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El desorden sigue en los buses de Guayaquil

El desorden sigue  en los buses  de Guayaquil
Foto: José Morán / El Telégrafo
29 de mayo de 2016 - 00:00 - David Guerrero

En la calle Aurora Estrada, cerca de la vía García Moreno (centro -sur de Guayaquil) no hace falta un paradero. A la gente que espera un bus no parece importarle que detenerlo en ese lugar puede entorpecer el tránsito que llega en sentido sur-norte y oeste-este. Así lo admite Daniel Hernández, de 37 años, que a diario espera un bus de las líneas 3, 9, 78, 135 o 137 para llevar a su hija hasta la escuela. “Si me coloco adelante, muchas veces no paran porque por querer adelantarse pasan por detrás de otros buses”.

El padre de familia coge el primer bus que aparece: la 9, una de las líneas más antiguas de la ciudad.

El automotor también parece ser un modelo descontinuado: una palanca sobre un recipiente cúbico de metal sirve como caja de cambios y las luces fluorescentes cilíndricas están sin protección alguna, incluso hay cables sueltos.

Ni tan siquiera una cámara de seguridad. Hernández no desestima precauciones y pone a su primogénita lejos de las luminarias.

Si bien tiene la opción de la Metrovía, con estaciones cerca de su casa y la escuela, comenta que efectuar los trasbordos del sistema municipal genera atrasos. “Ya hice la prueba, en estos buses demoro 20 minutos y si tomo la Metrovía serían 20 y 30 minutos más”.

Sin embargo, sí sugiere mejoras en los buses una vez que se aumente 5 centavos en la tarifa.

El bus está al tope de su capacidad. Es lo usual en las horas pico, cuando estudiantes de escuelas y colegios coinciden con la gente que busca llegar a su trabajo.

Don Daniel hace las veces de escudo para evitar que su pequeña de 7 años sea apretujada.  Esperar que alguien ceda el asiento a la niña “es tanto como querer sacarle sangre al cangrejo”.

Pasada la hora de ingreso a labores y estudios, el panorama cambia. Cuando el pasillo de los buses está vacío es la oportunidad que aprovechan vendedores informales y artistas callejeros para ganar algo de dinero.

Tampoco faltan los predicadores que gritan “Jehová envió a su hijo a morir por nosotros”, como pregona un hombre de guayabera blanca y tez morena que sostiene con fuerza una Biblia de tapas desgastadas.

En el recorrido de la línea 84, se ofertan detergentes, chifles, botellas de agua, cepillos, dentífricos, agua de coco, frutas... Uno tras otro aparecen los comerciantes que gritan desde la puerta del vehículo.

Pocos se atreven a pasar hasta donde están los potenciales compradores.

Los precios son asequibles y variados y rara vez pasan de $1.

Xavier Castillo, vendedor de medicina naturista, comenta que “nadie en un bus, sea urbano, intercantonal o interprovincial, va a querer algo que pase de un dólar”.

De repente, un par de pasajeros que abordan en la terminal terrestre se paran a la altura de Mall de Sol. “Esperemos que haya colaboración de su parte... venimos a robarles”, dice uno de ellos. “Pero a robarles una sonrisa; no se asuste, damita... Miren, ya se puso pálida”, continúa su compañero.

La broma -para algunos pesada- sirve de entrada para una escena cómica donde los hombres fingen ser esposos.

La rutina es conocida: uno, con voz afeminada, se queja de los maltratos, mientras que el otro defiende su accionar tal cual lo hiciera un machista, con cachetadas incluidas.

Pese a lo predecible de los chistes, la gente se ríe, sonríe y regala hasta 10 centavos. “Y claro que me asusté al comienzo, no más mire esas fachas de ñengoso”, se justifica Karina Gallegos, de 25 años, al momento de dar su moneda.

En la periferia de la ciudad, el movimiento no es más calmado. En el sector conocido como la entrada de la 8, la circulación de buses y peatones es tan elevada que son constantes los patrullajes y controles de policías y agentes de tránsito.

Los conductores recogen a los pasajeros casi a mitad de la calle por una disposición municipal que les impide hacerlo en casi tres cuadras, según señala un rótulo de la Autoridad de Tránsito Municipal (ATM).

Johnny Vargas tiene 6 años conduciendo buses de la línea 14, y considera que los tramos más difíciles son las vías sin pavimentar en Monte Sinaí.

A la altura de la Sergio Toral es uno de los puntos donde más recoge personas. Una anciana tiene dificultad para subir a la unidad y es apoyada por dos personas que la rodean.

Los recorridos de la línea 14 acaban a las 20:00. “Hay menos demanda y es algo inseguro”.

La Alcaldía de Guayaquil, a través de la ATM, prevé realizar estudios para implementar las sugerencias ciudadanas y justificar, a su criterio, un alza en el pasaje de $0,05.  

Según sondeos del colectivo Tejido Social Guayaquil, entre las propuestas están: construir paraderos, implementar el sistema de caja común y establecer corredores de servicios (estaciones de integración).

Fijó, además, el 31 de julio próximo como fecha tope para desarrollar los cambios, que según los ciudadanos consultados aún no llegan. (I)

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