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Ilitch Verduga Vélez

El orden mundial en el siglo XXI

02 de septiembre de 2016

El tercer milenio comenzó su tránsito de siglos hace más de tres lustros y muestra los efectos de lo que significaron los acontecimientos de la pasada vigésima centuria. Este lapso temporal donde se dieron las mayores conquistas sociales y cambios políticos de la más alta relevancia, unidos a inventos prodigiosos, llevaron a la humanidad a impresionantes cimas civilizatorias. En contraposición, epítetos endilgados a este nuevo intervalo de tiempo, el presente siglo XXI: ‘decimonono reacondicionado’, ‘nuevo medievo’, espacio pre Primera Guerra Mundial’, son los adjetivos de distintas visiones de cientistas sociales a la luz de hechos acaecidos en el acontecer de 16 años, en que prevalece el neoliberalismo, aunque con reveses significativos.   

El ensayista Juan José Palacios, en artículos sobre el orden mundial a inicios del siglo XXI, sostiene hipótesis válidas, que podrían sintetizarse en la presencia de 2 partes sustanciales en esta especie de sucesión planetaria de estos cien años, ya iniciados, en los que ya existen y vivirán generaciones de cientos de millones de seres humanos Así, la aparición de nuevos imperios, también de macrobloques que teóricamente integran “la nueva ecuación de poder”, como dice Garton Ash, y que sustituye la unipolaridad surgida de la caída del campo socialista. La primera pieza corresponde a países con poder nuclear de efectividad probada que, además, poseen la suficiencia doctrinal-técnica para posibilitar la conquista del cosmos; junto a la capacidad económica-financiera basada en la eficacia de su desarrollo, fruto del conocimiento científico tecnológico alcanzado; y el dominio comercial que cubre áreas geográficas vitales del orbe, que permite influencias marcadas en sus relaciones con otras naciones y en organismos multilaterales del mundo, llámense ONU, Banco Mundial, FMI.

Y desde luego los foros fácticos. Los macrobloques están constituidos por Estados que, sin renunciar a su soberanía esencial, son capaces de integrarse en busca del peso internacional y la sustentación geopolítica, para generar mayor solidez y respeto de sus pares, pero específicamente generar metodologías que puedan manejar al engendro globalizador, donde lo financiero, su viga maestra, es capaz de realizar transacciones de dinero, mayores en cien veces a cifras del comercio universal. En estas verdaderas grandes regiones encontramos a multiplicidad de repúblicas y reinos, en especial los de la Unión Europea, que sustenta la integración del Viejo Continente. Pero hay las transcontinentales, como el Brics, donde se sitúan: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, con sus propios modelos de desarrollo. Y adyacentes a ellos encontramos: TLCAN, Unión Africana, Asean; los de nuestro hemisferio, Alba, Unasur, Sieca, Caricon, Alianza del Pacífico, Celac, que sustituirá en su momento a la OEA, aunque haya un caleidoscopio de interrelación nociva de patrias sudamericanas. Sucede en crisis como la del Mercosur, por acción de zapa de la CIA, tampoco se sostendrán variables de solidez a futuro de la perspectiva del progreso integrador mientras subsista la rapacidad de los imperios y su permanente estrategia de desestabilización.

El nuevo orden mundial de hoy es, definitivamente, un sistema multipolar, cuya arquitectura final, aún en discusión, requerirá que las naciones de economías emergentes emprendan las necesarias negociaciones, en el marco de reformas estructurales, de esos centros financieros-políticos creados luego de la II guerra global. Señalo al Fondo Monetario y al BM. Obviamente a la propia Organización de las Naciones Unidas, cuya institucionalidad ha perdido la fe y el respeto de los pueblos, por estar al servicio, bajo el diapasón de los intereses imperiales de EE.UU. Afganistán, Irak, Libia, Siria son ejemplos recientes de la necesidad de cambios de ella en su constitución y entramado. (O)

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