A pesar de que la medicina ha evolucionado a pasos agigantados, muchos ciudadanos, en especial de los sectores rurales, mantienen la fe en lo tradicional, consideran que pueden curarse de todos los males.

En los mercados 10 de Agosto y Plaza Rotary, todos los martes y viernes, las limpias son un servicio solicitado por adultos y niños. Quienes creen en esta medicina afirman que para curar un “mal de ojo” es necesario limpiarse con una señora de muy mal genio, porque ella “absorbe todo lo negativo”.

“El uso de la medicina conocida como ancestral ha sido hasta hoy un modo tradicional de aliviar a las personas de sus enfermedades”, manifiesta María Uyaguari, una curandera que asegura tener este poder “enviado de Dios”.

“No cualquiera puede practicar”, señala Uyaguari. A base de montes (hierbas) frescos, agua florida, trago e incluso huevos de gallina, la mujer de 65 años “cura” a las personas que diariamente la visitan desde hace más de cuatro décadas.

Ella recibe a sus pacientes en su puesto de trabajo, ubicado en el mercado 10 de Agosto. Atiende a un promedio de 20 y 30 ‘enfermos’ al día, el mayor número lo constituyen los recién nacidos, los mismos que son traídos por sus madres a curarles males como: el “mal de ojo”, “espanto” e incluso el famoso “malaire”.

Cuando los pacientes llegan les pide que se sienten en un taburete, enseguida reza con toda su fe las oraciones y entre ellas pide a Dios por la recuperación de su “paciente”; mientras pasa montes frescos sobre la cabeza y ombligo de la persona hasta que las ramas  se marchiten, luego mezcla agua con timolina, trago y esencia de rosas, lo pone en su boca por unos segundos lo sopla sobre la cabeza o el cuerpo entero, dependiendo de la ‘enfermedad’.

Casi al finalizar le dibuja una cruz de ceniza en la frente y al final les pasa un huevo por todo su cuerpo, el mismo que posteriormente se lo rompe en un vaso con agua y observa. “Cuando está con una nube blanca es “aire”, cuando el agua tiene burbujas son nervios, si sobresale un pequeño círculo en el huevo es ojo, dice la mujer con toda la confianza, que obtiene de la experiencia.

Luego de cumplir el ritual, las personas aseguran sentirse completamente aliviadas; incluso doña María comentó, que son necesarias dos a tres sesiones para eliminar todos estos males. Los precios de las curaciones varían, dependiendo del tratamiento, pero están alrededor de $ 2 y $ 5.

Por otro lado, Rosita Morocho, otra de las practicantes de estos rituales desde hace algunos años usa hierbas como la Santa María, la ruda, el chin chin y recita frases en quichua pidiendo al Espíritu Santo  actuar en el cuerpo del enfermo y alejar las malas energías.

“Las curanderas tienen que prepararse en un curso de capacitación para poder practicar este método” indica, ella al principio era partera en el cantón azuayo del Sígsig.

El padre Marcelo Campoverde, de la iglesia San Pablo de Totoracocha en Cuenca, argumenta que esta práctica se realiza desde que el catolicismo sentó influencia en nuestra América y que “desde entonces es un modo de ampliar la fe en las personas que se sienten agobiadas por las dolencias”.

Curar el espanto, el mal de ojo y muchos otros males es una tradición que se ha mantenido desde hace mucho tiempo y que es casi imposible que desaparezca, señala el párroco de la iglesia cuencana. (F)