Es una nueva metodología clínica alternativa que gana más espacio en la medicina. Consiste en el uso de canes entrenados para ayudar a personas con depresión, autismo y otras  capacidades especiales. Los perros que se utilizan en estas terapias son animales sociables, entrenados para lidiar con el estrés. Ellos adoptan un carácter equilibrado, que genera confianza y estabilidad con la persona. La psicóloga clínica Virginia Portilla (foto), psicóloga y directora del proyecto ERAH (Estudios para la Relación entre Animales y Humanos), explica que el contacto entre la persona y el animal enriquece la vida social y afectiva del paciente. La terapia con perros incrementa la actividad física de una persona al momento en que tiene que sacarlo a pasear, o cuando debe alimentarlo. Lo obliga a preocuparse por otro ser vivo. Se considera a la correa como el cordón umbilical entre el perro y el humano, lo que provocaría salir de cierto grado de sedentarismo. “Es importante que durante la terapia se cumplan los principios de mutualidad del paciente y el perro, con los que se busca desarrollar una relación afectiva que tendrá beneficios favorables”, explica Portilla. El tratamiento depende del cuadro emocional que presenta el paciente. Para ello se le debe realizar   una serie de estudios que determinen su situación psicológica. La raza de perro no influye durante el proceso de entrenamiento del animal. Se lo amaestra desde  cachorros para adaptarlos a que aprendan a lidiar con situaciones incómodas de alto estrés y tensión. Se realizan una serie de pruebas de temperamento, en las que se mide la tolerancia y el carácter. Para ello se utiliza el test Campbell, que se realiza a las siete semanas de edad, y el test de Liakhoff, para medir la sensibilidad. (I) Una mascota puede convertirse en coterapeuta     Dorian Vega, director y fundador de Canoterapia Querétaro, ubicada en la cdla. El Paraíso,  calle Almendros entre Bosques y Naranjos, considera que un perro es un coterapeuta. En las mañanas debe salir a pasear y a jugar, al igual que después de cada terapia. ‘‘Esta es la interacción entre el paciente, el psicólogo y el animal. Mientras el paciente  habla el perro  se acerca, lo que provoca que este lo acaricie de inmediato”, generando una descarga de emociones en el paciente. (I)