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Quien quiera superarse debe ser tolerante y forjar para sí el pensamiento creador, lógico y racional; combatir, en el sentido positivo de esta palabra, la irracionalidad, el dogmatismo y la intolerancia. Para Sócrates, la razón fue la razón de su existencia y legó a la humanidad los principios científicos y filosóficos con base en los cuales el hombre, que busca superarse, pule sus defectos. Su influencia como pensador se da gracias a la obra de Platón, y si es citado por decenas de filósofos y escuelas filosóficas es por haber sido uno de los más notables maestros de la antigüedad.
Vivió cinco siglos antes de Cristo y en sus enseñanzas trata problemas éticos, para cuyas soluciones empleó un método, creado por él, al que le dio el nombre de mayéutica, o sea, el arte de dar a luz ideas; comparaba su arte con el de las parteras.
Hizo suya la sentencia “Conócete a ti mismo”, escrita en el templo de Delfos, y estimuló a sus discípulos para que se apropiaran de conceptos tales como justicia, amor y virtud. Concentró su interés en la ética, esencia de la virtud, y en la posibilidad de enseñarla. Postuló que el conocimiento genera virtud y que el vicio proviene de la ignorancia, que los conceptos de saber y virtud son coincidentes, porque el que conoce lo recto actúa con rectitud y solo el ignorante actúa mal. Este saber o virtud puede ser enseñado y aprendido porque no bastan los dones naturales para alcanzar la bondad y la virtud. Si solo una conducta virtuosa proporciona felicidad y todo ser humano aspira a ser feliz, hacia allá va a encaminar sus esfuerzos. Aconsejó: “Desciende a las profundidades de ti mismo, y logra ver tu alma buena. La felicidad la hace solamente uno mismo con la buena conducta”.
Para Sócrates, la sabiduría es la más importante de todas las virtudes, porque incluye a las restantes. El que posee sabiduría posee las demás virtudes y nadie obra mal a sabiendas; si alguien engaña al prójimo es porque, en su ignorancia, no se da cuenta de que el engaño es un mal. El sabio reconoce que la honestidad es un bien, porque los beneficios que le reportan la honorabilidad, la confianza, la reputación y la estima son muy superiores a los que podrían reportarle el engaño, las riquezas, el poder o un matrimonio conveniente.
Según Sócrates, el ignorante no se da cuenta de ello, porque, si se diera cuenta, no cultivaría el engaño, sino la honestidad. El hombre ignorante es necesariamente vicioso, de igual manera que el hombre sabio es necesariamente virtuoso, pues son la misma cosa conocer el bien y practicarlo. Pero destaca que la virtud no es una cualidad innata, que surja espontáneamente en ciertos hombres, mientras que otros carecen de ella, sino que sucede lo contrario. Puesto que la sabiduría contiene a las demás virtudes, la virtud debe aprenderse, ya que mediante el estudio analítico y profundo se puede alcanzar la sabiduría y con ello la virtud.
Esto lo convierte en una de las figuras más extraordinarias y decisivas de la historia, pues representa la oposición al relativismo y al subjetivismo; es un singular ejemplo de unidad entre la teoría y la conducta, entre el pensamiento y la acción. Al sostener que el conocimiento es virtud y el vicio, ignorancia, fue capaz de elevar esta unidad a la esfera del conocimiento. (O)