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Literatura
Influjo de la Diosa Blanca en la obra de Robert Graves
Todos los santos la vilipendian, y todos los hombres sobrios
que se rigen por el justo medio del dios Apolo,
despreciando a los cuales navegué para buscarla
en lejanas regiones, donde era más probable hallar a aquélla
a la que deseaba conocer más que todas las cosas,
la hermana del espejismo y del eco (1).
Al margen de su célebre ensayo La Diosa Blanca, gran parte de la vasta obra de Robert Graves se halla atravesada por dicha figura mítica, ya sea como musa del acto poético o en los rasgos de algunos protagonistas femeninos de su narrativa. La Diosa Blanca o Triple Diosa (2) es un culto neolítico de la cuenca del Mediterráneo que fue desbancado por las invasiones arias que dieron origen al mundo helénico, para, posteriormente, ser proscrito con el advenimiento de los fálicos dioses solares, entre los que se incluye el dios cristiano.
En la sombra y asimilada por las nuevas cosmogonías dominantes, la Diosa Blanca mantuvo su categoría de arquetipo fundacional, para a mediados del siglo XX ser revitalizada por Robert Graves, lo cual acarreó al escritor la indeseable atención de hippies, feministas y aspirantes a brujas Wicca, quienes por correo le solicitaban ungüento para volar o que participara en sus aquelarres.
Este texto no pretende adentrarse en el análisis comparativo de las religiones ni en la denominada ‘antropología antirracional’, de la cual Graves y Joseph Campbell son considerados sus mayores cultores. El objeto de estudio en esta ocasión es la obra novelística de Robert Graves, quien, como novelista de ficciones históricas reinventó dicho género. Gracias a esta faceta, Graves es reconocido mundialmente, pese a que siempre declaró que su verdadera obra se encontraba en la poesía y que la narrativa era lo que le permitía sustentarse económicamente. Esto no implica falta de seriedad en sus polémicas novelas, cuyo génesis se encuentra en una cuidadosa relectura de autores clásicos y de tradiciones denostadas por el canon oficial.
Miembro de una aristocrática familia de escritores (3), Robert von Ranke Graves (Wimbledon, 1895) fue criado en el rígido mundo victoriano. “Por el rey y por el país” fue el credo de su hogar, del cual salió directamente para alistarse en el Cuerpo Real de Fusileros durante la Primera Guerra Mundial, evento que marcaría un punto de inflexión en el hasta entonces conservador adolescente. Los horrores de la guerra estuvieron cerca de costarle la vida, cuando en la batalla de Somme (1916) fue herido de gravedad y dado por muerto. Dos meses antes había publicado su primer poemario, Over the Brazier. En dicho libro y en el resto de su obra poética temprana denunció la ruindad y locura de la guerra, pese a lo cual, una vez recuperado de sus heridas, intentó volver al frente de batalla, pero solo por lealtad a sus compañeros de pelotón.
Ojos grises atormentados, luminosos y
ausentes
en grandes órbitas desiguales; una ceja
ligeramente
caída sobre un ojo
a causa de una esquirla de misil alojada
dentro, muy dentro de la piel, como un loco recuerdo
de una vieja guerra mundial.
Fragmento de ‘El rostro en el espejo’
En 1918 contrae nupcias con Nancy Nicholson, temperamental activista feminista con la que tuvo cuatro hijos. Ingresa al Saint John’s College de Oxford para estudiar Literatura, carrera que abandona al poco tiempo dado su repudio al edulcorado canon poético de los georgians que dominaba la academia. Para 1926 y con más de diez poemarios publicados, viaja a El Cairo, donde su amigo T.H. Lawrence (4) le consiguió un puesto como profesor de la Universidad Real, trabajo que abandonó 6 meses después. Durante este viaje empieza su tormentosa relación con la poeta estadounidense Laura Riding, en la cual creería encontrar la encarnación de la Diosa Blanca, algo que le sucedió con sus musas de turno. Con tan solo 34 años publica su libro de memorias Adiós a todo esto (1929), donde apunta sus dardos contra la acartonada sociedad británica. Junto con Riding fundó la editorial Seizin Press, de cuyo catálogo se destaca la antología A Survey of Modernist Poetry, que contiene obras de T.S. Eliot, E.E. Cummings, entre otros.
