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Los comuneros descartaron la posibilidad de dejar el pueblo

En Bilbao, 70 familias sobreviven a la ceniza

En La Pirámide, las lluvias hundieron la plataforma vial en unos 40 metros. La gente pide un puente.
En La Pirámide, las lluvias hundieron la plataforma vial en unos 40 metros. La gente pide un puente.
Foto: Elizabeth Maggi / para El Telégrafo
11 de marzo de 2016 - 00:00 - Redacción Regional Centro

Los habitantes de la parroquia Bilbao, en Chimborazo, sufren continuamente con las reactivaciones del volcán Tungurahua. Pierden sus cultivos y se les dificulta trasladarse por el mal estado de las vías.

La comuna está a 20 minutos de Penipe y allí viven 70 familias. Llegar a este pueblo es posible por la  antigua carretera Penipe-Los Pájaros-Baños. Esta ruta está restringida debido a un hundimiento.

Por eso, el panorama es desolador: montañas sin vegetación y una calzada llena de polvo volcánico que se levanta continuamente con el paso de los automotores. En varios lugares de su trayecto hay quebradas por las que descienden los lahares, por las súbitas reactivaciones del coloso.

El tránsito vehicular es escaso. Los conductores no usan este camino por los peligros que implican los deslaves por flujos piroclásticos y lluvias. El pueblo literalmente está cubierto por el polvo volcánico, acumulado en los techos, las ventanas y plantaciones de frutas.

De los árboles frondosos y llenos de manzanas, que solían caracterizar a esta parroquia, solo quedan pequeños huertos, aunque la fruta conserva el dulce sabor por los cuidados de sus propietarios.

En ese escenario se desarrolla la vida de los habitantes, tras la reactivación del volcán el viernes 26 de febrero. Los ‘bramidos’ y explosiones hacen vibrar las ventanas de las casas. Rosa Chávez, quien se esfuerza por acostumbrarse a esta realidad, limpia la ceniza de su rostro con un pañuelo rojo que anuda al cuello. “Dejé este pueblo con las primeras explosiones, pero no hallé trabajo y regresé. La bulla de las ciudades no era para mí. Es verdad que nos ayudaron con viviendas en lugares seguros, pero nuestras tierras están aquí. No sabemos otra cosa que sembrar y cosechar, por eso muchos volvimos, aunque la ceniza destruya nuestros sembríos”.

Otro vía crucis es el servicio de transporte. Deben esperar por horas por un bus o avanzar a pie. Esto les complica la venta de sus productos y de la leche en los mercados.
“Nos toma 3 horas llegar a la parroquia El Altar para de ahí coger un carro a Penipe. Los carros no quieren llegar a Bilbao por su vía en mal estado”, aseguró Laura Rosero.

Esta situación se complicó más por el lado de Tungurahua: hace 2 semanas las fuertes lluvias hundieron un tramo de la vía en el sector de La Pirámide. (I)

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