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El Telégrafo
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Los hijos de Elías Muñoz Vicuña sostienen su biblioteca

Olga y Fernando Muñoz, hijos de Elías, residen aún en la casa de su padre y cuidan del archivo.
Olga y Fernando Muñoz, hijos de Elías, residen aún en la casa de su padre y cuidan del archivo.
Foto: José Morán / El Telégrafo
20 de enero de 2017 - 00:00 - Jéssica Zambrano Alvarado

El historiador Elías Muñoz Vicuña declaró, en algún congreso, que ni él ni su biblioteca pertenecían ya a su familia. “Le pertenecemos al pueblo”, dijo determinante. Sus hijos lo tenían claro. “Si hubiera sido por él, nos sacaba de la casa y abría su biblioteca a la gente del barrio”, dice Fernando, el menor de todos.

Él y Olga, la mayor de los cinco hermanos, luego de que la primera falleciera, cuidan la biblioteca de uno de los más importantes militantes del Partido Comunista de Ecuador, docente de la facultad de Economía de la Universidad de Guayaquil e investigador de las grandes luchas obreras del país. Entre sus archivos figuran las actas en mimeógrafo de los sindicatos ferroviarios y de las familias de las víctimas de la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922.

El 8 de agosto de 1997, ‘don Elías’, como lo recuerdan sus seguidores, tuvo un accidente: lo atropelló una bicicleta y le tuvieron que poner una prótesis en la cadera. Luego de la cirugía su respiración se complicó, sufrió un paro cardiaco y murió un viernes de carnaval. “Él le había dicho al economista Washington Aguirre que en un carnaval se volvería a encontrar con mi mamá, porque en esa fecha se conocieron”, recuerda su hija Olga.  

Tras su muerte, la Biblioteca Municipal, el Archivo Histórico del Guayas y la Universidad de Guayaquil pidieron la donación del fondo bibliográfico de Elías Muñoz. Las condiciones variaron en cada institución. El Archivo Histórico pedía la biblioteca mediante un convenio de comodato por 100 años para que, como con el resto de historiadores que figuran en el espacio, tuviera con su nombre un repositorio y el cuidado de los libros. No aceptaron. “¿Después de 100 años qué seguirá?”, cuestiona su hija, sonriente, mientras revisa los manuscritos de su padre.

En la Universidad de Guayaquil, de acuerdo a César Muñoz –otro de los hijos de ‘don Elías’–, León Roldós, quien entonces fungía como rector, les pidió que donaran al centro educativo la sección histórica para que resida en la Casona, con su nombre. Roldós, 20 años después, no recuerda los detalles de la propuesta.

El hijo de Muñoz explica que esta transacción tampoco se concretó porque uno de sus hermanos no estuvo de acuerdo. Fernando, quien conoce los libros de su padre de derecha a reversa, explica que temía que entonces, como ha pasado con otras donaciones, terminen “deshuesando” la biblioteca, repartiendo los libros de acuerdo a su categoría y no en la unidad en la que la pensó su dueño.

Cuando murió Muñoz Vicuña sus hijos se encargaron de sacar la biblioteca de un pequeño cuarto para dividirla en dos, en el orden que su padre la dejó. Cambiaron las estanterías metálicas por unas de madera pintadas de blanco, atornilladas a las paredes para que soporten el peso de la memoria. Cada cierta hora, en la tarde, prenden el aire acondicionado y, periódicamente, la fumigan para evitar las polillas. Hace 20 años, tras la muerte del padre, Olga y Fernando por vivir en la misma casa de la biblioteca han hecho de este sitio su lugar de descanso.

La biblioteca incendiada  

En la dictadura de 1963 inició una de las peores persecuciones contra los comunistas de Ecuador. Los militares buscaban eliminar sus rastros del escenario público y, como pasó con personalidades como Aurora Estrada y Manuel Medina Castro, con Elías Muñoz también empezaron por su biblioteca. “Quemaron los libros en la esquina de la casa”, que entonces quedaba en Luque y Vélez, de acuerdo a su hija.

Cuando Elías Muñoz se escondió de la dictadura, sus hijos, aún pequeños, lo visitaban luego de terminar un largo recorrido en el que cambiaban de carro varias veces hasta llegar al lugar donde se refugiaba.

‘Don Elías’ se dedicó a buscar los libros que perdió cuando acabó la dictadura. “Lo que más le dolió fue haber perdido la colección completa de José Carlos Mariátegui que recién había comprado, después se encargó de recuperarla en la librería de Francisco Filian”, recuerda su hija, quien dice haber visto poco a su padre en aquella época.

Filian atendía en sus puestos de Clemente Ballén y Chimborazo, 10 de Agosto y Quito, y García Avilés y Colón. En la despedida que Muñoz le hizo en su velorio, el 5 de julio de 1986, contó aquella obsesión de vender libros viejos donde “numerosos intelectuales y estudiantes se aprovisionaban allí, porque los libros eran buenos y baratos. Provenían de bibliotecas privadas de intelectuales y hombres cultos, cuyos ‘herederos’ las remataban”.

Los hijos que cuidan de la biblioteca reconocen que, a pesar de los costos que implica mantenerla en pie, están seguros de que su fondo bibliográfico se mantiene de forma íntegra.

Algunos de los libros que perdió en la persecución comunista también los encontró en el Instituto de Historia Naval, cuando trabajó ahí.

Los registros de una historia

‘Don Elías’ iba al cine con su esposa, Olga Yturralde, y cerraba los ojos. Cuando ella lo acusaba con sus hijos de haberse quedado dormido, él se defendía con la verdad. “¿Quieres que te cuente la película?”, y se la contaba toda. Si cerraba los ojos era para escuchar el uso del inglés sin leer los subtítulos y practicar el idioma. Iba al cine para estudiar.  

Desde niño, con lo bueno que decía ser en matemáticas, terminaba temprano las tareas en clases y lo mandaban a la biblioteca para que leyera historia y literatura. Allí nacieron sus primeras biografías a personajes como José Joaquín de Olmedo. En el repositorio que sus hijos mantienen están los manuscritos y archivos con los que publicó libros y artículos como El bombardeo de Esmeraldas, de 1914; sus trabajos mecanografiados de la investigación que llamó Factores determinantes del proceso político ecuatoriano a partir de 1925 y sus proyecciones jurídicas; publicaciones del periódico del partido comunista El Pueblo; fichas de las constituciones del país y hasta sus registros fotográficos sobre la historia soviética,  como su foto junto a Mao Zedong. (F)

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