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Ángeles del Infierno, la fórmula para renovarse

Ángeles del Infierno, la fórmula para renovarse
Foto: Marco Salgado / El TELÉGRAFO
16 de marzo de 2017 - 19:21 - Luis Fonseca Leon

Cuando el grupo español Ángeles del Infierno llegó a dar un concierto por primera vez en Ecuador, en el año 2000, hubo un colectivo religioso que montó una misa improvisada fuera del Coliseo General Rumiñahui, donde se presentaron. El nombre de la banda —un juego de palabras— los había asustado.

Cuando Ángeles... llegó a El Salvador, en Centroamérica, grupos de madres de familia —recuerda el cantante Juan Gallardo— se alzaron en protesta para evitar el concierto. El nombre de la banda —réplica de una pandilla de motociclistas estadounidenses— también las puso bajo alerta.

En México, un día después de su debut en ese país, en 1990, hubo periódicos que recalcaron que en su concierto “no pasó nada”, como si la ausencia de desmanes en un concierto de rock fuera una excepción.

Hace 17 años, su show marcó la historia del rock ecuatoriano; entonces Foley, el guitarrista rítmico que acababa de ingresar al grupo se sorprendió con la acogida que tuvieron. Ayer, después de su más reciente arribo, habían perdido la cuenta de las veces que se han presentado en el país, una de las cuales incluyó a la provincia de Zamora Chinchipe, en la Amazonía.

En el hotel quiteño donde se hospedan, el guitarrista Robert Álvarez —fundador del grupo— espera a las cámaras de televisión, artilugio al cual se han acostumbrado a lo largo de más de 3 décadas de carrera. Entonces, inicia una conversación antes de la cual los organizadores del concierto han condicionado a este medio —de forma innecesaria— para que no les hagan preguntas sobre novedades discográficas.

—El año pasado se realizó en España un festival que retomó un nombre y a unas bandas de antaño, Rocktiembre, en el que tocaron Barón Rojo, Ñu, Coz, Topo, Asfalto y Burning... ¿hubieras asistido a ese show?

—Como público, quizás. Me parece que reunir una panda de abuelas, tío, no tiene mucho sentido. De hecho, muchos (de esos músicos) no se llevan entre ellos ni tocan juntos. Si te retiras, pues, ya, ¡fuera!, deja ese lugar para otros.

Al guitarrista le parece “lógico” que haya una parte del público que rechaza las reuniones de bandas veteranas.

—¿Qué permite que Ángeles del Infierno se renueve con apenas discos grabados?

—¿Cómo se llama nuestro primer disco?—dice el guitarrista.

Pacto con el diablo.

—¡Eh! (sonríe), pero no se trata de una cuestión diabólica. Son las ganas de seguir. Y llegará el momento en que se acabe, entonces, a otra cosa, mariposa. Nunca hemos hecho un disco igual a otro —suelta el guitarrista con una frase que, luego, repetirá su cantante en tv—: Nos hemos renovado a nuestra manera. Si no tienes nada nuevo que contar, pues no lo hagas, mejor tener estas canciones buenas, muy buenas, a tener 10 que nadie escucha.

En los ochenta y, aunque poco menos, en los noventa, las disqueras apostaban por nuevos talentos. Ahora, todo es incierto y los músicos de hace décadas esperan una forma de mecenazgo, alguien que los reconozca y pague la gasolina de su motor.

—Antes, cuando yo vivía en España —dice Robert, nacido en Galicia, fundador del otrora quinteto en El País Vasco y residente en Miami—, no nos llegaba la música de Latinoamérica. Al viajar nos enterábamos, las llevábamos y a recomendarlas. Ahora, esas fronteras son distintas. Ojalá el intercambio hubiera empezado mucho antes.

Ángeles del Infierno no suele aceptar que los pongan en un paquete de bandas ochenteras (las nombradas más Obús, Panzer...), han vuelto a tener un público mayoritario en su país de origen y el delirio que desatan en el público ecuatoriano es incluso mayor al que provocan sus similares y la idea más constante cuando parten es que regrasarán.

Un fotógrafo de este diario quiere saber ¿cuántos meses al año pasan viajando los Ángeles... (quienes residen en España, México y Estados Unidos)?

—Lo necesario para que nuestras esposas no nos olviden— bromea Robert.

—El suficiente para que los recuerden sus hijos.

—En caso de quien los tenga.

De pronto, al hotel llega una cámara y los Ángeles del Infierno interpretan su papel de rockstars, uno que forjaron las multitudes que convocan desde hace tiempo, cuando aún había quienes se escandalizaban con su nombre.

Mañana, las puertas del Ágora se abrirán a las 18:00. Los acompañarán los argentinos Tren Loco y los quiteños Hemisphery. Las entradas cuestan $ 35 y $ 60. (I)

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