Ecuador, 20 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Nació en Trujillo en 1478 y murió en Lima, 1541

Francisco Pizarro y su prole de la que poco se sabe

Francisco Pizarro y su prole de la que poco se sabe
09 de abril de 2016 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, Historiador

La tucurpilla buscaba tierritas dulces picoteando más rapidito de lo que uno busca palabras nuevas en un libro. Creo que hasta comía tierritas sospechosas, del apuro de las interrogaciones de mis ojos que parpadean historias perdidas.

Yo quería leerle la velocidad de su apetito en sus ojitos redondos y en sus plumitas color de barro molido con soles moribundos del atardecer. Pero un aleteo de otros libros me hizo imaginar a las pizpitas que volaban por Trujillo en Extremadura,  allá por 1530.

Deben haber tenido los mismos ojos indagadores en una cabecilla que se movía con más velocidad que la propia sospecha. Una voz que salió de la armadura había dicho que la doncella era una pizpita, por su agilidad y belleza atrapadora.

Algún aleteo de la memoria me dice que hay que escribir sobre los amores que tuvo esa armadura entremezclada con costillas transparentes, entre  latas estropeadas. Una coracina y fierros que dejaban entrever algo de carnes resecas con pelambres que buscaban arremolinarse pudorosamente en el ombligo.

Quishpe Cushi, antes de que fuera bautizada como  Inés Huaillas o Inés Yupanqui, le había estado mirando aterrorizada  al extraño shugua langarote de un 1,75 centímetros de estatura, y de unos 60 años más o menos. Él había llegado a Cajamarca con otros maleantes,  guiado por el runa tallán desde los mares de Túmbez.

En algún momento de descuido, Quishpe Cushi se había sorprendido viendo que había tenido otra cara debajo del casco, de la cubrenuca y de la visera que era su primera cara de armadura. Descubrió que por dentro tenía mucha millma que los propios shuguas llamaban barba.

Una vez que le divisó sus  pupuchumbis, también se dio cuenta de  que ahí abajo había otra cara millmasapa como la que escondían los llamingos escupidores. Quishpe Cushi, de 18 años, una de las hijas de Huayna-cápac  en las mujeres de las panacas de la realeza, fue destinada por el prisionero Atahualpa para que averiguara cómo es un shugua cristiano sin ropa y sin armadura.

Te doy de maquicharina a Quishpi Cushi que es mi propia  hermana, para que te la lleves. Le dijo cierto día en que el Shugua langarote  fue a verlo en la prisión. Sacándose el yelmo hizo venir a su presencia a Felipilluelo y le pidió que le tradujera lo de maquicharina y otras palabras que nunca había oído. Es que ella es pani de Atahualpa, por eso te regala para halagarte, porque piensa que con la pani warmi vas a tener fiesta, y puedes dar libertad al soberano.

¿Por qué es pani y no turi como ella le dice al inca? Porque nosotros tenemos muchas clases de hermanos según que venimos de diferentes padres. Le contesta. Debes saber también que solo entre hermanas se dicen ñaña; y que solo entre hermanos nos decimos wauki.  ¿Cómo se llama el shugua? Aprovecha para preguntar al mitayo tallán, la aristocrática ñusta Huaillas y Yupanki, que había estado viéndole cómo el shugua la goloseaba con esos ojos atolondrados que pestañeaban continuas y reprimidas ansiedades.

Es nuestro amo Francisco Pizarro. Él me contó que hasta los 12 años se llamaba Francisco González, por el apellido de su mamá Francisca González Mateos, que fue sirvienta de una tía suya llamada Beatriz Pizarro. Su papá también ha sido soldado y le han sabido decir ‘El Largo’ Gonzalo Pizarro.

Contaba que después se cambió de apellido para que no le molestaran. Decía que había mamado leche de las puercas que le pusieron a cuidar en Extremadura, porque ya se habían percatado de su vocación de insigne analfabeto.

La ñusta dejó en tela de duda lo que parecía otro más de los embustes traducidos por el indio tallán, causante del derrumbamiento del imperio. Y poco tiempo después, ella se dio cuenta que los hombres de hojalata le habían sabido llamar Felipillo a este huambra que habían cogido los españoles en las costas.

Le habían enseñado algo de su lengua a cambio de que él les interpretara algo de la del inca, porque sabían que en las palabras se escondía el gran misterio del poder y del oro del imperio.

La Pizpita, que ahora es de Pizarro, ha sido bautizada por los curas como Inés, el nombre de la hermana más querida del shugua de la armadura. Ha dicho que es el nombre que más le gusta a quien ya va siendo el nuevo Emperador del Pirú. Gracias a tu hermano Atabalipa, en adelante pasas a ser mi concubina. Eso le dice buscando en su pancera el brillo de algún rápido cariño.

