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El Telégrafo
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¿Quiénes se beneficiaron realmente con las ayudas, tras el terremoto de agosto de 1949?

El terremoto de Pelileo-Ambato tuvo una magnitud de 6,8 grados en la escala de Richter, según el Instituto Geofísico, y ocurrió el viernes 5 de agosto de 1949 a las 14:02 minutos. Dejó ruinas por todo lado.
El terremoto de Pelileo-Ambato tuvo una magnitud de 6,8 grados en la escala de Richter, según el Instituto Geofísico, y ocurrió el viernes 5 de agosto de 1949 a las 14:02 minutos. Dejó ruinas por todo lado.
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
07 de mayo de 2016 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, Historiador

Cuenta que “caminó entre los escombros de confesionarios y columnas quebradas con los frondosos capiteles vueltos añicos. Ante el comulgatorio de barandales caídos, había un crucifijo boca arriba, como si una mano impía lo hubiera  derribado de su altar.

Levantaba la imagen entre supersticioso  y asombrado  por los ojos casi vivos de aquel Cristo. Le llamó la atención un pequeño boquete cuadrangular que quedó al descubierto al saltar las duelas del piso junto al comulgatorio.

Intrigado,  metió  las manos en el agujero  y tanteó una caja metálica. Espió en derredor, pero no había nadie más y solo entonces retiró de su escondite el cofre descubierto”.

“Cuando forzó la cerrara claveteada con el gancho de una pértiga que los sacristanes usaban para apagar lámparas a demasiada altura, un fulgor dorado le nubló la visión. Casi lanza un juramento en ese lugar sagrado por la pura impresión.

Eran monedas de oro, montones de libras esterlinas, pesos amarillos deslumbrantes, que sus manos callosas no se cansaron de sopesar y acariciar. Las miraba  sobre las palmas y las arrojaba nuevamente al cofre: una cascada de láminas redondas, gruesas, tintineantes.  Padre Trinidad se sintió el hombre más dichoso y el más desgraciado de la tierra… y ya en tinieblas, entre la trepidación de un nuevo temblor de tierra, su sigilosa silueta abandonó la arruinada Catedral”.

Los hechos históricos

Este par de fragmentos son el comienzo de una inquietante intriga que se desarrolla en el marco del terremoto de Ambato del 5 de agosto de 1949.  Quienes se acerquen a este libro de Eliecer Cárdenas Espinoza, tendrán un testimonio que va de lo vivencial histórico a lo dramático y revelador a mitad del siglo XX.

Eliecer nos hace reflexionar que, de un terremoto, se nos pasó a una fiesta nacional con una facilidad espantosa, casi cándida. Fue auspiciada por la manipulación del dolor de los círculos de poder que manejaron la Junta Reconstructora.

Este libro publicado en septiembre de 2005, debe ser releído por todo tungurahuense crítico. Por las nuevas generaciones que se engranarán con las historias profundas de los sobrevivientes. “El viaje de Padre Trinidad”, del Grupo Editorial Norma, evidencia las ambiciones de un comisario que persigue a unos gitanos que supuestamente robaron un tesoro de las ruinas de la Catedral. Todo termina en una ulterior tragedia narrada paralelamente a un viaje en tren hacia la Costa.

Esto mientras se dan severas puntadas a Galo Plaza y beneficiarios de las ayudas internacionales que se entregaban por goteo a los damnificados. A la distancia del tiempo, y con la situación dada en la provincia de Manabí y en la de Esmeraldas con el terremoto de 7,8 grados del 16 de abril de 2016 han resurgido historias.

Se ha traído a la memoria los recuerdos de los sobrevivientes. En programas de radio y en público se ha dicho que el terremoto de Ambato hizo aparecer “nuevos ricos”, producto de los beneficios que recibieron del Estado y del exterior.

Las Juntas de Reconstrucción

Luego del terremoto, se habían formado sendas “Juntas de Reconstrucción” en Cotopaxi, Tungurahua y Chimborazo. La disposición del gobierno de Galo Plaza Lasso, en lo que tuvo relación con Tungurahua, fue designar al gobernador Dr. Humberto Albornoz Sánchez para que presidiera ese organismo. Esa designación le fue facultada al Presidente, por el Congreso.

El historiador Carlos Miranda entrecomilla una frase en un libro que biografía a Mons. Bernardino Echeverría: “Desgraciadamente había un alcalde comunista que era Neptalí Sancho y empezaron a hacerle la guerra a Humberto Albornoz, un hombre honorable. Le acusaron de que robaba, y tuvo que renunciar porque ya no soportó el vendaval de calumnias”. Frente a esta renuncia, pasó a ocupar la presidencia el obispo Echeverría.

Si miramos desde un ángulo sociológico, la conmoción sicológica se habría polarizado. Frente a la cólera divina (el terremoto), convenía  y era de necesidad el hecho de volver los ojos a Dios, y no al hereje comunista Sancho  que fue desplazado de cualquier reconstrucción.

Echeverría, el controversial obispo en la acepción contemporánea, era la solución de ese momento, porque Dios estaba de su parte. Se ha dicho que fue un “bálsamo espiritual” por sus simpatizantes, pero también hay quienes opinan lo contrario.

Este comentario viene muy al caso porque se habría actuado sensibleramente y no razonablemente, puesto que Albornoz y los demás miembros de la Junta, se dice que eran de la opinión de sustentarse en un verdadero plan regulador. No de otro modo se habría pensado primero en tumbar la Catedral histórica, arruinada sí, que fue dinamitada para generar mano de obra, edificando el nuevo templo con el fin de asegurar la fe de la gente. (O)

Hay indicios de una verdad manipulada

La controversia, para que tengan elementos de juicio contrastivo las nuevas generaciones, puede evidenciarse después de leer el libro titulado “Neptalí Sancho Jaramillo”, escrito por su hijo, el Dr. Neptalí Sancho de la Torre, médico que ha tenido que vivir la catástrofe manabita, porque ese es desde varios años su lugar de residencia. Lidiar con la gente que tiene alterados los nervios no es fácil. Los humanos en estas circunstancias nos volvemos vulnerables e impredecibles. En general, en la experiencia del terremoto de Ambato, “todos resultaron acusados”.

-“Sancho es el alcalde que se había robado la plata del terremoto. No creo que haya que ser tremendista ni exagerado con los que vivieron de la política. Son cosas que no vienen al presente porque ya pasaron”. Así opinaba antes de leer el libro que me tocó presentar en Ambato en 2012. Que lean o no lo lean. Para el narrador da lo mismo. En cambio para el autor, así como para quienes vivieron la experiencia, son los indicios de la manipulación de la verdad. ¿Por qué el Presidente Plaza prefirió que una Junta de Reconstrucción manejara los fondos, y no la Alcaldía? El narrador nos deja muchas interrogantes. (O)

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