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La especialista dictará en quito talleres sobre la disciplina humana

¿Cómo educar hijos sin autoritarismo y castigos?

En el Centro de Desarrollo Infantil Acuarela 21, las docentes no manejan la palabra castigo en la educación.
En el Centro de Desarrollo Infantil Acuarela 21, las docentes no manejan la palabra castigo en la educación.
Fernando Sandoval / El Telégrafo
29 de marzo de 2016 - 00:00 - Redacción Sociedad

Las cifras son claras: el 50% de los niños ecuatorianos declaró que alguna vez fue maltratado por sus padres, lo mismo ocurrió con el 33% de los adolescentes. Además, el 44% de los niños, entre 6 y 17 años, está expuesto a castigos violentos como golpes, insultos, abusos sexuales y psicológicos. Frente a estos datos de Unicef, la Fundación Nacional Azulado busca sensibilizar y capacitar a padres, cuidadores y educadores sobre cómo generar un cambio en la crianza. Proponen el respeto, cero maltratos o castigos.

‘Hablemos de Crianza: una guía para educar’ es el nombre de la conferencia que se realizará el próximo 6 de abril en Quito. Berna Iskandar, experta en temas de derechos de infancia y adolescencia impartirá talleres sobre los límites y la disciplina humanizada que deben tener los padres con sus hijos. Vía Skype desde Venezuela, Iskandar comentó a EL TELÉGRAFO que esta metodología propone valorar al niño como ser humano digno, que sea tratado con el mismo respeto a su integridad con el que esperan ser abordados los adultos. “La idea de dejar que un niño llore para que aprenda a tolerar la frustración o darle una nalgada para que cuando crezca sea un hombre de bien son equivocadas”, dice la especialista familiar.

Según Iskandar la crianza respetuosa busca crear hijos conscientes, razonables, empáticos, compasivos con todas las formas de vida que le rodean. Con estos métodos se desarrollan hijos competentes para responder y relacionarse ante las crisis y los desafíos de la vida con respuestas conscientes y no violentas. La teoría de Iskandar difiere de cómo la generación X (nacidos a principios de los 60 hasta los 80) ha criado a sus hijos: un ambiente restrictivo y con prohibiciones si un niño no acataba órdenes.

La venezolana prefiere habla de amor, empatía y respeto en la educación de un niño. Con esto concuerda la parvularia María Mercedes Valencia, quien dirige el Centro de Desarrollo Infantil Acuarela, ubicado en el norte de la capital. Ahí 21 niños de entre 1 y 4 años realizan actividades lúdicas que les permiten desarrollar sus capacidades motrices e intelectuales.

Valencia sostiene que el centro infantil no maneja el concepto de la palabra castigo. Cuando un niño tiene una conducta que altera a los demás o afecta a otros, hablan con él y le explican que sus acciones tendrán una consecuencia.

Iskandar y Valencia son enfáticas al sostener que violencia no solo son los golpes o los gritos que recibe un niño, sino que hay otras formas de agredir, como ignorar al menor o dejar que llore por largos períodos.

Maribel Burbano fue madre hace 2 años. Recuerda que cuando su hermana mayor tuvo un hijo, su madre no le permitía sostener al bebé en sus brazos por largos períodos. La razón: el niño se acostumbraría y luego solo querría estar junto a su madre. Cuando el infante creció y pasó por la etapa de los berrinches, el consejo siempre fue que lo ignorara cuando lloraba.

Ahora que el pequeño tiene 11 años, cada vez que llegaba con una mala calificación su mamá lo castigaba con 3 correazos. Burbano dice que ella no quiere repetir la historia, por eso buscó asesoría psicológica para conocer cuál es la mejor forma de criar a su hijo Nicolás.

Valencia, que también es madre de dos niños (Luciana y Julián) sostiene que la clave está en el diálogo y el amor con el que se les dice las cosas a los niños. “Hay que ser firmes, pero con gentileza”.

Iskandar aclara que la crianza respetuosa no propone niños que crezcan haciendo lo que les da la gana, “pegando al hermanito, quemando la casa, cruzando solos la calle o metiendo la mano en el ventilador”.

El propósito, dice, es acompañar a los hijos en el proceso necesario de socialización, mostrándoles los límites connaturales de la convivencia, de un modo no punitivo (sin premios ni castigos físicos o psicológicos), sino de una forma razonable y compatible con su integridad y sus derechos. (I)

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