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Ciudadanía

La gente acude al mall también para escuchar misa

En algunos centros comerciales, como el CCI en Quito, tienen capillas, donde todos los domingos se celebra la misa y también hay horarios para confesiones.
En algunos centros comerciales, como el CCI en Quito, tienen capillas, donde todos los domingos se celebra la misa y también hay horarios para confesiones.
Foto: Mario Egas/El Telégrafo
03 de julio de 2016 - 00:00 - Verónica Endara

Al cruzar las puertas de cristal del centro comercial, el ruido ensordecedor del tráfico de la ciudad se desvanece y se revela un nuevo ‘mundo’, plagado de melodías relajantes que ambientan el lugar.

Las personas caminan, casi no se miran ni se hablan, solo preguntan el precio de alguna prenda o de algún producto. Si les interesa, se quedan en el almacén, si no salen desilusionados pensando -posiblemente- en lo que les impide comprar aquel objeto ‘extraordinario’ que está en exhibición.

“Cuando una persona ingresa a un centro comercial da la impresión de estar en una ciudad dentro de la ciudad, donde lo único que le faltaría (...) es que la gente pueda vivir en ellos”, se advierte en el ensayo Los centros comerciales: el nuevo paradigma de desarrollo y consumo de la sociedad moderna. Según este ensayo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, surgieron estos centros comerciales que desplazaron, poco a poco, el centro de las ciudades concebido como eje aglutinador de todas las actividades comerciales y sociales. Al mismo tiempo, se perdió la vida de barrio, de salir a la cuadra, de conocerse con el vecino, de tener espacios abiertos que propicien e incentiven encuentros ciudadanos.

Hoy día casi no existen planes de ocio que no contemplen estos encuentros en lugares comerciales donde las personas prácticamente se encierran.

Solo en Quito existen alrededor de 14 centros comerciales, situados en lugares estratégicos, cercanos a sectores productivos y de fácil acceso.

Según el arquitecto Carlos Baraja, a inicio de los años setenta se crearon los 2 primeros lugares que aglutinaban diversos servicios: el Centro Comercial Iñaquito y el Centro Comercial El Bosque; ambos reunían pequeñas y medianas escalas de comercio para diversificar su oferta de productos. Además, en poco tiempo se desplazó a las plazas de algunos mercados, concebidos como lugares de encuentro y comercio.  

En este contexto —como explica Baraja— las entidades privadas empezaron a comprender ciertas lógicas que los mercados tradicionales entendieron siempre: la diversidad de productos de intercambio.

Según señala se comprendieron tan bien las lógicas populares que, al igual que en los mercados parroquiales que tienen sus santos, en algunos centros comerciales se pusieron capillas donde la gente ingresara a rezar.

Este es el caso del Centro Comercial Iñaquito, donde el pasado 1 de mayo, se inauguró una capilla que está abierta al público todos los días. El domingo siempre hay misa a las 13:00 y los jueves, a las 17:30, un sacerdote lidera el rezo del santo rosario.

“La capilla se llena totalmente durante estas ceremonias. En poco tiempo, la gente se ha enterado de todas las celebraciones religiosas y concurren con sus familias”, dice Amalia Ortiz, ejecutiva de marketing de este complejo comercial.

En estos lugares, por lo general, no hay interacción humana, porque se privilegian las relaciones de consumo, pero solo en la capilla se generan vínculos. “Cuando ingreso a la capilla, siento que no estoy en un centro comercial y que puedo darle tiempo a Dios”, dice Carmen Enríquez, empleada privada.

“El centro comercial tiene una lógica de estar juntos sin estar juntos. ¿Qué aproximación familiar se puede tener en este espacio que no permite generar vínculos? Hay mucha gente, pero en el anonimato”, comenta la socióloga Alejandra Delgado, quien asegura que estos sitios son manifestaciones de una sociedad basada en el consumo. No todos los que visitan los centros comerciales compran algún producto.

Katherine Casa, de 19 años, no suele adquirir nada, pero admite que cuando pasa por los almacenes le dan ganas de comprar los productos que se exhiben en las vitrinas.  

Para Delgado consumir también es mirar, porque al observar lo que los almacenes exhiben, también se da una apropiación simbólica de los objetos que están exhibidos, se establece un vínculo con los objetos que son muestras de un estilo de vida que quisieran alcanzar los consumidores en función de alimentación, moda, diversión, entre otros. (I)

DATOS

Quicentro Shopping, Quicentro Sur, Mall El Jardín, El Bosque, Centro Comercial Iñaquito (CCI), Scala Shopping, San Luis Shopping y El Condado son algunos de los principales centros comerciales de la capital.

Para la socióloga Alejandra Delgado, en algunos lugares los centros comerciales son como lunares dentro de la lógica de la ciudad, no necesariamente tienen armonía con el entorno pues se posicionan en su lógica de consumo imperante.

Algunos centros comerciales han incorporado dentro de esta lógica de consumo espacios que generan posibilidades de articulación familiar, como las áreas de juegos. Foto: Mario Egas / El Telégrafo

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