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El Telégrafo
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Entrevista

Ekaterina Ignatova: por amor a Pasternak

Fotos de Ekaterina Ignatova: Marco Salgado/ EL TELÉGRAFO
Fotos de Ekaterina Ignatova: Marco Salgado/ EL TELÉGRAFO
27 de abril de 2015 - 00:00 - Óscar Molina, Periodista

Él, que tuvo otro apellido, otra sangre, los mismos fríos, es su hermano. Él, que nació en 1890, en Moscú, 58 años antes que ella, es —podría haber sido— su abuelo. Él, que jamás usó las mismas cucharas, los mismos espejos ni durmió una sola noche en la casa de su infancia, es su tío idolatrado: un familiar próximo, queridísimo.

En la vida de Ekaterina Ignatova, catedrática universitaria y traductora rusa radicada en Quito, Boris Pasternak es —así se siente— un vínculo recio: con su madre, consigo misma, con el olor de su ciudad natal y con la naturaleza. Él, Pasternak, que se hizo célebre como novelista y ganó el Premio Nobel de Literatura en 1958, es, también, su lazo mineral con la poesía.

Olas y otros poemas, la selección de 30 textos hecha por Ignatova y editada por el sello local Orogenia, fue lanzada en enero, en Quito. La idea de esta edición bilingüe ruso-español, en la que están incluidos el texto introductorio ‘Boris Pasternak, secuestrado por el tiempo’, un glosario, notas sobre la selección de poemas, un listado de obras y una cronología de su vida, sin embargo, surgió hace seis años. La preparación del material fue minuciosa aunque intermitente. La elección de los poemas, fácil. 

“En mi caso no había problema con Pasternak en la cuestión de la elección, porque era como un miembro de la familia, así lo sentía”, dice Ignatova, de ojos celestes, pelo rubio. La sala de su casa —silenciosa, ordenada— está oscura por la tarde lluviosa. Ella —expectante, de respiración apenas agitada— está sorprendida por la entrevista, por el interés ajeno en quien a ella tanto tanto tanto le interesa.

¿Su objetivo con este libro es presentar a los lectores ecuatorianos al Pasternak poeta y, a la vez, hacerle un homenaje?

Bueno, este libro tenía dos metas. Primero, me disculparán los lectores, fue un deber que yo sentía de hacer un homenaje a mi madre. Después, obviamente, yo quería, para los lectores ecuatorianos, presentar a Pasternak como un gran poeta. Quizá en ese sentido no lo conocían todos, sino que lo conocían, más que nada, y no solo en Ecuador, como novelista, como autor de Doctor Zhivago. Y él, básicamente, es poeta. Quería presentarlo como el mayor poeta ruso del siglo XX.

La dedicatoria del libro dice: “A la venerada memoria de mi madre, Nina Aleksieyevna Ignatanova. Fue ella quien me mostró el mundo pasternakiano. Tenía la costumbre de expresar sus sentimientos y reflexiones con citas de Pasternak”. ¿Usted hace lo mismo?

Muchas veces, pero lo hago, desgraciadamente, a mis adentros, porque no tengo con quien compartir eso en ruso. Por más que traduzca, no me nace la cita en español.

¿Cuáles fueron, de hecho, los retos y las ventajas de traducir a Pasternak?

(Repite para sí misma la pregunta). Mmm… No sé si es una ventaja o una suerte excepcional que a uno le puede tocar pocas veces en la vida: tratar con un genio. Porque Pasternak no es talento, es genio. Y entre talento y genio hay también una gran distancia. La ventaja para mí fue sentir en el original su poesía. El reto era justamente lo que provocaba, ese mismo sentimiento poder traducirlo de tal manera que, en la medida de lo posible, el lector hispanohablante lo perciba de manera paralela, semejante, parecida, cercana. Tratar justamente de convertir eso en el otro idioma, respetando todo lo que él quiso decir, fue el reto.

Usted menciona eso en la introducción de libro: la traducción es la escuela del respeto. ¿En qué medida siente que ha progresado, con esta traducción, en esa escuela?

Eso sí tendría que juzgar la gente bilingüe español-ruso. Yo hice lo que consideraba lo mejor. Creo que sobra decir cómo quiero y cómo respeto a Pasternak, porque para mí es una persona, un personaje, un poeta muy especial. Pero yo hice hasta donde alcanzaron mis capacidades.

Con esta traducción, ¿pudo descubrir alguna nueva faceta de Pasternak como poeta?

