepotentes?

19 de julio de 2014

Ahora ya no lo llaman el gran insultador, el dictador, el aprendiz de tirano o imitador de Hitler. Los columnistas de los medios privados y ciertos dirigentes de grupos políticos en retiro utilizan otros vocablos para, en forma disimulada, pretender agredir el liderazgo de Rafael Correa Delgado, que incólume se eleva a los altares, donde solo llegan los grandes hombres y mujeres que legaron ejemplos de lecciones nobles en beneficio de sus semejantes. Alertados por la vigencia de la Ley de Comunicación, ciertos articulistas, de soslayo, con términos -aparentemente- menos agresivos, tildan de prepotente al Primer Mandatario de la República por su firme decisión de hacer cumplir en el campo de la administración en general, la majestad de la ley y sus reglamentos.

El Diccionario de la Real Academia Española concede varias acepciones al vocablo prepotente: “Más poderoso que otro o muy poderoso”. “Que abusa de su poder o hace alarde de él”. No confundir prepotente cuando, en el ejercicio del poder político, se torna indispensable imponer un orden, para impedir el desajuste institucional, el irrespeto y la injusticia.

Es prepotencia no acatar los dictámenes emanados de la autoridad legalmente establecida. Nadie le dicta lo que debe escribir un periodista ni prohíbe su lectura. Prepotente es el que abusa del privilegio de mantener una columna para insultar a sus adversarios, sin censura previa, pero ahora sí, con responsabilidad ulterior. No hay prepotencia si el régimen de la Revolución Ciudadana invierte el valor de la tolerancia en la práctica de la democracia, libertad de opinión y el respeto a la voluntad popular depositada en las urnas.

En el caso Fybeca, no hay duda de que agentes de la Policía se excedieron en el abuso de autoridad. El proceso investigativo para esclarecer el sangriento suceso procede del sentido común y jurídico, porque se trata de vidas humanas, delincuentes o no.

Recuerdo el pugilato entre un alcalde y un juez de lo civil, respecto de una demanda planteada por extrabajadores de la Empresa Cantonal de Agua Potable. Es otro caso de prepotencia en que un tribunal de justicia es ofendido por la iracundia. El prepotente ignora el respeto, valor básico para una convivencia armónica en el medio social. Considero que el abuso del prepotente es actitud delictiva y el transgresor merece una severa sanción. Es fácil reconocer el perfil del prepotente. Sus gestos y sus acciones revelan odio, venganza y envidia. Se cree superior a los demás y propietario de la verdad. No acata leyes y elude al diálogo. Grita, insulta, pero a veces finge amor al prójimo cuando busca ventajas personales.

No hay argumento para dudar que, para mejorar la administración pública, como prioridades, se destacan la verdad y la justicia. Con la aplicación de la ley se derrotará a todos los infractores de cualquier nivel social.

Avanza el régimen del cambio con la guía de su líder Rafael Correa, inteligente, de vasta cultura, nobles sentimientos, que no miente ni engaña y no se considera superior a los demás. Es partidario de la altivez en la crítica y debate público porque ayudan a buscar soluciones en beneficio de los habitantes y la patria.

El Ecuador solo avanzará con la firmeza y verticalidad del gobernante, pero con el auxilio permanente del poder popular.

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