Ya divorciado de su primera esposa viaja por Europa con Riding para, en 1929, instalarse en Deià, un poblado de pescadores de Mallorca donde construyó —sin arquitecto alguno— su casa de piedra, financiada por su primera novela, Yo, Claudio (5) y su secuela, Claudio, el dios y su esposa Mesalina. Estas biografías interpretativas del deforme emperador que gracias a historiadores como Seutonio, Tácito, Séneca y otros había pasado a la historia con un imbécil sanguinario —sin merecerlo— son vívidos retratos de la sociedad romana.
Claudio es vindicado por Graves como un erudito que tuvo que fingir su incompetencia para evitar ser asesinado por sus ambiciosos parientes. La Diosa Blanca, en su carácter más terrible y lúbrico, se hace presente en las figuras de Livia y Mesalina, siendo esta última la causante del declive moral de Claudio hacia el final de su reinado. Una sucesión de actos abominables, donde exóticos venenos y el sexo son armas para dominar hasta a la propia familia, la búsqueda de la divinidad personal por sobre los intereses del Imperio, las pugnas con el Senado y la relación de amor-odio entre las casas Julia-Claudia romana y Herodes judía (6) son narrados con fluidez y humor por un hábil Graves. Para él, más que novelas, los dos tomos de la vida de Claudio son un intento por descubrir la verdad sobre un complejo período histórico a través de la reconstrucción de la personalidad del emperador, uno de sus testigos más lúcidos.
La Guerra Civil Española obligó a Graves a abandonar Mallorca en 1936 y solo pudo regresar una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. En el transcurso de este exilio escribió innumerables poemarios y ensayos. Su fama de novelista de ficciones históricas se acrecentó con otro libro ambientado en el mundo clásico: El conde Belisario (1938), la historia de Flavius Belisarius, quien logró defender al Imperio Bizantino de los bárbaros. La Diosa Blanca saca sus garras a través de la emperatriz Teodora quien, junto a su esposo Justiniano, honra y humilla al honesto Belisarius, el cual siempre regresa con nuevos territorios para gloria del Imperio y desconcierto de la pareja real, intimidada por los triunfos de su general.
Tras romper con Laura Riding, Graves publica LasAventuras del sargento Lamb (1940), obra ambientada en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.
La Historia de Marie Powell (1943) es considerada por Graves como su mejor novela. En ella desmitifica al poeta John Milton, hacia cuya obra sentía aversión desde niño. El bardo de Paraíso perdido es retratado como un hombre avaro y brutal, que tenía el fetichismo tricomaníaco o complejo de ‘Sansón’ y sufría de estreñimiento, “la enfermedad del maestro de escuela”, según Graves. Su víctima, la joven Marie Powell, quien se vio forzada a casarse con Milton, tenía la inocencia de la Diosa Blanca en su fase de doncella, pero poco a poco revela su poder y termina subyugando a su esposo.
Pero es en El vellocino de oro (1944) donde Graves alude por primera vez de forma directa a la Diosa Blanca. La novela narra las peripecias del grupo de héroes y semidioses reclutados por Jasón para su excursión a Cólquide (actual Georgia). El temprano mundo griego, con sus costumbres, hábitos alimenticios y ritos es relatado a través del pequeño Anceo, héroe oracular de Samos y último superviviente de la expedición. Anceo, al igual que el resto de los Argonautas, afronta un destino trágico dictado por la Triple Diosa, cuyas sacerdotisas pondrán fin a su vida en Deià(7), el mismo poblado mallorquín al que Graves regresaría en 1946 para radicarse el resto de su vida junto a su nueva esposa, Beryl Hodge, con quien tuvo cuatro hijos.
El libro más polémico de Graves estaba por venir. Rey Jesús (1946) no solo cuestiona abiertamente la divinidad de Cristo, a quien atribuye ser el verdadero rey de los judíos, pero por derecho de sangre, siendo su padre uno de los príncipes de la casa Herodes, quien —en complicidad con los sacerdotes del templo— droga y viola a María, de la dinastía del rey David, para engendrar al heredero legítimo al trono judío. El anatema no termina allí: Graves afirma que Elohim, el dios hebraico, es una personificación de Seth, el malvado dios egipcio cabeza de onagro que asesinó y cortó en pedazos a su hermano Osiris. En este libro la vida de Jesús de Nazareth es narrada a través de Agabo el Decapolitano, quien hace énfasis en el lado humano del noble Jesús y en los conflictos desatados por sus partidarios, quienes buscan en él a un líder militar contra la ocupación romana más que a un profeta.
