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Imágenes sacras se 'lucen' en un taller ambateño
En un rincón céntrico de la vieja Ambato hay un negocio familiar como pocos. Tuvo su mejor temporada hace más de 40 años, cuando la restauración de imágenes religiosas y la confección de ajuares eran tan habituales como oír misa y confesarse a diario.
El taller y la tienda comparten un mismo espacio de 3 metros de ancho por 7 de fondo. Llegar allí es como entrar al pasado.
Las casas antiguas que todavía se levantan en el barrio Primero de Mayo son de adobe, bahareque y techado de teja.
Allí se encuentra una construcción de dos plantas y fachada de color naranja, que cuenta con un balcón y una vereda estrecha, cuya altura es el doble de alto que lo usual.
Sobre la puerta de madera se distingue un letrero que resalta: ‘Taller Margarita Segura de Paredes. Retoque, tallado de imágenes, arreglo de figuras artísticas’.
Solo quedan tres locales como este en la ciudad. Es el número 7-35 de la calle Colón, entre Pedro Vicente Maldonado y Fernández.
Cuando no es lunes, el trajín de la gente y de los vehículos es escaso y por momentos la calle asfaltada se queda silenciosa. Más aún el jueves, pasadas las 10:00.
La puerta del taller permanece abierta casi todo el tiempo, pero no se puede entrar de improviso. Hay una grada que ascender.
Tres personas están adentro. Son dos hombres y una mujer que aparentan tener edades similares (sobre los 60 años). Se tratan entre sí con familiaridad y confianza.
Ella se llama Margarita Segura. La acompañan su hermano Ángel y su esposo Galo Paredes. El escenario donde interactúan tiene un orden que solo ellos comprenden.
Dentro de tres vitrinas de vidrio con marcos de madera se exhiben imágenes religiosas que pertenecen a otras épocas. Hay vírgenes, Niños Jesús y santos diversos. También pequeños sombreros, mantos, cunas, capas, togas y más adornos.
Ángel Segura, de 70 años, es un supervisor jubilado del Ministerio de Educación. Sin nada mejor que hacer alterna su tiempo libre con el oficio de la restauración.
Más lo hace por no olvidarse que por necesidad. “Mi padre Luis Genaro Segura, que llegó de Guaranda y murió a los 80 años, en 1980, me enseñó todo lo que sé. Mi madre, Hortensia Solís, confeccionaba los mantos y falleció lejos de su querida Guayaquil”.
Por sus manos han pasado efigies elaboradas en yeso, cerámica, resina, fibra de vidrio y, generalmente, madera. “A veces tengo que esculpir y modelar la parte dañada.
Esto puede tomar días o semanas. El costo varía entre 15 y 1.500 dólares. Nuestra temporada alta del año empieza en septiembre y culmina en diciembre, aunque a veces se extiende hasta enero”, explica Ángel.
Este oficio se volvió un arte en extinción en Ambato que muchos aprecian por tradición y también por fe. Llegó hace más de 60 años a esta ciudad, pero es más añejo.
Para Ángel la agonía de este trabajo empezó cuando los católicos empezaron a cambiar de religión. Muchos se volvieron testigos de Jehová, mormones, evangélicos, adventistas y más. “Dejaron de vestir santos y de renovarlos. Con eso aceleraron el fin de una época”, comenta Ángel con pesar.
Detrás del mostrador hay una pequeña sección de costura con una máquina de coser, hilos, telas y una mesa de madera con estantes donde reposan unas 50 imágenes que llegaron allí por algún motivo y que luego sus dueños abandonaron.
Allí los esposos complementan sus habilidades. “He dedicado a esto 40 de mis 57 años. Con este taller mis padres sacaron adelante a sus ocho hijos. Aprendí observando a mi madre. Antes ocupábamos terciopelo, pero ahora usamos gamuzas, telas de organzas, brocados, mullos y otros objetos”, explica Margarita sin abandonar la gentileza y el buen humor.
Su destreza es tal que puede confeccionar un ajuar completo para un Niño Dios del tamaño de un dedo meñique. Sus obras han salido del país a Estados Unidos e Italia y se lucen en procesiones multitudinarias de imágenes famosas como la Virgen del Cisne y la de Baños de Agua Santa.
Su compañero de taller y de la vida es Galo Paredes. Es un ingeniero comercial que aprendió a tallar y arreglar las imágenes.
“Las dejo listas para pintar. A veces uso moldes, otras hay que empezar de cero basándonos en una foto que trae el cliente. Tengo 50 años y llevo en esto 33”. (I)