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La Orquesta sinfónica vuelve a la normalidad luego del terremoto

La agrupación se dividió en grupos de ensambles clásicos, violinistas, ensambles de cuerda, cuartetos de trompetas, cornos, entre otros.
La agrupación se dividió en grupos de ensambles clásicos, violinistas, ensambles de cuerda, cuartetos de trompetas, cornos, entre otros.
Fotos: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
30 de septiembre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

La noche del sábado 16 de abril los músicos de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil (OSG) estaban a punto de iniciar un concierto, pero la estructura del Centro Cívico, su sede principal, empezó a caer. El terremoto de 7,8 grados que afectó el país la obligó a cancelar el concierto y cerrar el teatro para asumir los costos de su arreglo. Desde entonces, la institución se movilizó en nuevos escenarios.

“Afortunadamente -dice el director de la agrupación, el músico armenio David Harutyunyan- todo cayó cinco centímetros más a la derecha o a la izquierda y no le hizo daño a nadie. Dividimos la orquesta y tocamos 60 conciertos”.

La división en grupos de cámara se hizo de acuerdo a los instrumentos que tocan. Se formaron grupos de viola y cello, solistas de tuba, violinistas, ensambles clásicos, ensambles de cuerda, cuartetos de trompeta o cornos, quintetos de viento, dúos de violines y otros.

Una de ellas es el Cuarteto de cuerdas Santiago, de los hermanos Paredes. Dentro de su repertorio en instituciones como Serli, frente a un público de niños y maestros, o el Colegio de Bellas Artes, con adolescentes, buscaron las obras musicales adecuadas. Usaron música latinoamericana, clásicos y algunos soundtracks de filmes populares.

De acuerdo a José Paredes, director de la agrupación, los aplausos y la interrupción de las actividades cotidianas en este tipo de espacios dependen de los gustos de la gente. Sin embargo, considera que permitió conectar a los músicos con un poco de la propuesta de la orquesta.   

Para Julio Novillo, quien dirige la conformación de uno de los grupos de viola y violonchelo, estas actividades suplieron un desfase en las posibilidades de instituciones educativas, asilos y hospitales para aproximarse a la orquesta.

Harutyunyan considera que estas actividades mueven la música, pero no influye en la cantidad de gente que acude a sus conciertos. “El público se divide por gustos e intereses y en una sala de concierto es el espejo de la sociedad que tenemos. Hay gente que le gusta escuchar música clásica y muchos que no.

Cambiar ese porcentaje de espectadores es un poco difícil porque no es cuestión de tocar en muchos lugares para que le caiga bien a alguien y empiece a buscar música clásica. El arte académico representa diferentes formas unidas de la cultura: música, literatura, hay que leer mucho para entender de qué se trata la música clásica porque tiene el mismo peso filosófico de la literatura”, dice Harutyunyan.

Agrega que escuchar música clásica no se trata de distinguir entre bonito y feo, hay que entender qué pasa dentro; y eso solo se logra a través de la educación.

“Cuando hablamos de que hay una élite que escucha esta música, no hablamos de cuánto dinero hay en sus cuentas bancarias, sino de la educación que tiene y ese trabajo no lo deben asumir las instituciones”.

El teatro del Centro Cívico aún espera una revisión para volver a su funcionamiento regular, mientras la orquesta ha retomado sus ensayos y prepara conciertos en varios espacios, como el Teatro Centro de Arte o la Concha Acústica, en el Parque Samanes. (I)

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