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Un “buki” que canta, cuenta anécdotas y hasta toca timbales

Marco Antonio Solís es de aquellos artistas que atrapan a distintas generaciones. Con su romanticismo seduce tanto a jovencitas como a mujeres que sobrepasan los cuarenta años. Incluso tienen aceptación en muchos hombres, quienes con ojos cerrados y apretando sus vasos y botellas de licor cantaban a viva voz las canciones del buki.

Pero el casi eterno melenudo y barbado cantautor mexicano solo interpreta melodías suaves, casi siempre apoyadas por violines (en esta ocasión ejecutados por la Orquesta de Cámara de Guayaquil) y teclados. El de Michoacán sabe cómo hacer que su público se divierta a punta de canciones bailables, muy norteñas en las que él, incluso, se atreve a tocar los timbales con prolijidad.

El buki nunca está solo en el escenario. Sus conciertos se desarrollan con el apoyo de una banda de ocho miembros, de tres coristas, orquestas de música clásica y cuatro sensuales bailarinas.

Y aquellas féminas precisamente abrieron el espectáculo casi a las diez de la noche del sábado pasado en el estadio Alberto Spencer. Con ajustados trajes negros aparecieron de espaldas sobre la escalinata central del escenario que medía 20 metros de largo por 12 de fondo. Ellas se dispersaron por la tarima y se fueron por los extremos, mientras Solís extendía sus brazos en la cima de la escalera. Vestido de blanco inmaculado bajó cada peldaño, mientras que el guitarrista Óscar Fabián Pérez soltaba las primeras notas de Amor en silencio.

Al fondo del escenario, cinco pantallas LED proyectaban imágenes de rosas, océanos, parejas, e incluso los videos originales del mexicano, que ya luce una barba entrecana y que escogió Háblame y Ay de amores a amores, como la segunda y tercera canción de un repertorio con el que permaneció dos horas frente a su gente, que a cada rato le regalaba ramos de flores y hasta peluches.

Con Morenita Solís, quien cumplirá 52 años el próximo 29 de diciembre, le dio rienda suelta a su estilo grupero que lo caracterizó desde la década del 70 cuando formó Los Bukis junto con su primo Joel. El cantante tomó un sombrero blanco y bailó, casi zapateando. Era el momento para  ensayar un “flashback” en su trayectoria.

“Hermanitos, el amor no es imposible. No se detiene jamás. Lo que hay es desacuerdos o más bien poca inteligencia para retener toda esa energía que genera el amor”, decía Solís. De su garganta salieron de inmediato Mi eterno amor secreto y Ahora te vas, con una leve coreografía que tenía complicidad del bajista Fidel Arreygue, quien movía su cabeza de izquierda a derecha.

Solís sabe que sus canciones de la era con Los Bukis aún gozan de aceptación y complació a las cerca de 20 mil personas que acudieron al estadio. Por eso interpretó Cómo fui a enamorarme de ti, una que él recordó que la grabó en 1989, mientras el “staff” técnico colocaba los timbales para Solís, al extremo derecho de la tarima. El mexicano fue percusionista en Tú me vuelves loco. Su ejecución se fusionó con la del baterista Emilio García.

El buki relata anécdotas de las que, según él, basa sus canciones. “Tuve una novia muy celosa. Un día se dio el lujo de decirle adiós a este mexicanazo. Cuando pasó no había celulares. Me empezó a escribir, supongamos que fueron mensajes de texto. Sonaba el timbre y leía ‘te extraño más que nunca y no sé qué hacer’.

Al rato, otra vez suena el timbre y el mensaje ahora decía: ‘te has convertido en mi mayor necesidad”, relataba el cantante, quien también interpretó O me voy o te vas, Si te pudiera mentir (en la que  bromeó: “Los hombres no mentiríamos tanto, si ellas no nos preguntaran tanto”), Tu cárcel y A dónde vamos a parar, la más reciente; y la bailable Me gustas tanto que enloqueces (que también era la leyenda en letras rojas que el club de seguidoras Bukifanáticas llevaba en sus camisetas blancas).

Pasadas las once, Solís amagó dos veces con irse. En una de sus escapadas aprovechó para cambiarse su entonces empapada camisa blanca por una negra. Con esa pinta cantó la bailable Bésame así despacito, con un bailecito en el que  doblaba sus rodillas a medias cada vez que tocaban su saxofonista Elías Díaz, el trompetista Fernando Cruz y el trombonista Antonio González.

Las luces se apagaron. Parecía el fin del show, pero el público pedía Dónde estará mi primavera, que él de inmediato complació junto con Si no te hubieras ido, una de las más famosas de su catálogo, que se respaldó con un solo de guitarra algo rockero que ejecutó Pérez. Solís estaba de vuelta en la escalinata con la misma pose de brazos extendidos, con la que empezó esta historia.

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