Durante una semana, los alrededores del parque Calderón se convierten en un lugar lleno de sabores, olores y texturas.

La venta de dulces es una de las principales atracciones de la fiesta del Corpus Christi, que cada año se cumple en honor del Santísimo Sacramentado o Cuerpo de Cristo.

La celebración se cumple desde la fundación de la Atenas del Ecuador, en 1557. En esa época, era el Cabildo el que impulsaba el festejo; sin embargo, en la actualidad es la Arquidiócesis conjuntamente con los priostes la que se encarga de organizar los eventos. Estos consisten en la conmemoración de eucaristías, la quema de castillos, la presentación de bandas de pueblos y juegos pirotécnicos.

Con esta fiesta religiosa también surgió la preparación artesanal de dulces. Según el libro Corpus Christi, de María Fernanda Landívar, la elaboración de las golosinas en sus inicios fue exclusiva de los conventos de las monjas que destinaban sus productos a la venta.

Los bocadillos también eran adquiridos por personas de clase alta, quienes los obsequiaban a sus amistades como una ofrenda en honor a esta conmemoración.
Desde entonces esta tradición ha ido de generación en generación.

Martha Valladares continúa con la costumbre que aprendió de su madre. Actualmente su familia le ayuda a preparar los manjares unos 15 días antes de que inicie la también conocida como fiesta del Septenario. “Este puesto es el que ocupaba mi mami antes, y yo ya tengo unos 35 años aquí”, sostuvo.

Este año, son cerca de 150 los comerciantes autorizados. Ellos tienen sus carpas llenas de bocaditos de vistosos colores. (I)

Artesanos de Bahía participan en la jornada 

Este año, la celebración de Corpus Christi tiene unos participantes especiales. Desde la noche del jueves, 9 artesanos de la provincia de Manabí también ofrecen golosinas típicas de su provincia.

El grupo instaló sus puestos con letreros que dicen: “Dulces de Manabí”. Esto atrajo a muchos ciudadanos y a turistas.

“Se ven sabrosos. Compré, pero sobre todo me llena de emoción saber que son nuestros hermanos de Manabí quienes los elaboran”, dijo Eduardo Cajamarca.

María Moncayo es una de las artesanas que llegó de Bahía de Caráquez. Antes del terremoto ella se dedicaba a la venta de comida. “Ahora no tenemos fuentes de trabajo y la mayoría de nosotros estamos viviendo de la ayuda ciudadana”, dijo.

Es la primera vez que ella y su esposo visitan Cuenca. Llegaron con 300 tarrinas de dulces y botellas de chicha.

Otra de las artesanas es Dolores Muñoz. La noche del terremoto ella debía entregar un banquete de 150 platos, para una quinceañera. “Todo lo que preparé se acabó y mis ahorros los había invertido en ese trabajo”, explicó.

Su hija fue quien le prestó $ 300 para que pudiera elaborar los dulces que estos días comercializa en la capital azuaya.

Alfajores, torta de guineo y galletas son algunos de las golosinas que el comerciante Miguel Farías ofrece. Él se dedicaba a la venta de estos productos en el mercado central, pero luego del sismo el centro de abastos quedó destruido y comenzó a trabajar en la calle. “Ahora estoy en Cuenca con mi esposa y espero que la gente nos apoye”, exclamó.

La visita de los artesanos manabitas forma parte de un convenio de hermanamiento que el Municipio de Cuenca firmará en el cantón Sucre, con el fin de focalizar la ayuda a Bahía de Caráquez. (I)