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En 1778 ocurrió una donación permutatoria de la laguna de Colta en Chimborazo

En 1778 ocurrió una donación permutatoria de la laguna de Colta en Chimborazo
25 de junio de 2016 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, Historiador

A mi entender la denominación laguna de Colta tiene una hibridación puruhá-quichua. Se cree que culta  se refiere al ave emblemática que habita sus aguas heladas. Es un patillo gris con pecho blanco que anida entre las totoras ribereñas.

En kichwa, la palabra cucha, que castellanizadamente pronunciamos “cocha”, significa “laguna o reservorio de agua”. Allí, a la orilla de la Laguna de los Patos está la primera iglesia cristiana levantada por la conquista. Es conocida como ‘iglesia de la Balvanera’.

Esta laguna se ubica paradójicamente en medio de colinas áridas. Se sabe que tiene estimativamente unos 2 km y medio de longitud por 1 km y 100 m más de ancho, en su punto más amplio.

Hasta hoy, muchos indígenas que se sienten puruguayes, habitan sus entornos. Son los señores étnicos de Sicalpa. Ahora nos vamos a ocupar de una historia guardada en el Archivo Histórico de la Casa de la Cultura de Chimborazo.

Se trata de una “Donación el uno al otro el Dr. Dn. Miguel Vallejo y el Dr. Dn. Joseph Vallejo Montemayor”. Como consta en el epígrafe del documento: “En la villa del glorioso apóstol San Pedro de Riobamba el 12 de febrero de 1778”.

De entrada, esto quiere decir que la codicia por las tierras de sus entornos, tuvo como protagonistas a un “canónigo que fue de la Santa Iglesia Cathedral de Quito; el Dr. Dn. Miguel Vallexo Peñafiel”. También a un abogado de la Real Audiencia de Quito que fue “el Dr. Dn. Joseph Vallexo Montemayor”.

Lastimosamente, y por la estrategia de los protagonistas, no se ponen linderaciones para ubicarnos exactamente en la delimitación del predio. Pero muchos predios de la época eran generalmente inmensos.

“El dicho Dr. Dn Joseph que se halla convenido de uniforme voluntad con el expresado Dr. Dn. Miguel Vallexo. Devolverle  al suso dicho la Hacienda de Colta con todas sus mejoras que la tiene donada el dicho Dr. Dn Miguel al relatado Dr. Dn Joseph por escriptura pública otorgada ante Don Miguel Rosales escribano que fue de esta villa.

Y así mismo el hato de Pansa que le tiene legado en el poder,  testamento por mirar el adelantamiento de dicho Dr. Dn. Joseph, quien cede  sus derechos acciones  y servidumbres   en modo que más  convenga.

Y el referido Dr. Dn Miguel Vallejo le compensa esta devolución  de dichas fincas  con hacerle donación permutatoria. Dándole el valor  de la Hacienda de Colta y Hato de Pansa con sus montes.

En paños azules buenos  de su obraxe de Lito (Licto)  a dos pesos vara , según la tasación jurídica  que se hiciere reconociendo  en la Hacienda de Colta los 3.500 pesos  de censo principal y sus gravámenes según constan por las escripturas”. Como se habrán dado cuenta, los protagonistas de esta historia tienen el mismo apellido Vallejo.

Es un convenio familiar. Es posible más bien que haya sido su propio hijo, porque le ha dado el mismo apellido y lo educó para que llegue a ocupar el alto cargo de Abogado de la Real Audiencia en Quito. Datos que se nos muestran contundentes. “y el dicho Dr. Dn Joseph aceptó esta escriptura a su favor, dándole las debidas gracias como a su benefactor, y Padre Adoptivo, quien le hace las mercedes más extensas”.

Dentro de esta historia están dos datos inmersos y curiosos. Si don Miguel le devuelve las fincas que son la Hacienda de Colta y Hato de Pansa, este cura era el dueño “de su obraje de Licto”.

El ahijado estaba más interesado en negocios de paños, que para la época se hacían con la Ciudad de los Reyes en el Perú. El cura era el fabricante de “paños azules”.

Ahora pondré una hipótesis falsa, pero surgida de la conducta de la época. ¿Han visto qué colores usan las indígenas en los paños con que hacen sus anacos y traje general? Es el color azul que pasó a ser el identitario de su vestimenta ‘típica’.

Algunos cronistas como Pedro Cieza de León hablan de la borla que identificaba a los quitus. Se cree que fueron los conquistadores incas los que propiciaron identidades externas para ubicarlos por la ropa.

Pero lo que sí pasó en la Colonia, con los obrajeros españoles es que tenían que vender o darles los paños para vestimenta de las llamadas ‘parcialidades’, a cambio del trabajo en las ‘reducciones’.

Fueron negocios de los encomenderos españoles el vestir a las comunidades con los productos de sus telares y con técnicas de fabricación de sombreros. A muchos les vendieron tela e ideología, como ocurre hasta ahora con salasacas y saraguros que dicen que usan poncho negro “porque simboliza el luto indígena por la muerte de Atahualpa”.

Los salasacas ancestrales (los no alienados) saben que su luto era cortarse sus melenas. El negro fue un color para un luto importado.

Muchos saben lo que comenta Eduardo Galeano con las bombachas sobrantes hechas por los ingleses para ejércitos europeos. Cuando no pudieron vender en Europa, trajeron para los gauchos hasta que dijeron que era el traje típico del norte argentino. Lo mismo pasó con los sombreros bolivianos. (O)

Los mitos sobre esta zona natural de Chimborazo

La idea más difundida, aún entre indígenas, sobre el mito de la formación de la laguna de Colta, nada tiene que ver con tradiciones puruháes ni con el imaginario indígena. Muchos hablan de una paila de cuatro orejas, de bronce, que se volvió inamovible cuando llenándose de lluvia, desbordó hasta que se formó la laguna. Esta es una cursi idea colonial. La paila dicen que fue arrastrada por comerciantes cuencanos, o por novios indígenas que fueron sorprendidos por la lluvia. Más coherencia tiene el saber que las cabalgaduras de los primeros conquistadores en 1534 dieron de beber a sus caballos de las aguas transparentes. Teniendo el agua cerca, tenían que pensar en la iglesia y en un poblado. De allí que los extremeños la dedicaron a la Virgen de la Balvanera. La idea de poner como protectora a esta ‘Virgen de la Rioja’ guarda un supuesto arrepentimiento de un famoso ladrón llamado Nuño Oñez, del siglo XII,  que oyendo los rezos de su víctima encomendándose a la Virgen, decidió cambiar su vida. De algún modo era una Virgen de los ladrones (arrepentidos). ¿Acaso no lo fueron los conquistadores que llegaron a Colta listos para sus fechorías? (O)

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