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El colorido de tres regiones brilla en el mercado artesanal

Doña Guillermina Cruz administra dos locales donde vende artesanías provenientes de provincias como Manabí, Imbabura y Napo, en módicos precios que van desde $ 1 y en materiales exóticos como tagua.
Doña Guillermina Cruz administra dos locales donde vende artesanías provenientes de provincias como Manabí, Imbabura y Napo, en módicos precios que van desde $ 1 y en materiales exóticos como tagua.
Fotos: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO
14 de agosto de 2018 - 00:00 - Redacción Intercultural

Cualquier sitio que alguien escoja para ingresar al mercado artesanal, ubicado en Montalvo y Alfredo Baquerizo, en el centro de Guayaquil, tendrá el mismo colorido que destellan prendas en lana y objetos elaborados en una amplia gama de materiales, que van desde madera hasta cuero.

Siempre hay movimiento, asegura Guillermina Cruz Jordán, quien desde hace 34 años administra un local donde vende artesanías variadas. Entrar a su espacio garantiza envolverse en los sonidos que producen los timbres de viento que cuelgan y se mueven si una persona tropieza con ellos.

El mercado fue inaugurado en 1982 y doña Guillermina llegó al año siguiente. Inicialmente el centro artesanal fue conocido como el de “los siete alcaldes porque dicen que fueron algunas administraciones las que impulsaron su construcción”.

Los objetos desarrollados en madera llegan, en su mayoría, desde cantones de la Sierra como Otavalo o Ambato.    

Entre los artículos que ofrece, desde el módico precio de $ 1, están unos adornos pequeños elaborados en tagua y una nuez endémica del país también conocida como “marfil vegetal” por su dureza. El producto es manufacturado en Manabí.

Doña Guillermina explica que tienen proveedores de las tres regiones del país, aunque admite que los más solicitados son los que provienen de la Sierra. “Llaman muchísimo la atención sus artículos por los colores encendidos”, acota. La mayoría de los vendedores del mercado proviene o tiene familia en la serranía. Aún puede encontrarse a los más antiguos, aquellos que están incluso desde antes de la inauguración de la infraestructura.

Uno de ellos es Francisco Astudillo, pintor de 85 años que, asegura, inicialmente fueron cinco personas -él inclusive- las que comenzaron a trabajar en el tradicional mercado.

De aquella generación, don Francisco es el único que queda. Ha sido testigo de los cambios en la administración y considera que la más reciente es la que mejores resultados ha dado. “Antes había muchas peleas pero el Municipio puso orden y todos nos beneficiamos”.

Astudillo admite que no se ha ido porque se siente parte del lugar. “Es la costumbre... No creo que me sienta cómodo en otro sitio, así sea más grande”, comenta.

El edificio del centro artesanal ocupa una cuadra, es de dos pisos y alberga 250 locales comerciales. En el lugar se encuentran talleres especializados en joyería, maletería, relojería, además de productos en materiales como cuero, madera, tejidos, paja toquilla, acero, cobre, plata, entre otros.

Entre los artesanos y comerciantes consultados  coinciden en que la mejor temporada para las ventas comienza en julio y se extiende hasta enero del siguiente año.

Entre los que llegaron durante los últimos 20 años está Germán Conejo, oriundo de Otavalo, provincia de Imbabura. En su puesto oferta diversas prendas de vestir elaboradas en algodón y lana, así como otros objetos de los mismos materiales, como hamacas y bolsos.  

Para don Germán, el sitio cuenta con una amplia acogida y las ventas son buenas. En cuanto a la temporada alta manifiesta que se debe, principalmente, a la presencia de turistas extranjeros. “Podríamos decir que ellos son nuestros mejores compradores”. Interrumpe su declaración para atender a un par de damas interesadas en llevar uno de los vestidos que hay por miles en el mercado. (I) 

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