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El Telégrafo
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En una comunidad azuaya los ciudadanos rubios y de ojos claros son mayoría

Los habitantes del Sarar creen que falta apoyo de las autoridades para alcanzar su desarrollo.
Los habitantes del Sarar creen que falta apoyo de las autoridades para alcanzar su desarrollo.
Foto: Viviana Criollo / para El Telégrafo
21 de octubre de 2017 - 00:00 - Raúl Sacta Domínguez

“Siempre piensan que somos argentinos o chilenos, y yo les digo: ‘¡No!, somos de acá, de Sarar, nomás”. Así y con acento casi campesino responde Carlos Brito a quienes llegan a su tierra y preguntan de dónde son. Esta población está situada en el cantón Sígsig, al oriente de la provincia del Azuay.

A eso de las 11:00, el bus de transporte Austro Rutas empieza su recorrido hacia la parroquia Ludo, cercana a la comunidad del Sarar. En su ascenso por la montaña se visualiza cómo las casas se dispersan, mientras el frío va en aumento.

Transcurrida una hora de viaje, surge la incertidumbre de saber si el camino es el correcto. Al preguntar a un pasajero sobre la localización de Sarar menciona: “Estamos bien”. Después de unos minutos la gente empieza a levantarse de sus asientos. “Aquí es Sarar. Si camina un poco para abajito, encontrarán la iglesia”, dice una mujer.

La comunidad es parte de una población que pertenece al 6,1% de los ecuatorianos que se autodenomina blanco, según el censo poblacional en el 2010. 

En un camino vecinal no muy extenso, donde las casas son contadas y distantes entre sí, se levanta la iglesia de la comunidad como símbolo de cristiandad y unión.

El presidente del sector, Guillermo Zúñiga, orgulloso de su pueblo, indica que esta población es única y que son personas que se esfuerzan por la agricultura.

“Los sucos del Sarar tienen ojos de color azul o verdes, cabello con pigmentación rubia y castaña y una coloración de piel muy clara”, manifiesta.

Pero ¿por qué son rubios y sus ojos son claros?, se preguntan los  visitantes. Esto despierta la curiosidad al intentar saber sobre su origen y cómo desarrollaron su vida en las alturas.

Según Zúñiga, no existe ningún dato histórico concreto que resuelva esta incógnita, sobre todo si se toma en cuenta que los habitantes de este grupo en su mayoría son de una generación joven, es decir niños, adolescentes y adultos jóvenes.

“Al parecer un proyecto de investigación concreto sobre esta peculiaridad es necesario. Los miembros de la comunidad no tienen conocimiento sobre su origen étnico, únicamente hablan de sus descendientes como conquistadores europeos, especialmente de Italia o Francia, que llegaron al río Santa Bárbara en busca de minas para ser explotadas”, señala el presidente de esta comunidad ubicada varias horas de viaje desde Cuenca.

La economía ha sido un problema para los habitantes

Mientras se recorre los campos, no se puede perder de vista los sembríos de papas, maíz y verduras, además de la ganadería, cerca de las casas.

Los cultivos dan una variedad de color a la tierra. La agricultura es la principal fuente de subsistencia. Venden los productos en las ferias y mercados en el centro de Sígsig y Gualaceo.

Sin embargo, han tenido etapas de escasez a causa de las deudas, ellos han hecho préstamos a diversas cooperativas para afrontar su labor y han tenido dificultad para realizar los pagos, señalan.

Los sistemas de comunicación todavía, en el sitio, no tienen auge al igual que la educación.

Diego Brito, habitante, comenta que invierten la mayoría de su tiempo en el trabajo, en recreación deportiva y en actividades de su organización comunitaria.

Al caer la noche se escucha entre las montañas el sonido de la música que proviene de la casa comunal que anuncia el inicio de una fiesta. “Es baile para todos”, menciona Carlos Brito.

Antes de comenzar el festejo se sirve una merienda. No se cohíben al ver gente de otros lugares. Toman un caldo de gallina y comen un plato de hornado. Música popular entre la tecnocumbia y sanjuanitos construyen el ambiente festivo que tiene como aderezo un canelazo casero.

A las 02:00, las personas se dirigen a sus hogares, muchos de ellos lo hacen a pie. Para los que llegan por primera vez a este sitio es intrigante descubrir diversos rasgos en su identidad.

“La presencia física de ellos será siempre importante”.

La admiración de los vecinos va con la familia Brito que siempre está involucrada en la organización de la comuna, pese al abandono de las autoridades en materia vial y sistemas de agua potable, aspectos que han causado retrasos tanto en lo económico como en lo educativo.

Las viviendas del Sarar siguen siendo las más llamativas. A parte de la humildad son construidas en un piso con paredes de adobe, material tradicional en la arquitectura antigua del austro.

La alimentación de los habitantes del Sarar es considerada muy sana. Crían pollos y producen verduras, estas últimas sin elementos químicos. A esto se suman las plantas medicinales que siguen utilizando para la elaboración de bebidas. (I)

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