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Margarita saca de la oscuridad a generaciones con su propio lenguaje

Margarita (der.) asienta sus dedos sobre el braille para descifrar las letras. La intérprete Gina Soledispa escribe en la máquina de teletacto.
Margarita (der.) asienta sus dedos sobre el braille para descifrar las letras. La intérprete Gina Soledispa escribe en la máquina de teletacto.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
09 de marzo de 2017 - 00:00 - María Fernanda Arreaga

Una vetusta máquina de color beige, parecida a la de escribir,  acompaña  a Margarita Villacrés, de 65 años, cuando no tiene a su lado a una intérprete. Con el aparato, que pesa 17 libras, se comunica con las personas que encuentra en el camino.

La conversación que mantiene es posible cada vez que pone los dedos de la mano derecha en los puntos en braille de la máquina. La acción le permite descifrar las letras de las teclas que otros aplastan.

Una mañana de 1965 Margarita amaneció con dificultades para ver y seis meses después no escuchó.

La ceguera fue producto de un golpe que sufrió en la cabeza, a los 12 años, tras caer de una hamaca. La pérdida de la audición se generó por los medicamentos que tomaba para tratar su discapacidad visual.

La guayaquileña ignoraba lo que ocurría en su cuerpo, pero eso no le impidió buscar formas de comunicarse. En la adolescencia recordó los movimientos de los dedos y manos que usaba con sus hermanos para jugar a las adivinanzas.

La mujer con ayuda de uno de ellos reconoció las palabras que él formaba en las palmas o con los labios para recrear el movimiento de la ‘z’.

El lenguaje que aprendió y que hasta hoy usa se llama dactilológico (movimientos de los dedos para formar letras del alfabeto).

Margarita aprendió a moverse en la sala de su casa, en Cuenca y Leonidas Plaza (Guayaquil), pero en la Unidad La Providencia no ocurría lo mismo. Solía chocar contra sus compañeros y caía con frecuencia. Esto hizo que se retirara.  

“No sabía qué hacer con mi vida”, expresa a través de su intérprete Gina Soledispa, quien agarra la mano derecha de Margarita, entrelaza sus dedos y le toca las yemas.

Ella, cuando siente los rápidos movimientos,  responde de forma oral. Lo hace en la sala de su casa, repleta de esculturas de querubines, unicornios dorados y muñecas, que guarda en una vitrina.

Pasaron años para que entendiera que su discapacidad no era un límite para ser bachiller, hasta que conoció al fundador de la Escuela de Ciegos, quien la motivó a estudiar con una intérprete dactilológica.

Margarita aprendió en tres días a leer en braille y después inglés en la Hadley School for the Blind a distancia, donde enviaba las tareas. Por sus buenas notas ganó premios: una máquina de teletacto -con la que hoy se comunica- y un diploma a la mejor estudiante del mundo, otorgado por el cónsul de EE.UU.

A los 24 años se graduó en el Dolores Sucre y empezó a trabajar en la Escuela Municipal de Ciegos Cuatro de Enero, donde permaneció 36 años. Hace dos se jubiló.

Allí se desempeñó como psicóloga del área de estimulación. También fue profesora de primer grado y trabajó con niños que tenían problemas intelectuales y visuales. “Me obligaban a enseñarles a leer en braille, pero me negué. Les expliqué que no se debía utilizarlo con todos.  Observaba a los niños que sí podían y a los otros les enseñaba a arreglarse, peinarse a tener su independencia”.

En la escuela, con ayuda de  su intérprete, dictaba clases de lenguaje a  menores que hoy cursan la universidad. “Tenía casos de niñas que no veían, no escuchaban, ni hablaban y otras que no oían y estaban perdiendo la visión. Era más complicado enseñarles, pero sí yo pude, ellas también”. Sus exestudiantes aún la visitan en su casa.

En 1979 viajó a Alemania, donde recibió un curso sobre la técnica especial de comunicación ‘optacon’ (permite leer libros). “Fui la única ‘india’ latinoamericana que aprobó a las tres semanas. Pensaban que los latinos éramos ‘brutos’”.

Ella tuvo que disfrazarse en la U.  

El acceso a la educación superior la puso a prueba. Cuando terminó el colegio, Margarita acudió a una universidad privada, pero le impidieron cursar psicología porque no la consideraron capaz.  “Me sentí subestimada y les juré que me graduaría”.

Por miedo a ser rechazada de nuevo,  Margarita acudió disfrazada a la Universidad de Guayaquil. “Me puse peluca rubia, gafas oscuras y tacones. Parecía gringa, pero dejé de ir así cuando sentí que los profesores y mis compañeros me apoyaron. Me aceptaron”.

Ella terminó la carrera y obtuvo tres títulos universitarios y un masterado en Educación Especial con mención en enseñanza a personas con discapacidad visual. El título de cuarto nivel lo obtuvo en la Universidad Politécnica Salesiana (UPS) y recibió una beca por parte de una organización para ciegos de Alemania. Fue la mejor graduada de su promoción en 2013.

Hoy imparte módulos de maestría, talleres en posgrados, y viaja a otros países a dictar seminarios sobre inclusión. Con su enseñanza ha recorrido EE.UU., África, Tailandia y Argentina.

Ella usa medio centenar de aparatos para comunicarse en la era tecnológica. Margarita tiene display y teclados en braille para recibir correos, leer libros, noticias, Facebook; y líneas en braille, que conecta con su iPhone para revisar los mensajes de WhatsApp. También tiene impresora y escáner en braille e identificador de billetes para “que no me hagan boba”. “Soy la sordociega más modernizada del país”. Ahora estudiará derecho. (I)

Datos

Margarita es la actual vicepresidenta de la Federación Mundial de Personas Sordociegas. El 15% de la población sufre esta discapacidad.

Tiene más de 10.000 libros electrónicos que lee, entre ellos, la Biblia y la obra ‘Malditas sean las mujeres’.

Integró del 2003 al 2008 junto con expertos internacionales el panel de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) en la Convención de los derechos de las personas con discapacidad.

Su primer título universitario lo obtuvo como  profesora de psicología en segunda enseñanza. Luego estudió psicología educativa  en orientación vocacional y psicología en rehabilitación educativa.  

Ha visitado 52 países y ha impartido conferencias magistrales sobre la inclusión.  

Lea mañana: la historia de María Rosalina Rojas, un ejemplo de superación en el campo.

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