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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿A quién entregamos los fusiles AK-47?

11 de septiembre de 2016

Son diez mil. No son poca cosa. Al contrario, son muchos y no los compró nadie. No hubo negociación de por medio, agentes de venta ni los clásicos intermediarios (que por lo general suelen ser algunos militares en servicio pasivo con sus empresas prósperas gracias -es de suponer- a su buena cesantía). Nos los regaló la República Popular China. No fueron los estadounidenses ni los israelistas (generalmente no lo hacen porque las empresas de armas ni siquiera son estatales).

Las preguntas que rondan en todo esto, desde la malicia del chismoso e inquieto hasta la sicología del curioso más ingenuo, son: ¿Qué habría pasado en estos tiempos de recesión si se hubiera abierto la negociación para la compra de tremendo lote? ¿Quiénes se habrían frotado las manos y hecho los cálculos más frenéticos? ¿A qué país le habríamos comprado a bajo precio, con todas las garantías y el mantenimiento necesario?

Entonces, bien cabe la otra pregunta más obvia del mundo: ¿A quiénes entregamos los diez mil fusiles más útiles, efectivos y manuales del mundo denominados AK-47? Pregunta obvia porque dicen algunos expertos en estos temas que los militares ecuatorianos no los pidieron ni los quisieron. Es más, parece que no les gusta usar estos fusiles porque están muy acostumbrados a los FAL de la vieja usanza. La pregunta fastidia porque viniendo de los chinos -aseguran los expertos de las emisoras con su sapiencia bélica- nos podría salir el tiro por la culata y en las guerras que tenemos contra todos los enemigos internos y externos nos iría pésimo y perderíamos más que la selección frente a Brasil. Una pregunta obvia en vista de que los súper entendidos en estos temas afirman que hay decenas de miles de ciudadanos ansiosos de portar armas dada la inseguridad extrema que nos agobia y con ganas de crear grupos armados y ocupar su tiempo en cosas de grueso calibre.

Pero son apenas 10 mil. Por tanto no hay para todo mundo. Habrá que escoger. Y no será precisamente a aquellos seres pacifistas, ambientalistas, humanistas y caritativos que hay por todas partes. Por supuesto, no quedan de lado las hipótesis de aquel asambleísta exsocialdemócrata y ahora de la derecha más rancia del Ecuador, el mismo que sabe de todo, de que seguramente los pedirán a gritos los militantes del Seguro Social Campesino, de la CUT, de la Red de Maestros o de la Alianza Indígena. Pero son muchos, tampoco alcanza para todos ellos. Como todo debe resolverse en democracia, y para ello una Consulta Popular es la vía directa, bien cabría incluir una papeleta entre las otras en febrero de 2017 y consultar al pueblo llano: ¿A quiénes entregamos los 10 mil fusiles AK-47? Y las opciones podrían ser: A) A las gloriosas FF.AA. B) A las decenas de empresas de seguridad, que por lo general son administradas y gerenciadas por oficiales en servicio pasivo, y   C) A los coleccionistas nacionales e internacionales que les darán el uso que la historia demanda de ellos todo el tiempo.

Según Wikipedia: “El Avtomat Kaláshnikova modelo 1947, más conocido por su acrónimo, AK-47, es un fusil de asalto soviético, de calibre 7,62 mm, diseñado por Mijaíl Kaláshnikov, combatiente ruso durante la Segunda Guerra Mundial. Fue el fusil oficial de la Unión Soviética entre 1947 y 1978. A diciembre de 2007, el AK-47 es el arma de fuego de mayor producción de la historia, con cerca de 80 millones de unidades manufacturadas”.  

Y si se indaga un poco más en la literatura sobre este fusil hay que regocijarse de su calidad. Pero, no los queremos. Ya es una sentencia docta y sabia de los expertos que rondan en los medios súper independientes. Entonces, de nuevo, surge otra pregunta y/o respuesta: ¿los botamos, los fundimos o los devolvemos?

Con todos estos elementos, Ecuador ha entrado en la mayor de sus encrucijadas. Estamos en uno de esos momentos definitorios y determinantes para nuestra sociedad. Si no los queremos (como dicen que dicen los que hablan con los altos mandos militares) tampoco los podemos devolver. Un regalo no se devuelve. Eso es de mala educación. La República Popular China se ofendería con toda razón y no seríamos dignos de recibir ni una jeringa la próxima vez. Y como una encrucijada se resuelve con el tiempo y las aguas, una dosis de buena inspiración o con el estímulo de alguna hierba psicotrópica, habrá que esperar o contar con un arriesgado que asuma todas las consecuencias del mayor consejo para definir, determinantemente, qué hacemos con los 10 mil fusiles de asalto AK-47.

Posiblemente en la voz y en la sabiduría de los precandidatos presidenciales esté la salida más lúcida. Ellos tienen respuesta para todo. Por ejemplo, si la UNE no cumple con la ley, uno de los precandidatos encuentra la solución salomónica: devolverle su personería jurídica; si no hay cupo para los estudiantes que aspiran a cursar una carrera universitaria: cerrar la Senescyt; si los medios de comunicación no pagan bien a los periodistas, camarógrafos y fotógrafos: botar al tacho de basura la Ley de Comunicación; si ‘Walter’ no puede usar las cocinas de inducción: hacer cocolón con leña.

En definitiva: tendremos que esperar a que ese candidato brillante gane las próximas elecciones y se someta a los mandos militares que no aceptan nunca nada regalado porque ellos compran todo, no importa si estamos en momentos de recesión. Y será él y solo él quien explique a los chinos por qué no los usamos en estos tiempos de guerra fratricida, de amenaza exterior y de holocausto final. Por lo tanto, no nos queda más que embodegar los diez mil fusiles de asalto AK-47 hasta mayo. (O)   

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