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Rodolfo Bueno

Pacto de Münich

20 de abril de 2015

El problema checo, que como ningún otro mostraría las debilidades de la política anglo-francesa, se dio luego de la anexión de Austria por Alemania. Checoslovaquia, Estado multinacional compuesto principalmente por eslovacos, checos, moravos, húngaros, alemanes y gitanos, surgió como consecuencia de la desintegración del Imperio Austro-Húngaro luego de la I Guerra Mundial.

Su independencia estaba garantizada por el Pacto de Asistencia Mutua, firmado en 1925 entre Francia y Checoslovaquia. Por otra parte, existía el tratado checo-soviético, según el cual, en el caso de agresión a Checoslovaquia, y si Francia cumplía con el Pacto de Asistencia Mutua, la URSS se comprometía a combatir contra el agresor. En abril de 1938, Inglaterra se comprometió a luchar junto a Francia en caso de una agresión alemana.

En la región montañosa de los Sudetes checos, fronteriza con Alemania, que Hitler reclamaba para sí por estar poblada principalmente por alemanes, se encontraban las principales fortificaciones militares de Checoslovaquia; sin los Sudetes este país quedaba indefenso. Inglaterra y Francia presionaron al gobierno checoslovaco del presidente Benes para que hiciera a Hitler todas las concesiones posibles respecto a los Sudetes. Se produjo la siguiente situación ridícula: Henlein, führer de los alemanes de los Sudetes, exigía a Benes casi lo imposible; por presiones anglo-francesas éste cedía; entonces Henlein, por indicaciones de Hitler, exigía más aún.

En julio de 1938 arribó a Londres el capitán Wiedemann, enviado de Hitler, e informó al gobierno inglés que el Führer estaba iracundo y que de no resolverse el problema de los Sudetes habría consecuencias desastrosas. Lord Halifax, canciller inglés le aplacó: “Trasmítale que espero vivir hasta el momento en que se realice la meta fundamental de todos mis esfuerzos: Ver a Hitler con el rey inglés juntos en el balcón del palacio de Buckingham”.

El 13 de septiembre de 1938, Chamberlain, primer Ministro inglés, voló para entrevistarse con Hitler en el Berchtesgaden y “lograr un acuerdo anglo-alemán” que resolviera el problema checo. Se proponía plantearle a Hitler que Alemania e Inglaterra fuesen “los pilares de la paz en Europa y los baluartes contra el comunismo”, explicaba así su misión al rey de Inglaterra.

Luego de tres horas de conversaciones, Chamberlain aceptó el traslado de los Sudetes a Alemania. Le pidió a Hitler tiempo para consultar con París, aunque no con los checos, y con su gabinete, al que sostuvo que al entregar los Sudetes a Alemania se lograría el deseado acuerdo con el Führer y “se puede amortiguar las dificultades existentes y alcanzar el acuerdo también en otros problemas”. Francia e Inglaterra propusieron a Checoslovaquia que cediera a Alemania aquellas localidades de los Sudetes donde viviesen más de la mitad de alemanes, que se anulasen los pactos de Checoslavaquia con Francia y la URSS; a cambio se comprometían a garantizar las nuevas fronteras. La respuesta debía ser inmediata ya que Chamberlain debía encontrarse con Hitler el 22 de septiembre. (I)

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