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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Pecados capitales del periodismo de opinión

15 de diciembre de 2016 - 00:00

El problema con el periodismo, dice Edward Jay Epstein, periodista de investigación y antiguo profesor de ciencias políticas en Harvard, UCLA y MIT, en su libro Between Fact and Fiction (Entre los Hechos y la Ficción) es muy simple: los periodistas están rara vez en la posición de establecer la veracidad de un tema por sí mismos, puesto que no fueron personalmente testigos de dicho evento. Están completamente dependientes de ‘fuentes’ interesadas en proveer sus hechos. Cada parte del proceso de producir la noticia está definida por esta relación; todo está coloreado dependiendo del cristal con que se mire esta realidad. Esto ha sido siempre cierto y, a pesar de que Epstein lo escribió en 1975, ahora se ha complicado más, pues tenemos a los periodistas online que no solamente continúan dependiendo de dichas ‘fuentes’, sino que, debido a sus propios incentivos para el tráfico de noticias y atención social, están también estrechamente involucrados. Una ‘fuente’ está interesada en ver que la historia suceda de una manera y a menudo el blogger -periodista cibernético, bloguero- está también interesado en verlo de la misma manera.

De hecho estamos viviendo en una ‘economía de la atención’. Es decir, la atención es un recurso raro y precioso que todo el mundo lo quiere por una infinidad de razones y los periodistas por la naturaleza de su trabajo tienen cierto control sobre él. Esto significa que deberían estar muy vigilantes, protegidos y escépticos de aquellos que los buscan para lograr atención a través de su escritura. Para esto el periodista debe hacer su trabajo investigativo y no caer en la comodidad de las fuentes abiertas, como son los tweets.

El periodista de opinión, por su lado, tiene el riesgo de caer además en algunos pecados, como son: superficialidad, que es debido a no hacer realmente su trabajo; inexactitud, por descansar en el confort de sus ‘fuentes’; tendencia, sea política, religiosa, o simplemente necesidad de un trabajo que le quita imparcialidad; arrogancia, al pensar que la pluma, el micrófono o la cámara de TV les hace más inteligentes de lo que son;  sensacionalismo, para atraer la atención e incrementar el maldito rating; servilismo, normalmente relacionado con la codicia y la ambición de poder y del dinero; y manipulación, propia y ajena de la verdad de los hechos y datos. Y estos pecados llevan a cometer serios errores, que Edward Schumacher-Matos, defensor de la audiencia de la Radio Pública de Estados Unidos, los lista como: 1. No existen pruebas de los principales argumentos. 2. Las denuncias no fueron verificadas. 3. Hay errores de hechos, anécdotas temblorosas y uso engañoso de los datos. 4. El editorial o la columna está incompleto por falta del contexto crítico. 5. No está la versión de parte del Estado en muchos puntos clave.

¿Quiénes son los manipuladores que se benefician de estos pecados y errores? Bueno, cualquiera que venda un producto, un mensaje o una agenda. A menudo es ideológico y, como lo veremos en el futuro, llegará a ser peligroso y político, cuando poderosos enemigos busquen torcer nuestro sistema de medios de comunicación en contra de nosotros mismos. (O)

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