Por un momento el rostro de Luis se “congela” y su mirada va al piso. No quiere levantar la cabeza porque está “pintado” de carbón. Pero reacciona y dice que está contento porque así tiene “algo (dinero) para llevar a su casa”.

Trabaja en el sector del mercado El Arenal, desde las 07:00 hasta las 17:00, con una pausa para el almuerzo. Durante la jornada prepara no menos de 100 fundas de carbón para la venta. “Hay de todo precio. De $ 1, de $ 2, de $ 3, de $ 5 y de $ 8”,  indica a sus clientes.

El cuencano, pese a la modernización en las formas de cocinar los alimentos, no deja sus tradiciones. La leña y el carbón aún siguen usándose, pues los ciudadanos consideran que estos materiales dan mejor sabor a las comidas.

En el mercado El Arenal, uno de los más grandes de Cuenca, existen varios lugares donde comprar este producto, señala su compañero de trabajo, Nelson. Ambos prefieren no revelar sus apellidos. Temen al bullying, puesto que la gente les va a identificar en el periódico y luego les van a decir “en eso trabajas”.

Mientras Luis prepara una funda de $ 1 para su cliente, relata que vivió 15 años en Estados Unidos. Allá trabajó en la construcción y procreó 2 hijos que todavía estudian en ese país. “Hace 4 años vine. Tuve un problema con mi compañera y preferí regresarme”.

En tanto, Nelson atiende a Luis Pesantes, propietario de una pollería, que 2 veces a la semana llega al sitio para llevar carbón y preparar los alimentos también para clientes.

“El momento en que desaparezca este combustible va a ser difícil, al cuencano le gusta un pollo al carbón, porque sabe mejor, le da un  sabor especial”. Luego coloca el saco de carbón en sus hombros y se dirige a su vehículo.

Los clientes llegan a este sitio en todo momento. Los trabajadores casi no descansan entre venta y venta. Sus manos y sus rostros están negros por el polvillo que genera el carbón que se levanta con el manipuleo y el viento.

“Este es nuestro trabajo, ya hubiera querido tener una oficina”, indica Nelson, mientras Luis bromea con sus amigos indicando que él sí habla inglés, pero que lo va olvidando poco a poco.

“No puedo seguir practicando por que los gringos que llegan acá al mercado, saben español”. Luis tiene 35 años y dice que gana unos $ 18 al día. Esa cantidad le sirve para llevar “alguna cosita a casa todos los días”.

Jackson (menor de edad) está a cargo del negocio. Indica que sus padres viajan 2 días a la semana hasta Babahoyo para traer este producto en el camión que tienen. Considera que es un trabajo difícil, pero que les ayuda en el hogar.

“Van mamá y papá y allí adquieren el producto. El carbón sale de árboles como la guaba, el mango, el matapalos. Allí está el mejor carbón”, cuenta el joven.

Antiguamente existía una plaza en Cuenca destinada para la venta exclusiva de este producto, era la Plaza del Carbón que hoy se llama Plaza del Otorongo.

Según el ciudadano Carlos Medina, en este espacio existían muchos vendedores de carbón y los cuencanos, que en su mayoría cocinaban con leña, iban para comprar el material para cocinar mote o realizar asados caseros.

“El carbón siempre ha sido muy utilizado. Comprábamos para asar los cuyes, también para preparar el  mote”, señala Medina. 

Por su parte, Carmen Vélez, cuencana, indica que en la tradicional plaza se concentraba la venta de este producto. Además a ese lugar llegaban “cargas de leña”, que servían para hacer el pan y para preparar los alimentos. Todas estas tradiciones desaparecidas por la modernidad. (I)