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Tangerines representa al país europeo en la 87 edición de los Oscar

¿La identidad nacional como motivo de guerra? (Video)

Ivo no es un ser amable y carismático, pero sí muy correcto en su pensar. Foto de genevaanderson.files
Ivo no es un ser amable y carismático, pero sí muy correcto en su pensar. Foto de genevaanderson.files
07 de febrero de 2015 - 00:00 - Walter Franco

Estonia, Georgia, Chechenia, los estados que formaron la desaparecida Yugoslavia y otras naciones del este de Europa cercanas también a los Balcanes, la antes mal llamada ‘Cortina de Hierro’, son recordadas en el mundo prácticamente por una historia de guerras y genocidios. Estos países han demostrado un potencial artístico contando sus historias a través del cine, lo que se comprueba nuevamente en el filme Tangerines –su título original es Mandariinid, en castellano literalmente mandarinas- que ha sido nominado al Oscar a Mejor película de habla no inglesa.

El audiovisual, coproducido entre Georgia y Estonia, aborda el conflicto de 1992 en la georgiana región de Apkhazeti a partir de la vida del anciano Ivo, dedicado a fabricar cajas para que su vecino y amigo Margus coseche sus mandarinas, mientras todos sus conocidos retornan a la natal Estonia.

A través de Ivo se revelarán rasgos de una sabiduría humanista. En el filme no importa si los georgianos matan a los habitantes de Apkhazeti y sus aliados chechenos o viceversa, sino por qué una generación se consume en la idea de matar.

A las puertas de la abandonada aldea en la que pululan Ivo y Margus la guerra se desarrolla sin que ellos o sus bienes resulten afectados.

Las mandarinas son solo una distracción o  el motivo superficial de la trama como sucedía en la cinta israelí, alemana y francesa Lemon Tree con el limonero que enfrentaba a la viuda palestina y al ministro de Defensa de Israel. En Tangerines son la justificación para la permanencia de Ivo en una región de Apkhazeti encendida por el conflicto, por más que parezca que donde Ivo y Margus no sucede nada y el tiempo se ha detenido para que ellos vivan tranquilamente en sus asuntos. Hasta que dos mercenarios chechenos y cuatro georgianos se balean a las puertas de la casa de Ivo, quedan malheridos y al intenso cuidado del anciano estonio, el checheno Ahmed y el georgiano Niko.

El segundo está  más grave ya que presenta una herida en la cabeza y está a la merced de un enemigo que aniquiló a sus tres camaradas y que juró vengar la muerte de su amigo de toda la vida y compañero de armas Ibrahim.

VIDEO

Gracias a la interferencia del estonio Ivo, siendo que Estonia es un país que nada tiene que ver en el conflicto bélico, Ahmed se compromete a no matar a Niko mientras no esté mejor de salud y mientras no esté totalmente fuera de la casa de Ivo.

En una tensión cotidiana en una pequeña vivienda de campo se generan situaciones de fuerte valor filosófico y a veces con tinte cómico por los choques culturales entre Ahmed y Niko, algo similar a lo visto en el filme No man’s land, coproducción de Bosnia y Herzegovina, Francia, Eslovenia, Italia, Reino Unido y Bélgica.

La fortaleza del filme Tangerines, sin desmerecer la dirección de Zaza Urushadze, está en su guion. El deleite del espectador está en las situaciones. Las actuaciones que apoyan el buen guion son las de Lembit Ulfsak, como Ivo, y Giorgi Nakashidze, como Ahmed.

En realidad, el protagonismo de la historia se debate entre el anciano estonio y el mercenario checheno, sus caracteres, personalidades y filosofías de vida. El respeto entre ambos toca fuertemente a Niko y Margus que son personas más afectas a su estado personal no tanto al prójimo. Con Niko eso se entiende desde su constante aparición en cámara, una vez recuperado de su herida en la cabeza, sentado a la mesa y reparando un casete que Ivo y Margus habían encontrado en sus bolsillos al acostarlo en una cama en casa de Ivo para que lo atienda el médico amigo Juhan. Para hacer más rara su historia, Niko resulta ser un actor de teatro que se enlistó para pelear por Georgia porque lo consideró su deber, y revela a Ivo que si no participó mucho en el cine es porque ya no hay dinero para hacer filmes.

Un contraste fuerte con Ahmed, un checheno fiel al islam que se unió a la guerra para proveer económicamente al bienestar de su familia.

Los encuadres y planos a cargo de Rein Kotov, combinados con la edición de Alexander Kuranov, están cargados de sensibilidad, emoción y sentimiento. Mientras los personajes se debaten más entre los deseos y las pasiones, ya que el momento más racional de la historia es el tercer episodio del filme, el de la resolución, donde Ivo y Ahmed revelan todas sus cartas personales. Con Tangerines se revela que ni estonios, georgianos ni chechenos son seres sanguinarios o sedientos de combate, sino personas con métodos de expresión diferentes a los de la sociedad occidental, con motivaciones complejas.

Las ideas, la construcción del mundo y del individuo, que presentan Ivo, Ahmed, Niko y Margus hacen que el espectador se cuestione si es que las identidades nacionales de cada uno realmente pesan tanto como se puede pensar en su participación en la guerra.

Al final se cuestiona si la guerra es tan horrible como parece o tan acaparadora de la cotidianidad de una nación.

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