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El Telégrafo
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Asociaciones de mujeres procesan las fibras y las tinturan para elaborar los productos a mano

Una tienda a más de 4 mil metros de altura exhibe arte de 100 indígenas

María Tiniluisa prepara la lana en madejas que le servirá luego para tejer guantes, gorras y otros artículos.
María Tiniluisa prepara la lana en madejas que le servirá luego para tejer guantes, gorras y otros artículos.
Foto: Elizabeth Maggi / para El Telégrafo
03 de septiembre de 2016 - 00:00 - Elizabeth Maggi

Marcia Bayas empieza su día escogiendo la mejor lana que cortó de sus 5 ovejas. Los animales reposan en los verdes prados de la comuna Culebrillas, en Chimborazo.

Sabe que de esto depende la calidad de las artesanías que elabora. La esquilada manual con tijeras empieza en las extremidades del animal y continúa por el resto del cuerpo. Por experiencia sabe que la fibra que crece bajo el vientre es de menor calidad. Por eso la utiliza para la elaboración de tapices.

Luego lava cuidadosamente la lana con agua caliente para extraerle los restos orgánicos. La estira en una superficie plana y la deja  secar a la intemperie o cerca del fogón o de una cocina.

Después separa suavemente los pelos sin que se corten, hasta cuando adquieren una textura suave y un peso ligero. “Iniciamos el hilado con un huso y ahí escogemos el grosor del hilo según la necesidad y los productos”, dice Bayas.

Los hilos se comparten con sus colegas que añaden más labor al proceso. Norma Toaza escoge 5 plantas de su huerto personal que sembró exclusivamente para obtener tintes naturales.

Consigue por ejemplo el color verde de la chilca; un amarillo sutil de la manzanilla y el verde claro del marco. Mientras se escurren los tintes las mujeres definen los diseños en sus mentes.   

Toaza disfruta de su oficio. Dice que siempre encuentra nuevas fuentes de color en su casa ubicada en la comunidad La Chorrera de la parroquia San Juan del cantón Riobamba. Entonces coloca una olla llena con agua sobre leños ardientes. Ahí se hierven las hojas o las flores durante 45 minutos.

Solo entonces introduce los hilos para que se tinturen. Este proceso de color y corte es replicado por más de 100 mujeres que se agruparon en 4 asociaciones: Pulinguí-San Pablo y Culebrillas en la provincia de Bolívar.

Además, Chorrera Mirador y Urcu Wayra (Viento del Páramo) en Chimborazo. Todas se reparten la materia prima que usualmente es lana de oveja y de alpaca. Tejen guantes, gorros, bolsos, carteras, bufandas, chompas y más. Los tonos verdes, azules y rojos son los más adquiridos.

Cuando tienen listos los productos, sus compañeras Claudia Lema y María Granizo los llevan a la tienda de artesanías que atienden en común y que está ubicada en las faldas del nevado Chimborazo a 4.100 metros sobre el nivel del mar.

El Ministerio de Turismo apoyó este emprendimiento y les permite utilizar parte de la infraestructura que fue decorada por ellas. “Es una tienda bonita y tan lejana. ¡Quién pensaría que vamos a encontrar un sinfín de productos a esta altura! Son bien diseñados.”, asegura Fabián Gavilánez, visitante quiteño.

Los precios van entre $ 3, $ 6, $ 10, $ 20 o más, la lana de alpaca es más cara. “El sacrificio de vender aquí es grande. Desde Culebrillas nos lleva 2 horas y media de viaje. Venimos por turnos 4 veces por semana. Aún así vale la pena, pues obtenemos lo suficiente para educar a nuestros hijos”, comenta Rosa Bayas, presidenta de la Asociación San Pablo de Bolívar.

Al año arriban al nevado unas 70 mil personas. Las asociaciones ganan cerca de $ 3 por artículo.  El dinero va a una caja común y en presencia de todas se reparte en 3: materia prima, ahorro y ganancia. (I)

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