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El Telégrafo
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Displasia de cadera: lesiones que no se pueden prevenir

La piel que tiene contacto con el arnés se la debe mantener limpia y seca para reducir el riesgo de irritación. Su uso depende de la reacción de cada niño.
La piel que tiene contacto con el arnés se la debe mantener limpia y seca para reducir el riesgo de irritación. Su uso depende de la reacción de cada niño.
Foto: internet
05 de noviembre de 2017 - 00:00 - Redacción Séptimo Día

Evelyn tiene cuatro meses de edad y hace seis semanas usa un arnés que sostiene sus piernas hacia arriba, pegadas a su cadera. Parece que no le estorban las correas, pues con facilidad se acomoda en el pecho de su madre para seguir durmiendo.

Junto con ella, en la sala de espera de un médico traumatólogo pediátrico de la capital, hay siete menores más, ninguno pasa del año de edad. Todas son mujeres y usan algún tipo de rudimentario aparato en sus piernas y, aunque les dificulta en su movilidad, ninguna deja de ser curiosa, juguetona, gritona y risueña.

Las madres -en confianza- conversan sobre el tema que tienen en común: sus hijas y los problemas que tienen en sus caderas.

Dificultades para darles el pecho o el biberón, para amarcarlas y arrullarlas, o para enseñarles a gatear, son algunas de sus experiencias frecuentes que estas progenitoras trasnochadas tienen.

La displasia de cadera es muy común en los recién nacidos y lo es mucho más en mujeres. Esta afección consiste en que el acetábulo, que es la cavidad de la cadera donde entra la cabeza del fémur, no alcanzó a madurar correctamente, su  formación cóncava no es la adecuada. A su vez la displasia también se refiere cuando la cabeza del fémur tampoco maduró de forma apropiada impidiéndole conectarse con la cadera.

La piel que tiene contacto con el arnés se la debe mantener limpia y seca para reducir el riesgo de irritación. Su uso depende de la reacción de cada niño.

Otra afección muy común en la cadera de los recién nacidos es la luxación que es cuando la cabeza del fémur está totalmente fuera de su puesto en la cadera. El traumatólogo Germán Salazar aclara que no necesariamente una cadera displásica está luxada. 

“Una cadera displásica puede estar en el puesto con displasia o puede estar fuera del puesto luxada con displasia”, explica Salazar. Agrega que los menores que tienen una cadera luxada que no ha sido tratada, cuando empiezan a caminar por lo general lo hacen con cojera.

Aunque no se han determinado las causas exactas del porqué se da esta afección,  docentes del Servicio de traumatología y ortopedia del Hospital Universitario de Caracas, Venezuela, dan algunas pautas. Por ejemplo, hay mayor posibilidad de esta afección en los primogénitos, depende de diversos factores como posición defectuosa del embrión en un medioambiente no distendido, esto porque el útero de las primerizas es más rígido, sus músculos abdominales son más potentes y tensos y en la parte posterior tiene una estructura rígida de la columna vertebral.

De acuerdo con los médicos, el 56% de lactantes con esta afección provienen de una madre primeriza en quienes predominan estos factores.

Además -continúan sus aseveraciones- la ocurrencia de la displasia es tres veces mayor en el lado izquierdo que en el derecho. Se estima una frecuencia de 60% en el lado izquierdo, 20% en el lado derecho y 20% bilateral. El predominio en el lado izquierdo se debe a que el feto se coloca con el dorso hacia el lado izquierdo de la madre, con lo cual la presión de la estructura ósea de la columna vertebral actúa sobre la articulación del fémur con la cadera de ese lado.

Según Salazar otras causas son genéticas, si un familiar cercano tuvo displasia las posibilidades de padecerla suben.

La frecuencia de esta enfermedad es muy variable. Existen diversos estudios, uno habla que el promedio es de 1 a 1,5 por cada 1.000 personas, aunque se debe tomar en cuenta aspectos geográficos y raciales.

El diagnóstico precoz es la clave para restablecer la morfología de la articulación. Para Salazar es fundamental realizar el control de las caderas del infante desde que nace. Incluso, asegura que  debido a que es tan común esta afección en otros países han optado porque los ortopedistas evalúen a todos los bebés al momento del nacimiento y les realicen un eco.

“Con esos dos controles se puede hacer un diagnóstico oportuno y se evitan complicaciones en la vida adulta”, dice el traumatólogo. 

Existen maniobras físicas especiales para identificar estas lesiones. Por ejemplo, el especialista observa si se abren o no las caderas del bebé, si estas suenan o si la longitud de ambas piernas no es la misma.

