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Temple Grandin, el autismo al servicio de la ciencia

Temple Grandin es la mujer que más sabe de vacas en el mundo. Diseñó un sistema de faenamiento para brindar una muerte digna al animal. Foto cortesía de discover magazine
Temple Grandin es la mujer que más sabe de vacas en el mundo. Diseñó un sistema de faenamiento para brindar una muerte digna al animal. Foto cortesía de discover magazine
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La doctora Temple Grandin es tal vez la persona que más sabe de vacas en el mundo. Tiene 67 años, es zoóloga, psicóloga en conducta animal y profesora, y ha inspirado una película que lleva su mismo nombre. Hoy más de la mitad de las reses que se faenan en Estados Unidos y Canadá son procesadas en mataderos que fueron diseñados por ella, para que los animales que van a morir tengan un trato digno. Y todo eso lo hizo padeciendo de autismo.

El autismo es una gama de trastornos neurológicos que afectan las habilidades sociales y de comunicación. A los autistas les cuesta hablar, leer, entender el lenguaje figurado o las expresiones no verbales. Pero sobre todo, les cuesta entender las emociones de las otras personas. El mundo puede llegar a serles un sitio tan incomprensible, que a menudo experimentan ataques de ansiedad.

Grandin es la primera persona autista que ha publicado libros y en uno de ellos:  “Pensar en imágenes”, reveló que tiene una forma peculiar de pensar basada en imágenes, como si una película pasara a toda velocidad por su mente. Eso le permite entender la mente animal, porque ellos no piensan en base a palabras sino con imágenes, sonidos y olores. Y esa capacidad le permitió diseñar sitios en los que el ganado pueda tranquilizarse; pero además, inspirada en lo que vio en los camales, inventó una máquina de abrazos mecánicos, ideal para personas con autismo que no pueden tolerar el contacto físico.  

Esta mujer admirable ha luchado para que su trastorno no la incapacite. Pese a su condición poco sociable, su madre se empeñó en enviarla a la escuela, aunque los niños se burlaran de ella. Gracias a un profesor de ciencias descubrió la pasión por el conocimiento y encontró su lugar en el mundo. Por ser absolutamente objetiva y exenta de emociones, sintonizaba a la perfección con la ciencia. Así supo sacar partido de ser diferente y ahora lucha para que otros autistas puedan también hacer su aporte.

Aunque se afirme que los autistas son incapaces de socializar, Temple Grandin es hoy profesora de agronomía en la Universidad Estatal de Colorado.  Allí se relaciona a diario con sus alumnos y colegas. Además de dar clases, viaja por el mundo dictando conferencias sobre la manera de integrar a la sociedad a los niños autistas. “El mundo –dice ella- va a necesitar que todos los tipos de mente trabajen en conjunto. Tenemos que desarrollar esas mentes. Me preocupa que nadie está trabajando en desarrollar en esos cerebritos de los niños con autismo, que aunque poco sociables, podrían llegar a aportar mucho a la ciencia”. (continúa)

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