Raiza, una niña de 11 años  de la Amazonía ecuatoriana, no ha podido ir a la escuela desde que las clases presenciales se suspendieron por la pandemia del covid-19. Ella vive en Pandayacu, una comunidad remota.

Sin ir a la escuela, sin acceso a internet, sin celular ni televisión en su hogar, el aprendizaje de Raiza solo ha sido posible gracias a las visitas de su profesora, Doris, quien cada semana llega hasta su hogar.

Como ella, en la región de América Latina y el Caribe cerca de 154 millones de niños y niñas quedaron temporalmente fuera de las aulas de clase.

“Raiza es una de mis estudiantes más juiciosas. Me saluda con mucha alegría cuando vengo a visitarla para entregarle su material de estudio. Su madre también es un gran apoyo y le ayuda mucho con sus tareas”, dice Doris, su maestra.

La docente se desplaza hasta los hogares de sus estudiantes para entregarles los materiales de estudio, que incluyen asignaturas tradicionales, pero también actividades para hacer en familia como recetas de cocina, manualidades y mensajes de prevención del contagio.

Esta niña forma parte de un programa de educación dirigido a niños con rezago escolar, que surgió en 2016.

Para responder a la emergencia actual, con el apoyo de Unicef y el socio de implementador Desarrollo y Autogestión (DyA), los docentes adaptaron las guías de estudio para ayudar a cerca de 1.200 niños en Ecuador en un riesgo similar de quedarse atrás.

Varios de estos niños y niñas están en situación de vulnerabilidad y han sido afectados por contextos de migración, violencia doméstica, trabajo infantil y en algunas ocasiones creencias culturales que no promueven la educación temprana de los niños, especialmente de las niñas”, asegura Nancy Torres, coordinadora del Programa de Nivelación y Aceleración Pedagógica en DyA.

Esta iniciativa de aprendizaje es parte de la respuesta educativa de Unicef en Ecuador para apoyar la continuidad de la educación. (I)