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El Telégrafo
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Revés en el tratamiento del alzhéimer

Revés en el tratamiento del alzhéimer
14 de enero de 2018 - 00:00 - Agencia AFP y Redacción

Una molécula considerada prometedora contra la enfermedad de Alzheimer no mostró la eficacia esperada en una serie de ensayos clínicos cuyos resultados se publicaron el martes pasado en el Journal of the American Medical Association (JAMA).

Estudios anteriores habían permitido pensar que la idalopirdina, del grupo farmacéutico danés Lundbeck, podía mejorar las capacidades cognitivas en personas con enfermedad de Alzheimer tratadas previamente con fármacos existentes para minimizar los síntomas, sin detener el desarrollo de esta degeneración neurológica incurable.

Un equipo internacional de investigadores realizó tres ensayos clínicos en 34 países con 2.525 pacientes de al menos 50 años de edad en una fase moderada de la enfermedad de Alzheimer. Entre el 62% y el 65% de los participantes eran mujeres.

Los ensayos, cada uno con una duración de 24 semanas, se realizaron entre octubre de 2013 y enero de 2017.

Los participantes fueron seleccionados al azar para tomar una determinada dosis de idalopirdina o bien un placebo con otro tratamiento existente contra el alzhéimer.

“Los resultados fueron decepcionantes porque esta nueva molécula no hizo nada para mejorar la cognición de los participantes o para contener su declive cognitivo independientemente de la dosis”, escriben los autores. “Estos resultados muestran que la idalopirdina no debe usarse para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer”, concluye el equipo de científicos, que incluye a Alireza Atri, del centro médico California Pacific, en San Francisco.

Según la Organización Mundial de la Salud, más de 36 millones de personas en todo el mundo sufren demencia, de los cuales la mayoría padece la enfermedad de Alzheimer. Se espera que este número se duplique para 2030 y se triplique para 2050, llegando a 115,4 millones, si no se descubre un tratamiento efectivo en los próximos años.

Pero aunque las cifras tienden a aumentar, no se puede considerar que estemos ante una epidemia sino ante una población que tiene muchos más años. La gente está viviendo mucho más tiempo, así lo aseguró en diciembre pasado Raúl Arízaga, médico neurólogo, miembro de los Grupos de Neuroepidemiología, Neurología de la Conducta y Neurología Geriátrica de la Academia Americana de Neurología.

La demencia es un síndrome que implica el deterioro de la memoria, el intelecto, el comportamiento y la capacidad para realizar actividades de la vida diaria. Es una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores en el mundo entero. Tiene un impacto físico, psicológico, social y económico no solo en las personas que la padecen, sino también en sus cuidadores, sus familias y la sociedad en general.

Aunque los principales afectados son personas mayores, no constituye una consecuencia normal del envejecimiento. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, hay cerca de 50 millones de personas que padecen demencia, y cada año se registran cerca de 10 millones de casos nuevos. La enfermedad de Alzheimer (EA), que es la forma más común de demencia, acapara entre el 60% y el 70% de los casos.

“Es interesante la situación del alzhéimer. Hace años se decía que teníamos una epidemia de alzhéimer. Y no la hay. Lo que hay es un aumento de la población añosa, que es el primer factor de riesgo -el avance de la edad-, pero esto no significa que haya más EA que antes”, dijo Arízaga. Aunque la edad es el principal factor de riesgo de demencia, la enfermedad no es una consecuencia inevitable del envejecimiento. Además, la demencia no afecta exclusivamente a personas mayores. Existen formas tempranas en las que se da la aparición de los síntomas antes de los 65 años que representan hasta el 9% de los casos.

Algunas investigaciones han revelado una relación entre la aparición de deterioro cognitivo y factores de riesgo relacionados con el modo de vida que también son comunes a otras enfermedades no transmisibles, tales como la inactividad física, la obesidad, las dietas malsanas, el tabaco y el consumo nocivo de alcohol, la diabetes y la hipertensión. (I)

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