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El Telégrafo

Jorge Saade el violinista amigo del mundo

Estudió violín con Elías Emen Safadi. Estuvo en el grupo scout del San José La Salle y fue compañero de Rafael Correa.
Estudió violín con Elías Emen Safadi. Estuvo en el grupo scout del San José La Salle y fue compañero de Rafael Correa.
09 de agosto de 2015 - 00:00 - Gerónimo Altamirano

Muy pocas personas pueden presumir de tener el trabajo ideal. Jorge Saade es uno de ellos. Para este virtuoso guayaquileño no existe nada más placentero que ejecutar su violín, pasión que disfruta desde que tiene uso de razón y por la cual, además de recibir una paga, ha podido recorrer varias ciudades en por lo menos 42 países en los 5 continentes.

Es por eso que se siente un hombre “privilegiado y bendecido” porque más allá de conjugar el trabajo y el placer, ha sumado una serie de anécdotas y experiencias inolvidables que le han dejado un montón de amigos, de hecho, en la Vcard de su smarthphone tiene más de 7 mil contactos.

Varios de ellos los hizo desde su despacho, durante su gestión como Director Cultural de Guayaquil, cargo que desempeño por casi 5 años y que dejó para dedicarse por completo a sus compromisos musicales que lo llevarán por diferentes ciudades de Canadá, Malasia, Argentina, República Dominicana, Estados Unidos, Belarús, entre otros países.

La historia del llamado, ‘violín de América’ comenzó a la edad de 6 años, motivado por su madre, quien era una amante de la música clásica que escuchaba todas las tardes desde una consola.

A los 7 años empezó a estudiar en el Conservatorio de Música Antonio Neumane, pero cuando este estuvo cerrado por años, recibió clases particulares de Elías Emen Safadi, sobrino de Nicasio Safadi, amigo de la familia y a quien llegó a considerar un segundo padre.

“Yo lo quería mucho. Era como un padre para mí. Aún conservo los cuadernos con los estudios y piezas que me escribió. Él se las sabía de memoria porque era violinista de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil. Yo pasaba en su casa todas las tardes ensayando y hasta me daba de comer. Me decía que era su hijo espiritual y que tenía que estudiar de manera profesional”.

A la par, Jorge estudiaba en el colegio San José La Salle, donde fue un alumno ‘promedio’ de la especialidad de Físico Matemático. “No era ni de los mejores, ni de los peores. La verdad es que iba al colegio porque tenía que ir. El colegio para mí no era trascendente, yo quería graduarme e irme”.

Durante esos años también formó parte de un grupo scout. Allí conoció a Rafael Correa, presidente de la República, con quien mantuvo siempre una buena relación. “Él era el jefe de la tropa y tenemos muy buenos recuerdos de esa época. Aunque muchos hemos cambiado, Rafael es genio y figura de cómo era de chico. Su carácter no ha cambiado”.

Cuando se reabrió el conservatorio bajo la dirección de Beatriz Parra, Jorge volvió a las aulas de música y consolidó sus conocimientos con los maestros Lemmo Erendi y Andrei Podgorny, además se hizo amigo de reconocidos artistas como Astrid Achi, Luis Silva, Francisco Viteri, Beatriz Gil, entre otros.

A los 15 años ya era miembro de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, en la que fue ‘colega’ de muchos de sus profesores.

Su esfuerzo y dedicación durante los 10 años de estudio musical lo convirtieron en el mejor graduado; por ello recibió una medalla de oro y realizó su recital de grado con el maestro Jaime León.

En 1990 viajó a Miami-Estados Unidos, en donde tomó clases privadas con Thomas Moore, quien le ofreció una beca en la Escuela de Música Frost, donde se licenció. Actualmente, realiza un doctorado en Ciencias sobre Arte en el Instituto Superior de Artes de Cuba.

También se hizo merecedor de una beca en la Universidad Católica de América, en Washington, e hizo una maestría con el famoso violinista Robert Gerle; luego de ello fue el primer ecuatoriano en realizar estudios con el afamado instrumentista Ruggiero Ricci, en el prestigioso Instituto Mozarteum, de Salzburgo-Austria.

Por su constante participación en programas didácticos y aportar con la difusión del arte ecuatoriano, Saade sirvió al país como Agregado Cultural y Prensa en la Embajada ecuatoriana en Washington y ante la Organización de Estados Americanos (OEA).

Sin embargo, nunca se alejó de los conciertos didácticos, de los estudios de música y, por supuesto, de su familia. En Miami y en Washington nacieron 2 de sus hijas, mientras que la última llegó al mundo en Guayaquil.

