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El Telégrafo
Erika Sylva Charvet

Hacia una nueva cultura de género

22 de noviembre de 2016 - 00:00

No por ser mujer fue fácil sensibilizarme al tema de género. Y fue largo el camino para incorporar el lenguaje incluyente en todas mis acciones. No me daba cuenta cuán interiorizado tenía ese dominio simbólico. Pero, cuando fui consciente me fui percatando de todos sus signos.

¡Esto del lenguaje incluyente tiene tantas resistencias! En mi vida me he topado con los argumentos más peregrinos para descartar su incorporación en algún documento. Por ejemplo, he oído que utilizar el masculino y el femenino “alarga” los escritos; o que afea y “daña el lenguaje”, razón que la escuché de boca de un destacado literato; o el ¿para qué?, si la palabra “los” engloba a “los” y “las”, como lo oí hace poco de una alta autoridad universitaria, quien para evitarlo incluso inventó que esto lo había decretado el propio Conamu. Obviamente, ni el desaparecido Conamu dijo esto jamás, ni mi propuesta incluyente fue aceptada en ese espacio universitario masculinizado.

Y, sin embargo, todo empieza con el lenguaje que nombra y proclama simbólicamente nuestro ser. Pero eso no sucede con nosotras. Muchos piensan que estamos locas por reclamar esto. Pero nuestra experiencia es que todos los días, desde que nacemos hasta que morimos, en todos los espacios, somos invisibilizadas a través del lenguaje. Este diseño simbólico del mundo nos borra del mapa humano y sanciona el trato negativo diferenciado que experimentamos.

Porque las mujeres estamos insertas en un continuum de discriminación y violencia que tiene diversas formas de manifestación, abiertas y sutiles, pero todas se interrelacionan, de modo que el lenguaje excluyente se articula con las más extremas formas de violencia, como el femicidio.

Como ha sido propuesto por estudios, más que explicarse por la desigualdad de ingresos, el femicidio obedecería a patrones culturales en las relaciones hombre-mujer que se expresan también a través del lenguaje. Es impresionante constatar, por ejemplo, que las motivaciones de los femicidas en Ecuador -registradas en el reciente estudio hecho por la Fiscalía General del Estado (2016)- se sustentan en los mismos estereotipos de género que circulan en las aulas universitarias, de acuerdo a otras investigaciones realizadas.

Por ello es tan importante que hoy la academia conmemore este 25 de noviembre, día de la no violencia contra la mujer, con eventos de reflexión sobre estos problemas, como el Seminario Internacional sobre Femicidio en Ecuador:  Avances, Retos y Desafíos, impulsado por el IAEN y el CNIG, y el II Seminario Internacional Calidad de la Educación Superior y Género:  Experiencias y Desafíos, organizado por la Red de Educación Superior y Género (RESG), eventos que se desarrollarán el 24 y 25 de noviembre en Quito y Ambato, respectivamente.

No hay duda de que los últimos años registran importantes logros en el avance de los derechos de las mujeres en el país. Queda pendiente, sin embargo, el desafío de transformar las culturas de género en la sociedad y en la universidad, a lo que se orientan justamente ambos seminarios. (O)

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