¿Tendrá otro casco para cocinarle la comida? Piensa ella, y adivina que algo de amor debe haber quedado entre las reatas de los quijotes que le protegen sus piernas de soldado. Cuando le miró quitarse las rodilleras de fierro, le mostró que tenía unas largas canillas de mirlo.

A medio quitarse la armadura era un auténtico mirlu-chaqui. Prefiero que tú me ames, porque tengo mucho miedo a las traiciones, le había dicho, sin desvestirse del todo de sus fierros. Cuando ella sintió que la abrazaba, le iba sintiendo todos los punzones, los frenos, las riendas, los bozales. Y hasta ese olor a caballo sudado que le brotaba de las pelambreras temblorosas de su cuerpo.

Ella fue la primera mujer en el Perú que le oyó relinchar de gozo, y le oyó jadear rememorando sus interminables batallas que acudían a su memoria. Después, hasta aprendió a torearle a la jineta.  

El día que nació su hija en 1534, en Jauja, mientras a su caballo le calzaban las primeras herraduras de oro, él le dijo que su hija le nació mujer, porque todo había sido al apuro. Ella, en cambio, pensaba que pudo haber sido alguna falla de alguna parte estéril de su armadura.

Entonces, se llamará Francisca, le pidió la ñusta. De inmediato él le respondió: No hay tiempo que perder, los emperadores necesitan herederos. Y arremetiendo sus bríos con empeño, a la vuelta de un año, le nació Gonzalo, en Lima, en 1535.  

Muchos naturales quieren conocer cómo es que han salido los hijos de las armaduras. ¿Saldrán como el acero de Toledo?  

Comentan en cambio  los adelantados que regresaban de las contiendas con los indios. Inés comprende que los llantos de sus hijos en quechua y castellano, pronto llenarán todo un Tahuantinsuyo.

Francisca Pizarro Yupanqui es la sisa más atractiva de los Andes. Llegan los amautas a leer en sus ojos su futuro y le revelan a su madre que su hija, caminando por los senderos de las ansias, será en el futuro la esposa de su tío Hernando Pizarro.

Siento que el padre sol se muere aquí en mis ojos. Pizarro va sembrado la muerte de mis dioses cortando las gargantas de mis hombres, mientras sus hijos no saben por qué mueren los cóndores del horizonte.

Francisco de la armadura está desangrando Cuzco por la llamada sublevación de Manco Inca.  Me ha dicho que yo soy su espía y que ya no tendrá más trato conmigo ni con  sus hijos que ahora son más míos.

Francisco Ampuero la consuela. Yo también tengo una armadura de Pizarro porque soy su fiel amigo. Ahora que soy el Regidor de Lima en 1538, te casarás conmigo y dejarás de ser su concubina.

Ya verás cómo me llenarás de alegría dándome más  hijos. Después de lo civil, iremos a casarnos en la iglesia espléndida. Pediremos a Dios que nadie te sospeche de hechicera ni diga que tienes encantos otorgados por las brujas.

Es una tarde opaca cuando Inés sale a buscar en Lima, pajarillos. Ella ha dejado de ser la pizpita de Pizarro. Acaricia a sus nuevos hijos: Martín Alonso (1538), María Ana Isabel Josefa (1540), y Francisco de Ampuero Huaylas Yupanqui (1541).

Su nuevo marido la cree bruja y hechicera. ¿Qué será de la suerte de más de 20 medio hermanos perseguidos por sus desposadores? La tucurpilla que come tierritas al apuro levanta el vuelo, mientras yo he contado esta memoria. (O)

Un español que buscó la fortuna con expediciones

Francisco Pizarro González logró un lugar en la historia al imponerse sobre el Imperio incaico con ayuda de diversos cacicazgos locales, conquistando el mencionado Estado imperial, cuyo centro de gobierno se ubicaba en el actual Perú, además de establecer una dependencia española sobre él. Llegó a América en la expedición de Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española, en 1502.

De sus primeros años en América se sabe muy poco. Hombre de fuerte carácter y poco dispuesto a la actividad sedentaria, participó en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central y Colombia (1510) y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que culminó en el descubrimiento del Mar del Sur (océano Pacífico), en 1513.

Pizarro no fue ni el primero ni el único que intentó la conquista del Perú. Dos años antes, en 1522, Pascual de Andagoya intentó la aventura que terminó en un estrepitoso fracaso. Sin embargo, las noticias de la existencia de Birú y de sus enormes riquezas en oro y plata, influyeron en el ánimo de los asociados. (I)

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media