Pero no se puede concluir que el menor tiene displasia o luxación solo con exámenes físicos. Es necesario una ecografía para medir la angulación del acetábulo. Solo con estos datos completos en mano se puede empezar un tratamiento el cual dependerá del grado de gravedad de la lesión.

Existen varios grados de displasia. Según Salazar, en términos generales, se puede considerar una displasia leve cuando está comprometido el acetábulo y la cabeza del fémur está en el puesto, otro grado es cuando la cabeza está en el borde del acetábulo y un grado más severo es cuando la cabeza del fémur está totalmente por fuera, es decir la cadera puede estar en el puesto, subluxada o luxada.      

Los tratamientos consisten en levantar la piernas del menor hacia los lados para que la cabeza del fémur se centre y vuelva a su puesto en la cadera. Se utilizan algunos aparatos acordes con la gravedad de la lesión y a la edad del paciente. Por ejemplo, en niños menores de un año de edad, se usa el arnés de pavlik. Con unas correas especiales se flexionan las piernas del bebé en un ángulo de 90 grados.

La duración del tratamiento depende de cada niño, será el tiempo que sea necesario hasta que, por ejemplo, se vuelva a formar la esfericidad de la cabeza del fémur.

El avance se calcula midiendo el ángulo de inclinación del acetábulo. Lo normal es que este sea de 30º al nacer, de 26º a los tres meses, de 23º a los seis meses, de 22º a los nueve meses y de 19º a los dos años de edad. Cuando el ángulo llega a su posición normal, el tratamiento concluye.

Los ángulos se los pueden medir en una radiografía, pero estos funcionan después de los dos meses de vida del infante. Antes, en la radiografía se observan solo cartílagos. En ese caso se realiza una ecografía que no causa daño al bebé.

Después del año de edad, en el tratamiento se usa la férula de aros que es más firme y resistente a la fuerza del niño. El objetivo es el mismo.

Si el tratamiento fue exitoso, la lesión no vuelve a aparecer. Pero si estas opciones no funcionan se requiere una corrección quirúrgica en la que se realiza una osteotomía de reorientación, que consiste en cortar el hueso en el fémur, en la pelvis o en ambas para que todos los huesos vuelvan a su posición.  

Con los tratamientos se busca evitar además que se desarrolle una artrosis en la cadera. Si esta ya aparece la persona tiene dos alternativas, osteotomías de salvataje o prótesis de cadera.     

“Mientras más temprano se haga el diagnóstico de displasia es mejor”, dice Salazar.

Si no se da un tratamiento oportuno, la cadera adquiere de manera definitiva esa forma incorrecta. En la adultez este tipo de lesiones son muy graves, habitualmente requieren prótesis. Estos casos, dice Salazar, son frecuentes en Latinoamérica porque no se descubren a tiempo  estas lesiones.

“Si detectásemos oportunamente la displasia de cadera en el bebé, no tendríamos después muchos pacientes que requieren prótesis en esa parte del cuerpo por estas causas”, comenta el profesional. (I)

Con un control físico adecuado se puede detectar una displasia

Se podría tratar de una displasia o luxación cuando la cadera suena de una forma particular cuando se la abre y se la cierra, cuando el bebé no puede mover el muslo hacia afuera de la cadera o cuando una pierna es más corta que la otra. La desnivelación de los pliegues grasos del muslo alrededor de la ingle o de las nalgas es otra señal.

El traumatólogo Germán Salazar explica que hay dos maniobras físicas especiales para identificar esta afección, la de Barlow y la de Ortolani.

Una vez recostado el bebé boca arriba, en la primera se sujeta con una mano la pelvis del infante y con la otra se flexiona la cadera en 90 grados y se aduce, se la aproxima hacia el medio mientras se empuja con el pulgar suavemente la cara interna y próxima al muslo. Durante la aducción se sentirá la luxación.

En la segunda maniobra, con las rodillas flexionadas se eleva con suavidad la cadera mientras se la abduce, se la separa de la línea media. Se escuchará un sonido (click) y se sentirá cómo se recoloca la cabeza femoral luxada.

Las maniobras deben ser realizadas solo por especialistas.

El resultado de un tratamiento ortopédico adecuado tiene un éxito de hasta el 90%. Mientras más temprano se detecte la lesión, los resultados serán satisfactorios. Es mejor si se la identifica antes de que el bebé gatee y camine. (I)

Datos

Según la Asociación Española de Pediatría, la causa de una displasia y una luxación es multifactorial, se combinan factores mecánicos y fisiológicos por parte de la madre y el niño y en ocasiones factores ambientales que producirán la inestabilidad de la cadera.

A medida que el menor camina los signos clínicos son más sutiles, aunque a veces son evidentes los pliegues del muslo asimétricos o una rodilla más baja que la otra. (I)

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