Conociendo el mundo

Tras regresar a Guayaquil, Saade retomó por completo su vida artística y se presentó en espacios importantes como el Carnegie Hall (Nueva York); Purcell Room Royal Festival Hall (Londres); el Beethoven Haus y el castillo Troisdorf, (Alemania); la Sala Mayor de la Unesco (París), la Sala de Mármol y el Duna Palato (Budapest); la tumba de Napoleón, en París, entre otros.

Estas participaciones le han dado fama y prestigio mundial y lo han hecho merecedor de múltiples reconocimientos: recibió las llaves de la ciudad de Miami y también fue declarado Embajador Cultural del Ecuador en el gobierno de Gustavo Noboa; posteriormente recibió las condecoraciones Al Mérito Cultural Dr. Vicente Rocafuerte; Al Mérito Cultural José Joaquín de Olmedo y la Orden Nacional al Mérito, en grado de Gran Oficial, la más alta distinción que otorga el Estado ecuatoriano.

Se ha presentado en más de 30 países incluyendo Alemania, Austria, Italia, España, Francia, Bélgica, Holanda, Hungría, Inglaterra, Líbano, Rusia, Turquía, Suiza, El Vaticano, Colombia, Chile, Argentina, Honduras, Cuba, México, Brasil, entre otros.

A inicios de 2011 asumió la Dirección Cultural de Guayaquil y ha estado al frente de varios eventos culturales en los 9 espacios que están a su cargo. “Una de las actividades o proyectos más importantes que hicimos fue volver a los estudiantes a los museos, aunque aún hay mucho por hacer en ese tema —porque creo que los chicos deben aprender historia en los museos—. En Guayaquil la gente no acostumbra ir a los museos, pese a todos los esfuerzos que las autoridades hagan. Hay que sembrar en los niños”.

También recuerda con orgullo la realización de la muestra Erotopías, cuerpo y deseo, en la que a través de dibujos, pinturas, acuarelas, óleos y acrílicos de artistas ecuatorianos, resaltó la feminidad y sensualidad de la mujer. “Con esta muestra se reabrió el MAAC y fue increíble la respuesta del público. Todo el equipo hizo un trabajo extraordinario”.

Jorge Saade y el guitarrista Julio Almeida formaron el dúo Paganini con el que realizaron una extensa gira por varias ciudades de Latinoamérica y Europa. También han grabado varios discos en vivo.

Otras de las muestras que recuerda con emoción es la exhibición de violines hechos por luthiers (artesanos) ítalo-argentinos, desde fines del siglo XIX al siglo XXI, bajo la curadoría de Lionel Genovart.

“Por obvias razones ese es uno de los eventos que más recuerdo por mi profesión musical y porque además fue la primera vez que este tipo de exhibición de realizó en América Latina. Se dieron charlas y conferencias y vinieron muchos estudiantes. Era como estar en los grandes museos europeos. Fue fantástico”.

Pese a este trabajo, no descuidó su pasión musical y pudo atender las invitaciones que le hicieron en países como Estados Unidos, Perú, Colombia, China, Qatar, Malasia, Australia, México, entre otros.

“No me puedo quejar de nada. He sido bendecido con una familia maravillosa y un trabajo que me permite hacer lo que más me gusta y recorrer el mundo, visitar la Gran Muralla China; uno de los budas más grandes del mundo, en Japón, o ver las pirámides de Egipto... es maravilloso”.

En sus recitales, además de las obras clásicas de Mozart, Vivaldi, Paganini, entre otros, Saade incluye repertorio de música ecuatoriana compuesta por Gerardo Guevara, Sixto María Durán, Corsino Durán Carrión, Enrique Espín Yépez, entre otros.

“Siempre la música ecuatoriana ha sido bien recibida en cada una de mis presentaciones en todo el mundo. Les llama mucho la atención y para mí es un orgullo porque nuestras composiciones son exquisitas”, comenta.

Sobre la apertura de la música académica en Ecuador, Jorge opina que sí hay un público que la disfruta y que no necesariamente tiene conoce su técnica.

“Si te gusta la balada no necesariamente conoces de dónde vino, dónde nació, cuál es su composición armónica o rítmica. La escuchas, te gustó y eso es todo. Lo mismo pasa con la música académica. Obviamente hay algunas melodías más densas que otras que son más fáciles de disfrutar, pero como en todas las cosas, son procesos. Es como el vino: al principio te tomas cualquiera, bebes más y vas refinando el paladar y comienzas a probar otros, te vuelves más exigente y lo disfrutas de otra manera. En la música académica pasa lo mismo”.

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