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Chespirito, el ‘pequeño Shakespeare’ que casi perdió su nombre de pila

Chespirito, el ‘pequeño Shakespeare’ que casi perdió su nombre de pila
18 de febrero de 2013 - 00:00

Decía Rubén Aguirre, el eterno Profesor Jirafales, en una de las múltiples entrevistas acerca de Roberto Gómez Bolaños, que hace más de 40 años la creatividad de este último sigue impresionando tanto que el director de cine Agustín P. Delgado le indicó que es tan talentoso como William Shakespeare.

Aguirre agregó en su plática, que Delgado se detuvo unos segundos, vio la corta estatura de Gómez Bolaños y corrigió: “Bueno, un pequeño Shakespeare”. Y claro, Gómez Bolaños tomó ese halago como su nombre artístico, pero castellanizado como Chespirito. Hasta entonces, él era un activo guionista de radio y televisión, quien había empezado en 1958 tras dejar una carrera como ingeniero y cursaba en la Universidad Autónoma de México.

Poco imaginaba acerca del impacto mediático que ahora generan sus personajes como El Chavo del 8, El Chapulín Colorado, Dr. Chapatín, Chómpiras, Chaparrón Bonaparte, El Chanfle y otros, que curiosamente empiezan con la letra ‘Ch’, de Chespirito.

Y es que este escritor, dibujante, actor y más, quien cumplirá 84 años el próximo jueves, perdió prácticamente su nombre de pila. El arte lo heredó de su padre Francisco Gómez Linares, quien fue pintor e ilustrador, mientras que su madre se llamaba Elsa Bolaños Cacho y era secretaria bilingüe.

Lo de la actuación llegó como un efecto colateral después de haber escrito los guiones para los programas de los comediantes Viruta y Capulina. Eso le permitió alternar esa actividad con la de actor en la serie ‘Dos criados bien criados’, a inicios de la década del 60.

Pese a eso, no descuidaba la escritura y era quien estaba detrás de las situaciones hilarantes de espacios como ‘Cómicos y canciones’. Luego colaboró en ‘El estudio de Pedro Vargas’, hasta 1965.

Tres años más tarde Televisión Independiente de México (que luego al fusionarse con Telesistema Mexicano formaron lo que hoy se conoce como Televisa) inició sus primeras transmisiones y contrataron a Chespirito para que maneje un espacio de humor, que se derivó en ‘Los supergenios de la mesa cuadrada’, con el cubano Aníbal de Mar (el Tremendo Juez, de la Tremenda Corte), Ramón Valdez, Rubén Aguirre, quien entonces era conocido como el ‘Shory’ (destrucción del vocablo inglés ‘short’, que significa corto, aunque él mide 1.93 metros); y María Antonieta de las Nieves, quien ya era famosa por el doblaje al español del personaje de Eddie Munster y otras series estadounidenses de los 60.

La inclusión de ella en el elenco debía ser fugaz. Antes de aceptar el trabajo con Chespirito aclaró que ella es actriz dramática, no cómica, pero con el paso de los años y sin proponérselo se convirtió en La Chilindrina, un personaje que en más de una década le ha costado más de un dolor de cabeza a Gómez Bolaños, por la disputa de los derechos de autor. De hecho, aquel litigio terminó la amistad que había empezado hace cuatro décadas.

‘Los supergenios de la mesa cuadrada’ fue el germen del programa Chespirito, que en su primera etapa fue de 1970 a 1973, y la segunda de 1980 a 1995. Fue el espacio que dio origen a El Chavo y El Chapulín Colorado, los personajes más entrañables de Gómez Bolaños, y los que mayor impacto social han logrado a través de varias generaciones, aunque ya existía el Dr. Chapatín, que había surgido en ‘Los supergenios de la mesa cuadrada’.

El Chapulín Colorado nació en 1971 después del Dr. Chapatín, ese anciano médico, desactualizado, despistado, quien ataca con una bolsita de papel a quien se atreva a insinuar que es viejo.

18-02-13-mix-chapulin-chavoSolo a Chespirito se le podía ocurrir un personaje que parodiara a los superhéroes ‘gringos’ como Superman o Batman. De hecho, su apariencia es bufonesca, a través de un traje rojo con pantaloncitos amarillos, un corazón con la letra CH en el pecho y las “antenitas de vinil”, que -según él- pueden detectar la presencia del enemigo.  

La hilaridad se complementa con la personalidad torpe y a la vez bonachona del Chapulín. Esa torpeza se refleja en sus movimientos y frases patentadas como “calma, que no panda el cúnico”, en lugar de “que no cunda el pánico”. Se le agregan otras expresiones como “se aprovechan de mi nobleza”, cuando alguien le llama la atención; o “todos mis movimientos están fríamente calculados”, cuando se golpea o cae para justificarse.

Y ni qué decir de los enredos en sus refranes como “Cría cuervo y te sacarán los ojos” y “Dime con quién andas y te diré quién eres”, que al unirlos crea un disparate como “cría cuervos y te diré quién eres... no... dime con quién andas y te arrancaré los ojos... no... los cuervos andan con sus novias y los exnovios se ponen celosos y les sacan los ojos a los novios, pero no importa porque el amor es ciego... bueno, la idea es esa...”.

Sus armas, que también empiezan con “Ch” -para variar- también son un distintivo. Constan el chipote chillón, la chicharra paralizadora y las pastillas de chiquitolina.
Pero no existe otro personaje más entrañable que El Chavo, que nació en 1972 y poco antes había sido un ‘sketch’ cómico que formaba parte del programa Chespirito.

En el ‘sketch’, los personajes base eran interpretados por Ramón Valdez como un vendedor de globos, María Antonieta de las Nieves como una niña malcriada y Chespirito. Los dos primeros pasaron al elenco estelar del Chavo con los nombres de La Chilindrina y Don Ramón, el ocioso padre de ella.

Florinda Meza, quien actuaba en otro foro del canal, se integró como Doña Florinda, mientras que Carlos Villagrán, a quien Chespirito había descubierto en una fiesta con Rubén Aguirre, se convirtió en Quico (ahora ‘Kiko’ por la disputa de los derechos del personaje que mantiene con Gómez Bolaños).

La magia de El Chavo consiste en que hasta hoy sus repetidos chistes causan el mismo impacto hilarante porque sus personajes son universales, con los que cualquiera se identifica: pobres (El Chavo, La Chilindrina, Don Ramón), pelucones (Quico, Doña Florinda, el Señor Barriga, interpretado por Édgar Vivar), vagos (Don Ramón), misteriosos (Doña Clotilde, la bruja del 71, encarnada por Angelines Fernández), pretenciosos (el mismo Quico, Ñoño), los cursis (El profesor Jirafales y Doña Florinda, a quien se le dio ese romance ficticio para humanizarla y quitarle el membrete de la villana que cachetea a Don Ramón.

El programa declinó cuando renunciaron Valdez y Villagrán, y además en los primeros episodios fueron rechazados por el público, pero Chespirito siempre salió al paso con un “nunca pretendí que el público creyera que somos niños, sino que somos adultos interpretando a niños”. Es parte de la genialidad del ‘pequeño Shakespeare’ mexicano, quien varias veces la “muerte” en las redes sociales -por su deteriorada salud (incluida una operación de próstata)- le ha llegado, pero sigue campante a punto de cumplir 84 años.

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