¡Qué espectáculo más vergonzoso es ver a personas pobres, de mediana edad y viejos, siguiendo a un demagogo de mucho dinero, que les ofrece hacerlos ricos en el poco tiempo que les queda de vida y defender la herencia que solo en delirantes sueños van a recibir.

Habiendo sido pobres entre la mitad y el 98 por ciento de sus vidas, es extremadamente difícil que en el poco tiempo que les queda de vida lleguen a ser tan ricos como el 0,1 por ciento de la población más rica. El demagogo afirma: “No se debe quitar la ilusión, el deseo, la esperanza de los pobres a ser ricos, aunque quede 1 segundo de vida”. Una sola pregunta al demagogo: ¿Recuerda por lo menos una sola vez y puede respaldar con documentación, que con sus ofrecimientos actuales haya convertido a un pobre en rico? ¡Por favor, no sean tan ingenuos!  El demagogo está jugando y burlándose de sus deseos y creencias  infantiles de que existen Papá Noel y las hadas y que con su palabra y varita mágica va a hacerles realidad sus fantasías. ¡Regresen a la realidad! ¡Pongan los pies en la tierra!  Llegar a tener una gran riqueza material es producto de la explotación de personas  durante mucho tiempo (varias generaciones) o de muchas personas (centenares de miles o millones) durante corto tiempo.

Es extraordinariamente difícil  que una persona pobre o de la clase media  con sus ingresos mensuales pueda llegar a tener tanto dinero como el 0,1 por ciento de la población más rica, requeriría vivir cientos de años. Más fácil, dentro de lo extraordinariamente difícil, es que un pobre gane la lotería y se haga rico, que un demagogo haga realidad sus ambiciosos y frustrados deseos. El Diccionario de Ciencias Humanas de Louis-Marie Morfaux define a la demagogia: “Acción política que se propone conquistar o conservar el poder mediante la adulación al pueblo y la toma de medidas destinadas a conseguir la popularidad, pero contrarias al verdadero interés general”. Hace varios milenios, Aristóteles dijo: “La demagogia es la forma corrupta o degenerada de democracia. El demagogo es el adulador del pueblo”. La esencia de la demagogia es el adulo engañoso para conseguir apoyo del pueblo.

Utiliza promesas que sabe que son falsas, dirigidas a personas que tienen una escasa educación y pobre formación política, que les gusta oír promesas que sabe que no van a cumplir. El demagogo apela y alimenta las creencias, las supersticiones y prejuicios más atrasados. Las promesas falsas para alimentar el espíritu son parecidas  a la comida chatarra, alimentan el cuerpo y las adicciones en general,  gustan y hacen mucho daño. Lo perverso de la demagogia es que se reemplaza la realización de las verdaderas necesidades de las comunidades por caricaturas simplificadas de sus anhelos personales: en vez de  una alimentación integral, un pedazo de pan; la vivienda se reduce a un cuarto y, en vez de una remuneración digna, lo mínimo para no morir  de hambre. Sin ser iguales, se identifican con sus engañadores. Según Paulo Freire: “La mejor forma de esclavitud es que el esclavo piense como el amo”. Se ha convertido en el  ‘tonto útil’ ideal.

Fidel Castro Ruz, con su autoridad moral, expresa: “Los demagogos y los políticos de profesión quieren obrar el milagro de estar bien en todo y con todos, engañando necesariamente a todos en todo. Los revolucionarios han de proclamar sus ideas valientemente, definir sus principios y expresar sus intenciones para que nadie se engañe, ni amigos ni enemigos”.

Los ciudadanos y los periodistas que transmiten una información que no es veraz deben responder por sus afirmaciones. Los que participan en la política pública, y más todavía que se comprueba que son demagogos, deben disculparse públicamente y ser severamente sancionados por el grave daño que causan a las comunidades. (O)