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Una tradición en forma de sombrero

Los artesanos también arreglan sombreros. Después del proceso quedan como nuevos.
Los artesanos también arreglan sombreros. Después del proceso quedan como nuevos.
Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
07 de enero de 2017 - 00:00 - Coralía Pérez

Los pueblos son guardianes de costumbres y tradiciones que poco se conocen en las grandes ciudades. Saberes preservados por los más ancianos y oficios centenarios son parte de la riqueza histórica de estos apartados lugares. Este es el caso de Ilumán y el arte de la sombrerería.

La parroquia es conocida por ser tierra de yachakuna (sabios o conocedores), cuyos saberes ancestrales  les permiten diagnosticar enfermedades, sanar males y ser guías espirituales. Sin embargo, Ilumán alberga también a varias generaciones de artesanos que continúan con una larga tradición.

Un oficio que se hereda

Luis Orbe (57 años) nació en Ilumán y se instruyó para ser chofer profesional. Sin embargo, a los 21 años descubrió su verdadera vocación y se dedicó a aprender, de su suegro, el oficio de la sombrerería. “Me llamó tanto la atención esta actividad, que decidí dejar mi profesión y dedicarme por completo a los sombreros”.

Actualmente, Orbe se dedica todos los días a la confección de estas prendas. Los sombreros de tipo saraguro (blancos con manchas negras, de copa baja y de hasta 3 libras de peso) son su especialidad.

Sus actividades inician muy temprano en la mañana. Primero debe lavar las campanas de algodón con las que se realizan los sombreros; una vez secas, las introduce en   goma del cuero de ganado hirviendo y las pasa a un molde, en donde se les da una primera forma. Este paso es el que más tiempo toma, pues muchas veces las campanas tardan en secarse hasta un día entero.

Posteriormente se alisan y cortan a la medida para darles el planchado final, ponerles forro y cintillo; estas 2 últimas actividades las realiza su esposa, Violeta Encalada.

Orbe ha seguido la tradición y también ha enseñado este oficio a sus 2 yernos. Gracias a ello, José Luis Artos, pudo tomar hace 10 años las riendas del negocio de sombreros y hoy maneja uno propio.

Junto a sus 2 ayudantes elabora entre 100 y 500 sombreros semanales, dependiendo del modelo. Trabaja de lunes a viernes de 07:00 a 17:00, y cuando tienen pedidos grandes, hasta las 20:00. Se dedican a la fabricación para venderlos al por mayor.

Artos comenta que le apasiona elaborar sombreros “porque es un oficio muy importante y una gran tradición de la familia”.

Por ello —dice— le gustaría mucho que sus hijos sigan con esta tradición, aunque reconoce que, en general, los jóvenes ya no quieren seguir con el oficio.

“Antes incluso les daban como materia en el colegio la confección de sombreros, pero por el desinterés de los chicos se eliminó, y hoy nosotros enseñamos a quienes desean aprender”.

Rafael Yambersa, de 35 años, también se dedica a este oficio. Elabora estas prendas desde los 15 años, y comenta que aprendió a hacerlos desde niño, poco a poco, viendo y pidiendo a los artesanos más antiguos que le enseñen.

A pesar de que ya trabaja 20 años en este negocio siempre aprende algo nuevo. Según este artesano, la elaboración de los sombreros depende de la textura del paño, siempre se trabaja de una forma diferente con cada tanda. Promete realizar cualquier tipo de modelo, siempre que sea en paño.

En cuanto al proceso enseñanza- aprendizaje comenta: “Ya sabiendo es fácil, aprender es lo difícil. Las personas que tienen la voluntad  aprenden. Hay personas que vienen y no aguantan más de 2 semanas porque es un trabajo fuerte”.

Los artesanos afirman que esta actividad requiere no solo de un gran esfuerzo físico, sino de una considerable inversión económica.

En el caso de los sombreros tipo saraguro el gasto (incluyendo la  mano de obra y las materias primas) para fabricar 300 ejemplares llega a los $ 5.000, mientras que para realizar 100 de tipo indiana (modelo menos elaborado, inspirado en el personaje de Indiana Jones) se destinan $ 1.100.

Ambos sombrereros aseguran sentirse orgullosos al ver a la gente usando los accesorios que ellos elaboran.

“Hemos realizado pedidos de sombreros del típico otavaleño que se han llevado a otras partes del mundo; eso significa que nuestro producto es de calidad”, dice Artos.

Los fabricantes esperan que este tradicional oficio se mantenga y están dispuestos a transmitir sus conocimientos a quienes tengan interés en ese arte. (I)  

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