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Johan Cruyff, leyenda y encarnación del 'fútbol total'
Cruyff llevaba 24 años sin fumar cuando en una revisión médica rutinaria le detectaron la dolencia en los pulmones. El legendario futbolista y DT de una época gloriosa del Barça falleció a los 68 años.
Johan Cruyff 1947-2016 (RIP)
— Johan Cruyff (@JohanCruyff) 24 de marzo de 2016
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El fútbol mundial llora su muerte. No es para menos. Ganador de tres Balones de Oro, Cruyff revolucionó este deporte con un repertorio ofensivo inimitable. Tanto era su talento que, sin ganar un solo campeonato del mundo con su selección, integra el mejor cuarteto de todos los tiempos junto a Di Stefano, Pelé y Maradona.
Formado en la cantera del Ajax de Ámsterdam, Cruyff debutó en 1964 con solo 17 años. Durante los 9 años siguientes, Cruyff conquistó 6 Ligas y 4 Copas holandesas, 3 Copas de Europa, 1 Copa Intercontinental y 1 Supercopa de Europa. Un hito que terminó por convertirle en el mejor jugador europeo de todos los tiempos. Su fichaje por el FC Barcelona en 1973 cambió la vida del club.
Era extraordinario. A su habilidad para conducir la pelota se unía un cambio de ritmo vertiginoso que aterraba a sus rivales. Sin embargo, la enorme creatividad del ‘Flaco’, como le llamaban en Barcelona, se diluía en la altivez e histrionismo que demostraba en las canchas, con sus compañeros, con el árbitro e incluso con los aficionados que recriminaban su actitud.
Desde su etapa juvenil en el Ajax, Cruyff siempre fue un jugador con opiniones propias y la lengua afilada. Nunca pensó como los demás. Su relación con su descubridor, Rinus Michels, solo se normalizó a través de un proceso intelectual. Los dos tenían algo de visionarios en un equipo que marcó una época.
En términos casi religiosos, el Ajax de Cruyff significó la rebelión total contra el dogma del catenaccio italiano. Y él era el profeta de aquella nueva corriente. Su aproximación al juego se relacionaba con la belleza, la arquitectura espacial del fútbol, la voluntad de ataque, la precisión, la velocidad, la técnica, la cohesión colectiva y el deseo de trascender el resultado. Cruyff no nació para el aburrimiento.
Como estratega demostró inmediatamente la coherencia de sus ideas, por locas que parecieran. Restauró al Ajax como uno de los equipos más atractivos de Europa y estableció un ideario que fue la envidia del fútbol mundial. Jugadores como Van Basten, Rijkaard o Bergkamp se adiestraron con él, pero su destino glorioso no estaba en Ámsterdam, sino en Barcelona.
Cruyff fue contratado en julio de 1988. El equipo ‘culé’ acababa de padecer una de las peores crisis de su historia. El trauma de la derrota en la final de la Copa de Europa de 1986 disputada en Sevilla había destruido el club. Su fichaje fue la última bala para una directiva al borde del destierro por aclamación popular. En su primera temporada, el Barça ganó la Recopa de Europa al París Saint Germain, sin imaginar que allí comenzaba una gran serie que culminaría tres años más tarde. Pero ese título era caza menor para un gigante como es el club ‘blaugrana’. El equipo hegemónico seguía siendo el Real Madrid. La segunda temporada no ayudó a la causa de Cruyff. Descolgado en la liga, solo le quedaba la oportunidad de vengarse en la Copa del Rey ante su gran adversario. Entonces, pocos apreciaban la profunda transformación que había comenzado. Cruyff seguía siendo un enigma.
Pero en la pizarra daba ya sus pasos más estrafalarios y brillantes. Le gustaba cambiar las piezas a deshora. El gigantesco central Alexanco aprendió a rematar como delantero de últimos recursos y Goikoetxea cambió el extremo derecho por el lateral izquierdo. Cruyff lo transformó todo en el Barça. Lo que ha venido después lleva su sello. Así lo entendieron hasta las cámaras de televisión cuando le enfocaron a él primero saltando una valla tras el histórico gol de Ronald Koeman en la final en Wembley ante la Sampdoria. Sin él, no existiría el Barça sideral que hoy provoca admiración mundial. (I)