Sí. Es algo que cuando se lee en el original, el lector se lo apropia como algo orgánico, como algo que entra por sí solo en su mente, en sus sentimientos. Ahora, para presentar eso tuve que tomar en cuenta que cada imagen de Pasternak es algo parecido a una flor que va poco a poco abriéndose: de un botón empieza a abrirse a algo y al final vemos la imagen. Descubrí que en la poesía de Pasternak no hay fronteras.

Cae la nieve, cae la nieve

y ya no son los copos

sino el firmamento, en un sobretodo remendado,

el que desciende a la tierra.

Como si con cara de estrafalario,

desde el descansillo,

agazapado y jugando a las escondidas

descendiera el cielo de la buhardilla(1).

Además de a su madre, ¿qué otro tipo de recuerdos le evocan los poemas de Pasternak?

(Suspira). ¡Ay, qué le puedo decir! Me evoca muchísimo a mi ciudad natal, que es Moscú. Usted sabe que cada ciudad tiene, absolutamente, su olor inconfundible. Cuando lo leo, me vuelve ese olor de la ciudad. Y también cuando se trata de naturaleza, y usted sabe que para Pasternak la naturaleza era lo primordial. Me acuerdo del olor de los bosques, de los ríos; es un olor muy especial para mí. (Se queda en silencio un momento). Por ejemplo, esos versos de la primera parte de ‘Olas’ siempre me nacen apenas veo el mar. (Y recita una parte):

Aquí estará todo: lo vivido

y lo que es aún mi vida.

Mis anhelos y mis convicciones

y lo que vi al despertar.

Delante mío: las olas del mar.

Son muchas. Su recuento es impensable.

Son una multitud y fluyen en tono menor.

La marea las hornea como waffles(2).

¿Cuál es su poema favorito de la selección?

Bueno, el que usted acaba de leer (‘Olas’). Y el que abre todo el libro y cada libro de él: el poema ‘Febrero’. Y obviamente ‘Festines’, por la melódica del verso. A mí me provoca sobre todo la melodía.

Bebo la amargura de los nardos, de los cielos otoñales la amargura,

y en ellos, el ardiente chorro de tus traiciones.

Bebo la amargura de las tardes y las noches, de las juergas bulliciosas;

de la estrofa sollozante la húmeda amargura bebo(3).

O sea que le gusta la poesía de la primera etapa, la poesía inicial de Pasternak…

Sí. La poesía es algo controversial, totalmente paradójico, diría yo. Lo que parecía más complejo se hizo más fácil para la memoria del público. No es por nada que el primer libro, que no era su primer libro cronológico pero sí el que lo lanzó realmente a la fama, que lo dio a conocer y lo hizo convertirse en el mejor poeta ruso del siglo XX, fue Mi hermana vida. Ese libro está lleno de poesía que, a primera vista, hasta para un ruso puede ser algo complejo para la compresión. Pero, a pesar de eso, la armonía de sus contrastes, porque es así, la armonía de sus comparaciones, la armonía de este proceso de apertura del botón llegaba más pronto, quizá, que el sentido semántico. Es algo que a uno involuntariamente le hace sentir toda esa emotividad. En eso creo que consiste ser genio, no sé. (Al decir esto, por primera vez en la tarde, Ekaterina Ignatova ríe).

Mi hermana vida, hoy en la crecida

te has hecho añicos, como la lluvia de primavera.

Pero la gente de leontinas, altanera y gruñona,

muerde educadamente, como las serpientes en el trigo(4).

¿Los lectores de Doctor Zhivago encontrarán un Pasternak totalmente distinto en su poesía o un Pasternak complementario al novelista?

Yo diría que el Pasternak novelista es complementario al poeta. Es totalmente así, créame, ahí sí sé realmente lo que le digo (segundas risas): el Pasternak de Doctor Zhivago es complementario al Pasternak poeta. El lector va a encontrar al poeta en el novelista, porque las imágenes de Doctor Zhivago, el trato que él da a todos sus personajes y  la naturaleza que llena al Doctor... es la misma naturaleza zarina, la misma naturaleza reina que él tiene en sus poesías.

Toda la inmensidad de la tierra

cabe en la catedral.

Y a veces, me es dado oír el eco de los coros lejanos

a través de los cristales.

Naturaleza, mundo, el escondrijo del universo,

escucharé de pie tu largo oficio

bañado en lágrimas de felicidad,

y lleno de temblor oculto(5).

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