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Entre flora y fauna únicas en el mundo, El Cajas también cuenta grandes leyendas

Roque Prado (izq.) ha vivido casi toda su vida en las montañas del Cajas. Él y sus hijos ahora tienen un rancho donde el plato más solicitado es la trucha.
Roque Prado (izq.) ha vivido casi toda su vida en las montañas del Cajas. Él y sus hijos ahora tienen un rancho donde el plato más solicitado es la trucha.
Fotos: Fernando Machado / El Telégrafo
20 de mayo de 2017 - 00:00 - Rodrigo Matute Torres

Caminar a más de 4.000 metros altitud no requiere precisamente de gran estado físico. Para don Roque Prado, conocedor y dueño de amplios terrenos en El Cajas (oeste de Cuenca), es cuestión de decisión y deseo de aprender de la naturaleza.

Antes de partir a la montaña, don Roque, de 65 años, propietario del rancho Hermanos Prado, saca una botella con varias hierbas y la acerca hacia algunos visitantes. “Perciban, esto es para que no les coja el soroche (mal de montaña o altura)”.

Mientras tanto, a un costado de la vivienda, situada a 39 kilómetros de Cuenca, en la vía Sayausi-Molleturo-Puerto Inca, el deportista Javier Minchalo, se aclimata a la temperatura de la zona. Su intensión es escalar el nevado Chimborazo en los próximos días. “Es el mejor lugar para aclimatarse”, indica el andinista cuencano mientras se aleja para ir a la cumbre.

Los Prado, acompañados de Pochis, un perro de la familia, inician el recorrido. En cada paso hay algo diferente. “Este es el zarcillo sacha”, indica Jorge Prado, hijo y guía turístico bilingüe. La describe como una planta única de la zona.

Más adelante, unas flores llaman la atención de todos. “Les llamamos globitos y son endémicas”, dice el guía. Desde esa altura se divisan 7 lagunas. “Hay vida en estas aguas, tenemos, sembrada trucha para la pesca deportiva”, nos indica don Roque que casi siempre ha vivido en este sitio. Él es conocedor, palmo a palmo, de las montañas.

Sus abuelos y padres fueron dueños de estos sectores de El Cajas, pero, según don Roque, una parte fue expropiada por la Empresa Pública Municipal de Telecomunicaciones, Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento de Cuenca para declararla Parque Nacional. 

A medida que el recorrido avanza, viejos recuerdos llegan a la mente de Prado. Señala que El Cajas no solo tiene vida silvestre única en el país o el mundo, sino también leyendas que no se han contado y que se guardan entre los habitantes.

“Un día vi un platillo volador, era  plateado. Cruzó de una montaña a la otra, tan rápido como un suspiro”.  Pero, cuando logró llegar a la cima de una  colina, ya no estaba.

Su yerno, Holger Ruiz, dijo, en cambio, haber visto un duende, mientras regresaba a Cuenca. “Era un hombre pequeñito con sombrero de alas grandes y con zapatos puntiagudos”. No es el único —sostiene— que ha divisado a este personaje en la carretera. “Donde hay duendes, hay oro”, concluye Ruiz.

Más adelante en la ruta, llegan al sitio El Bizcocho donde se destaca la laguna El Bosque. “En este sitio hubo un deslave hace mucho tiempo que afectó la laguna”, señala don Roque, mientras Pochis aprovecha un descuido para asustar a un grupo de alpacas.

Los extranjeros visitan permanentemente este rancho, donde pueden tomar un buen café o una agüita bien caliente de tipo, “bueno para quitar frío” y comer trucha.

“It’s beautiful (hermoso)”, dice Paul y Kate Foster, turistas canadienses que recorren el sector.

Entre las montañas también se dejan ver conejos, pájaros como el chaupau, “que no vuela”, patos, golondrinas, gavilanes, mirlos y hasta búhos en pleno día. (I)

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