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Los hermanos Pizarro se enredaron en una serie de batallas por el oro y la conquista

Los hermanos Pizarro se enredaron en una serie de batallas por el oro y la conquista
31 de enero de 2016 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, Historiador

El licenciado Lope de Atienza es maestrescuela, provisor y vicario de San Francisco de Quito, según releo en mis apuntes tomados de la Biblioteca Nacional de Bogotá.  
Él hará una relación del obispado, una vez que la conquista acabe de escribir sus más sangrientas páginas. El licenciado Atienza tiene que conocer los pueblos que quedan como “herencia”, de manos directas de los conquistadores del Pirú. La ‘Relación’ la hará en 1538.

Los hermanos Pizarro no saben qué hacer con tanto oro y con tanta muerte. Los ojos desorbitados de Atahualpa les persiguen en tantas noches de insomnio.

No pueden dormir en paz por cuidar los tesoros. Ahora los Pizarro están en el infierno tragándose oro diluido de las manos del propio Lucifer que, para rememorar la condena, se pone una careta que representa al cura Valverde.

Hay que entregar estos pueblos de miserables indios a la advocación de algún santo o de algunas de las vírgenes. Quero, igual que el pueblo de Píllaro, se entregará a la custodia espiritual del apóstol Santiago, el patrón de las batallas, según los españoles.

Y si no, ¿por qué al iniciar cada batalla gritan: ‘Santiago…Santiago’? Así les enseñó Fernando II de León por el año 1158 cuando fundó la orden religiosa y militar.

Gonzalo Pizarro llega a Quito y no sabe a quién encomendar su alma ni sus bienes. Desea confiar en algunos amigos. Pero, igual que ahora, su ambición le convierte en un pulpo vomitado por el mar.

Cada día le nace directamente de su cabeza una mano con un solo dedo y su uña envenenada. Todo lo que ve dice que es suyo. Todo lo que toca dice que es suyo.

Y como esto no es suficiente, se imagina y delira, y ya por eso, dice que todo es suyo. Un día Pizarro llama a Rodrigo Núñez de Bonilla y le dice: Te encomiendo todo este pueblo de Tillipulo o como se llame. Solo te encomiendo, porque en la verdad, todo esto es mío.

Y se acuerda de Antón Diez y le dice: A vos te encomiendo todas estas tierras de Píllaro y Patati con todos los indios de sus comarcas.

¡Prométanme…prométanme! ¿Qué me podrán prometer?...Sí, para que no haya problema con el Alonso Jerez, a él le encomiendo Pasa. Ah!, pero ustedes me obedecerán porque seré gobernador del Perú, venciendo a Núñez de Vela.

El obispo Pedro de La Gasca se cobija su sotana de ‘pacificador’, y entre los 2 litigantes queda transformado en un lagarto con ojitos de beato. Ejecutó a Pizarro tragándose el cuerpo de un solo bocado.

Le repugnó la cabeza y la vomitó delante de un grupo de españoles y de indios que habían concurrido a la ceremonia. Un soldado miró la dentadura, igual que se mira la de los caballos, y comprobó que Pizarro había cumplido los 46 años en esos días de 1548.

Vino La Gasca a Chumaquí en Pelileo, y tal como lo había hecho Pizarro, le encomendó a Hernando de la Parra, las tierras y los indios que ahora ya le pertenecían.

Y llamó a Pedro de Hernández, a quien en cambio le encomendó Mocha. Antonio Rivera en cambio dice que ha quedado sin indios en Tisaleo “por haberse casado con mujer en quien se le cumplieron las dos vidas”: ¿A dónde habrán huido tantos indios? No creo que hayamos matado a todos.

El licenciado Lope de Atienza tiene que hacer la relación de Quero en 1538. Mira todavía intacto al  nevado Igualata o Yagual-latag.

Se despide en Pelileo de Juan Antonio de Rueda y sale por el filo de Andignatug a Quero. Los lobos de la etimología de Andignatug todavía viven en sus quebradas.

Pasa por el puente de Quero-chaca y oye que el río suena más torrentoso. Suena más de lo que se puede ver en lo profundo de esa garganta. Los indios que le acompañan dicen que el sonido sube de las chorreras de Junjún que quedan cerca.

Salen la cuesta. En el filo de la pampa les había estado esperando un licenciado González Flórez que era el doctrinero en esos términos.

Junto a él mucha suerte de indios así nativos como otros que llaman mitimas traídos del Cuzco por Huayna-capac.

Tan grande era el número de cuzqueños que dicen que con ellos formó aparte, el inca, el pueblo de Quero, para mejor controlar a los puruháes. Junto a estos estaban otros llamados Ipo -longos, o jóvenes Ipos, así como los de Illapu del filo del Titicaca.

Todos se fueron al pueblo viejo de Quero, recostado al pie del multicolor cerro de Llimpi que les daba las maderas y las tinturas para sus artesanías. Lope de Atienza mira el cerro Igualata. Pregunta de nuevo a los naturales, y algunos le contestan que se llama Yagual-latac, que significa que la “planta de yagual es brillante”. Es un volcán hermoso y de fácil acceso.

De su cumbre de nieve perpetua bajan los riachuelos como por entre siete dedos de una mano mitológica. Una de estas quebradas se llama hasta ahora Quebrada de Pillco o quebrada de los pájaros. Por ahí suben los primeros españoles. Llegan a una cumbre que se llama Cóndor-puñuna; es decir, cumbre donde duerme el cóndor.

Hay tanta suerte de estas gigantescas aves por aquí, que los castellanos las quieren domesticar para emplearlas en sus cacerías y conquistas. Hay tantas papas sembradas en las faldas del Yagual-latac que es un placer para la vista su contemplación.

En las noches de helada, las papas se esconden para sobrevivir cuando el Igualata sopla el polvo de las estrellas; polvo helado que siempre cae el filo del amanecer. Después del terremoto de 1797, el Igualata ha quedado con 4.330 m. (O)

Los 'dioses'  trajeron muerte  desde el Pacífico

Hernando Pizarro o bien Hernando Pizarro y de Vargas (Trujillo de Extremadura, España, 1504- 1580) fue un descubridor y conquistador español. Era uno de los hermanos de Francisco Pizarro con quien pasó al Perú y tomó parte de las primeras acciones de la conquista del Imperio incaico. También fue primo segundo de Hernán Cortés, conquistador del Imperio Azteca. Encabezó al bando pizarrista durante la primera guerra civil entre los conquistadores del Perú, enfrentando a los almagristas, a quienes derrotó en la batalla de las Salinas. Apresó a Diego de Almagro, a quien hizo estrangular en su celda, para luego decapitar su cadáver en la plaza principal del Cuzco. Ello le valió ser sometido a juicio en España, permaneciendo encarcelado durante 20 años en el Castillo de la Mota. Liberado, se instaló en su natal Trujillo, donde construyó el Palacio de la Conquista.

A Francisco Pizarro se le recuerda por haber logrado imponerse sobre el Imperio incaico con ayuda de diversos cacicazgos locales, conquistando el mencionado Estado imperial cuyo centro de gobierno se ubicaba en el actual Perú, además de establecer una dependencia española sobre él. Si bien tuvo el título de marqués, fue realmente “marqués sin marquesado”. Atahualpa supo que Pizarro se dirigía a su reino gracias a sus espías. Le habían dicho que los españoles eran dioses, dada su piel blanca, barbas, brillantes armaduras y sus grandes naves con las que arribaron desde el océano Pacífico. (I)

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