Las islas de la imprudencia (1949), novela de aventura, narra el accidentado viaje de los marineros españoles que descubrieron Australia una generación antes que los ingleses, hecho poco difundido por la historia oficial, en parte porque al final la expedición fue capitaneada por una mujer: Ysabel de Barreto, viuda del capitán Mendaña.
Iconoclasta y plenamente consagrado como escritor, en 1955 Graves publica La hija de Homero, su última gran novela. A partir de la teoría enunciada por Samuel Butler en 1896 que atribuía la versión de La Odisea que llegó nuestros días a una princesa elimana en Sicilia, Graves le da voz a esta hipotética princesa —otra encarnación de la Diosa— que, para evitar a sus desagradables pretendientes, modificó algunos cantos de Homero. Entre las variaciones introdujo un personaje con su nombre, Nausícaa en la epopeya homérica, y eliminó la tradición que hacía de Penélope una adúltera cuyos súbditos esperaban “que los llamase a su lecho, sentados todos en círculo, como los perros cuando una perra está en celo”. Graves sustenta la verosimilitud de este relato en el hecho comprobable de que existe un divorcio entre los cantos iniciales de La Odisea y el resto del texto, lo que supone una lógica intervención de varios escribas que aportaron para darle forma definitiva. Estos escribas serían conocidos como ‘Hijos de Homero’, siendo Nausícaa parte de esta cofradía.
Luego, Graves se dedicó casi exclusivamente a la poesía y al ensayo sobre la historia de las religiones y mitos varios. Destacan el ya mencionado libro La Diosa Blanca, publicado gracias a la mediación del poeta T.S. Eliot con la editorial Faber. Este texto pretende rescatar los elementos no judíos en la tradición cristiana, la cual se nutrió de mitos célticos como ‘La batalla de los árboles’ para penetrar en la población británica. En Los mitos hebreos (1964), escrito en colaboración con Raphael Patai, retomó tradiciones talmúdicas en las cuales Dios tiene una esposa, la cual le sirve de punto focal.
Su trabajo más célebre dentro de los estudios mitológicos son los dos tomos de Los mitos griegos, cuya riqueza no está en su exquisita erudición, sino en la contextualización de los mitos dentro de la realidad política, social y económica del mundo helénico.
En Deià encontró su lugar en el mundo, lejos de la política —las restricciones de la España franquista no llegaban hasta el alejado pueblo— y en su casa de piedra bautizada como Ca n’Alluny recibió a los mayores intelectuales del siglo XX. Alternaba la escritura con el trabajo en el huerto familiar y rara vez se lo veía por el pueblo. Mantuvo esa rutina hasta que sus facultades mentales y físicas lo abandonaron algunos años antes de morir, en 1985.
Notas:
1.- Fragmento del poema/ dedicatoria con la que Robert Graves abre su ensayo La Diosa Blanca: gramática histórica del mito poético, publicado en 1948.
2.- “Sus adoradores nunca olvidaron que no se trataba de tres diosas, sino de una, aunque en la época clásica el templo de Estínfalo en Arcadia era uno de los pocos que quedaban en los que todas ellas llevaban un mismo nombre: Hera” afirma Graves en el primer tomo de Los mitos griegos.
3.- Su tío abuelo, Leopold von Ranke, es considerado fundador de la historia moderna como ciencia. Su padre Alfred Perceval Graves fue un destacado poeta anglo-irlandés. Tres de los ocho hijos de Robert Graves se han dedicado a la literatura.
4.- Conocido como ‘Lawrence de Arabia’, de quien Graves escribió su primera biografía autorizada en 1927. Posteriormente Graves colaboró en el guion de la película ganadora del Óscar en 1963.
5.- Publicada en 1934, esta obra iba a llamarse El emperador Calabaza, en referencia al poema satírico contra Claudio ‘Apocolocyntosis Divi Claudii’ de Séneca, encargado por el emperador Nerón.
6.- El emperador Claudio fue quien proclamó ‘Rey de los judíos’ a Herodes Agripa I.
7.- Según Graves, Mallorca era parte de las islas Hespérides, en el fin del mundo conocido por los griegos, donde se desarrolla el undécimo trabajo de Hércules, a quien se le ordenó robar las manzanas doradas de la Diosa Blanca… Graves afirma que en realidad eran naranjas y el mito sirve para explicar cómo los griegos aprendieron a cultivar dicha fruta.