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Jurado declara desierta segunda edición del Premio La Linares

El escritor Iván Égüez, coordinador del concurso, fue uno de los jurados que participó en esta edición.
El escritor Iván Égüez, coordinador del concurso, fue uno de los jurados que participó en esta edición.
Foto: cortesía
25 de enero de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

El año pasado, en Guayaquil, la segunda edición del premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, organizado a propósito de la Feria Internacional del Libro que se realiza en la ciudad, se declaró desierta. Este año, la tendencia se repite en la segunda edición del Premio La Linares, también dedicado a obras de corto aliento.

De acuerdo a un comunicado de la Campaña de Lectura Eugenio Espejo, institución que organiza el certamen, se recibieron 62 novelas “bajo los requisitos estipulados en las bases de la convocatoria”. En la primera ronda de lectura se seleccionó un grupo de novelas que “se consideraban de mejor nivel, tomando en cuenta la calidad de su escritura, su contenido y los recursos novelísticos”.

En la segunda fase, el jurado integrado por Carlos Ferrer (España), Iván Rodrigo-Mendizábal (Bolivia) e Iván Égüez (Ecuador), convino que “no existía una novela que destacara nítidamente sobre otras ni que lograra alcanzar el estatuto de premio único”.

Ante esta problemática, los jurados acordaron otorgar tres menciones de honor, sin que exista entre ellas un orden de superioridad. Estas tres novelas son La sincronicidad azarosa de los trenes, presentada por el seudónimo Kim Yu, del autor Luis Alberto Bravo; Los juguetes que perdimos en el camino, presentado por George Borewell, de Roberto Ramírez; y Adela, firmada por Tadeo, escrita por Modesto Ponce.

Una de las propuestas del jurado fue que los $ 6.000 que se entregarían al premio único se repartieran entre los tres autores, además de la publicación de su libro en la Campaña de Lectura Eugenio Espejo.

De acuerdo a lo establecido en el acta del jurado, las tres novelas distinguidas en el certamen tienen una tendencia narrativa posmoderna, donde confluye la non fiction y diversos géneros, como entrevistas polifónicas. Este es el caso de La sincronicidad azarosa de los trenes, de Bravo.

El acta del jurado describe la estructura abierta de la obra, en la que confluyen herramientas estilísticas, como el “uso de disquisiciones estéticas y sincronías textuales sobre el tema central”.

La obra utiliza como hilo conductor la figura del pintor Crow, “diseccionado desde numerosos puntos de vista, todos ellos necesarios para poder construir el personaje referencial. El final no es contundente, pero la obra merece el reconocimiento”.

En el caso de Los juguetes que perdimos en el camino, se dice que es “una obra que va de menos a más, que construye morosamente un personaje obsesivo (coleccionista de juguetes, recolector de perros callejeros) y su relación con el inframundo que le rodea”. En esta, “el autor obliga al lector a inmiscuirse con su propia experiencia en un mundo referencial que no busca al lector pasivo y en el que se destaca el juego entre realidad y ficción”.

En el caso de Adela, de Ponce, la historia se construye entre el personaje y los elementos que lo rodean. El jurado destaca de la obra “una escritura basada en la introspección, bruñida, apelativa, casi inmisericorde”.

Premiación e inauguración

La premiación será el próximo 23 de abril, fecha en la que se abrirá también el Centro Cultural Égüez, una casa restaurada de la familia que se convertirá en un espacio dinámico para actividades como cine, teatro y lectura. De acuerdo a Leonardo Parrini, la apertura tendrá como centro una exposición de libros viejos. Esta será la sede de la campaña Eugenio Espejo y las revistas Babieca y Rocinante. (I)

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