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Tres familias construyen su porvenir con monigotes

Los miembros de las familias León Herrera, León Gómez y Vera Avilés alternan las tareas para dar forma y color a los ‘años viejos’.
Los miembros de las familias León Herrera, León Gómez y Vera Avilés alternan las tareas para dar forma y color a los ‘años viejos’.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
01 de octubre de 2016 - 00:00 - David Guerrero

Las figuras de cartón, en la esquina de las calles Oriente y García Moreno, al sur de la ciudad, son una escena que se repite desde hace casi 2 décadas, y cada año parece que aumenta la cantidad.

En una de las aceras, decenas de monigotes de cartón permanecen a la espera de la pintura que les otorgará el atractivo para ser comercializados apenas llegue diciembre.

Aún en el monocromático papel marrón que los envuelve, se puede adivinar los personajes que representarán. Por ejemplo, un niño en un barril y un toro humanoide fornido... No hace falta pensar mucho para imaginar al Chavo del 8 y la imagen con la que muchos representan al Barcelona Sporting Club.

Los muñecos están al pie de una pequeña casa y son tan numerosos que apenas hay espacio para almacenarlos en el inmueble de la familia artífice de tales obras.

Los León Herrera, junto con las familias León Gómez y Vera Avilés, trabajan en esta actividad cada día desde las 09:00.

Apenas comienza la jornada, un aroma a harina y aceite quemado se percibe desde la vivienda, donde se prepara los ingredientes necesarios para empezar a crear las esculturas.

David León, de 47 años, es la cabeza de hogar. Desde las primeras horas de la mañana, especialmente durante los fines de semana, se da a la tarea de conseguir los materiales.

Los insumos para su trabajo no son difíciles de conseguir: harina y desechos de fideos, papel y cartón, sacos vacíos para cemento y pegamento. “La harina y los sacos nos llegan a vender mientras que el resto lo conseguimos en otras casas y centros de acopio”.

León recuerda que empezó el negocio casi por casualidad. Hace 18 años, había elaborado un pequeño monigote que expuso al pie de su vivienda. Por el lugar pasaron un señor y su hijo, un niño que apenas llegaba al metro y medio de altura, este vio el muñeco y quiso que su progenitor lo comprara. Sin embargo, no fue la primera venta.

Aquel muñeco “lo hice con mucho cariño para quemarlo junto a mi familia, no lo podía vender”.

Pero aquella experiencia fue suficiente para animarse a elaborar, al año siguiente, 3 figuras más que se vendieron el mismo día en que las expuso.

Conforme pasaron los años, fue aumentando la cantidad de monigotes hasta llegar a 300, cifra que logra comercializar anualmente.

Los clientes llegan desde quienes viven en la calle 6 de Marzo hasta provincias de la Sierra y el Oriente. Para diciembre, León estima en $ 1.000 el valor invertido, aunque prefiere no mencionar las ganancias obtenidas.

Para llegar a las 300 figuras hizo falta sumar manos. Por ello, los hermanos, cuñadas y sobrinos de David empezaron a colaborar con lo que ya representa una tradición familiar.

Cada miembro se encarga de varias tareas y, entre sí, van relevándose las labores asignadas.

Mariela Gómez, por ejemplo, comienza su trabajo preparando el líquido que servirá para dar forma y pegar el papel.

En una olla grande, pone a calentar una mezcla de desechos de los fideos con agua. La cantidad de líquido que coloca depende del fin específico de la mezcla. “Si es para pegar, le pongo poca agua para que quede más espeso”.

El ingrediente base de la combinación, afirma, es mucho más barato que el almidón de yuca que mucha gente usa para el mismo objetivo.

Como la tarea del día es elaborar las bolas de papel que darán forma a los muñecos, coloca más agua para que el líquido permita que periódicos y cartones sean más maleables. Antes de que estos se sequen completamente se confeccionan las partes con el detalle suficiente para que sean más atractivos.

Carlos León, hermano de David, cuida cada rasgo de las figuras, aun de las más pequeñas. Las que más le gusta fabricar son aquellas que demandan mayor dificultad en cuanto al relieve de las facciones y los músculos.

En este proceso no se utiliza madera para el armazón de los muñecos más pequeños, mas esto también implica cuidado y paciencia. Las partes se construyen poco a poco, esperando un tiempo para que seque el papel entre jornada y jornada.

Cuando finalmente está formada la figura, se le coloca una mezcla líquida elaborada con los costales vacíos de cemento. “Esto para dar mayor estabilidad y dar un color uniforme antes de pintarla”.

El color base puede variar dependiendo del personaje. Por ejemplo, en el caso del monigote de un toro, se utiliza aceite quemado para dar un tono negro. Mientras que un Spiderman recibe una capa de pintura blanca que permita trabajar los colores rojo y azul, característicos del personaje.

La casa de David León se ha convertido en un referente para sus vecinos. A tal grado, que algunos de ellos comenzaron a desarrollar su propio negocio de ‘años viejos’.

“Mucha gente ya nos ve como una sucursal de la calle 6 de Marzo pese a que nosotros también abastecemos a comerciantes de allá”, comenta orgulloso don David.

Sin embargo, toma sus precauciones debido a que la única calle que el Municipio autoriza para la venta de los monigotes es, precisamente, la 6 de Marzo.

Hay años en los que consigue un puesto en esa zona, pero en aquellos que no, opta por hacer una pequeña exhibición frente a su casa que no entorpezca el tránsito vehicular.

Pero todo se vende. La popularidad de la mercancía es el motor que anima a seguir trabajando a las 3 familias de artesanos. (I)

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