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Ariel Holan, el estratega que admira a Steve Jobs
“No sé, no sé, no sé, no puedo hablar, es para mi papá primero. No puedo hablar. Es para la gente que trajo Independiente. No puedo hablar”. Ariel Holan no podía hablar, efectivamente, envuelto en un llanto franco, genuino y contagioso.
“Es muy fuerte, es un sueño. No me quiero despertar”, dijo el DT del campeón sudamericano, apenas consumada la consagración del ‘Rojo’ tras el empate ante Flamengo en el Maracaná. La Copa Sudamericana volvió a Avellaneda luego de siete años y fue este hombre, surgido del ambiente del hockey sobre césped, de 57 años, el gestor del equipo que logró la hazaña. Con un elemento extra: es hincha del club.
Por eso era comprensible la emoción, que se percibió a lo largo de toda la nota. “Es mi club, lo amo con toda mi alma”, insistió. Le agregó valor: “En este estadio mítico, uno de los más grandes de la historia, Independiente logró ganar un título acá por tercera vez en la historia”.
Fanático del ‘Rojo’, el entrenador apeló a su conocimiento histórico del club para revertir siete años de sequía. El rol de los ídolos, la relación con su padre y el fanatismo por la tecnología
La voz de Ariel Holan colisionó de frente con Independiente mucho antes de su carrocería, su figura. Un audio de WhatsApp dando detalles específicos relacionados con la identidad y la historia del club retumbaron más fuerte que los resonantes gritos de refuerzos o recambio absoluto que llegaban desde otros rincones.
“Del 60 al 70 fue un equipo de mucho corazón y un par de jugadores de talento, del 70 al 84 tuvimos la época más brillante, primero por Bochini y Bertoni y después por Burruchaga, Marangoni y Giusti. Luego, en el 94, tuvimos un gran equipo que ganó la Supercopa. A partir de ahí Independiente entró en una confusión de identidad, sin idea de juego. Desde lo emocional tengo un compromiso intachable con mi club”, advertía Holan en la presentación íntima a los dirigentes que alguien filtró a los medios de comunicación para ensuciar su imagen.
El hombre de los drones, bautizado como el ‘Steve Jobs del Conurbano’ cuando dirigía a Defensa y Justicia, llegó al ‘Rojo’ con poca espalda y muchas críticas por sus descripciones casi filosóficas sobre la crisis de identidad del club, su adhesión a la tecnología y el paso por el hockey femenino. “A mí me hace sentir seguro y eso es importante para transmitir ante el grupo”, había dicho sobre la tecnología que utiliza, cuando todavía dirigir al ‘Rojo’ era un sueño lejano.
Bohemio y admirador de Steve Jobs –a punto tal que llegó a vender un auto cuando estaba sin trabajo para comprarse una Mac–, Holan acercó a Ricardo Bochini, Daniel Bertoni, Miguel Ángel Santoro y Ricardo Pavoni a los futbolistas para que le cuenten en primera persona el significado de la camiseta que defendían.
A tal punto fue la simbiosis que el ‘Chivo’ fue el encargado de explicarle al plantel cómo se realizaba el mítico saludo que caracterizó al ‘Rojo’ en épocas de gloria. Empezó como un homenaje tras la muerte de ‘Pipo’ Ferreiro, pero cuando se repitió en la Libertadores de América y el estadio estalló, se adoptó nuevamente como emblema.
“Cuando levantaban los brazos significaba acercar el equipo a la eternidad –explicó Holan–, mostrar que teníamos valores. Las manos en alto era tener las manos limpias, que se dieran cuenta de que el que estaba adentro de la cancha era Independiente de Avellaneda, el gran campeón”. La reparación histórica estaba en marcha.
La argumentación histórica necesitaba un sustento fáctico. Sostuvo un invicto de 14 partidos desde su debut hasta la primera caída. Los tres puntos venían acompañados por un estilo ofensivo, directo y de compromiso, acorde con la historia. El círculo entre el decir y hacer confluyó en una misma desembocadura.
Detrás de su amor al club, estaba el amor a su padre. El que le enseñó a respetar a la institución. Ramón, cuando Ariel tenía 19 años, murió trágicamente en su taller de Lomas de Zamora. Debía honrar la memoria de su progenitor con un título. Y por fin lo consiguió. (I)