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El testamento de Marcos Valencia de 1778 da una idea de la gente de Riobamba y Tacunga

El testamento de Marcos Valencia de 1778 da una idea de la gente de Riobamba y Tacunga
18 de junio de 2016 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, historiador/cronista oficial de Ambato

Qué tal si me acompañan a encontrarme con gente de 1778 que vamos a ubicar según un testamento hecho por don Marcos Valencia, quien dice ser comerciante, “natural de Tacunga”. Fue “hijo legítimo de Bentura Valencia y María Proaño vecinos que fueron también del referido asiento”.   

Sobre etimología de Latacunga

Se preguntarán algunos, ¿por qué los escribanos unas veces hacen constar /Tacunga/, otras veces /Llacta-cunga/, y por qué hemos desembocado en Latacunga?
¿Será que esta última manera de haber fijado el topónimo proviene de /latac-cunga? Debo comentarles que este bendito escribano, no parece ser de los mejores que pudieron haber llegado a Riobamba.

Porque realmente escribe inconsistentemente como uno de nuestros bachilleres de medio pelo: se llama  Manuel Suárez de Velasco, y más parece que acarrea una forma dialectal de los vascos (por sus apellidos) que en la propia Península patojean con el castellano.

En todo caso, a mí me atrae más la etimología en la forma /latac (brillante en lengua prequichua quito-pantsalea)/, y /cunga (cuello, en quichua)/ debido a la hibridación ocurrida con el proceso histórico que conocemos. Esto, por la metáfora que alude al volcán Cotopaxi que es otro híbrido entre /coto/ que en quichua es protuberancia del cuello (bocio) o nuez de Adán; y /paxi/ que en lengua quitu-pantsalea es montaña grande.

Total, los escribanos coloniales nos dejaron en el país de las hipótesis para que los lingüistas nos quebremos la cabeza reflexionando acertijos. Aunque a decir verdad,  esto nos ha valido para perder las raíces mismas de la identidad.

Cualquier aventurero de la lingüística ha ofrecido alucinantes explicaciones estructurando hasta nuevos vocablos. Ahí está aquello de llacta-cunani que ya es otra cosa dentro de la gramática quichua.

Ni siquiera podemos decir que es /tierra amada/; si /llacta/ se traduce por tierra o patria chica o grande; cunani es primera persona del verbo amar. Si está en quichua, resulta un montaje extraño, porque esta patria era amada por gente que no hablaba quichua.

¿Podría ser dicha por los invasores cuzqueños? ¿Fue acuñado el sintagma en la quichuización temprana manejada por el cristianismo? Este preámbulo solo trata de advertir a los lectores que no se puede, sino dudar, cuando se trata de etimologías vernáculas.

Mucho más enriquecedor resultaría tener explicaciones de lingüistas de las propias etnias indígenas para que pongan luces desde lo profundo de sus herencias culturales, desterrando los mitos y los fundamentalismos en los que también han incurrido. Don Marcos, según relata su testamento, fue casado 2 veces. Su primera mujer es de Latacunga: “Declaro que de primer matrimonio fui casado y velado según orden de nuestra Santa Madre Iglesia, con María de León.

Durante este matrimonio hubimos por nuestros hijos legítimos a Vicente y Mariano Valencia y León, éste que murió en edad puberta y aquel que vive y se halla ausente en el pueblo de Lambayeque jurisdicción de la ciudad de Piura a quien lo declaro por tal mi hijo legítimo”.

“Declaro que en este segundo matrimonio fui casado y velado con Doña Manuela Gordillo y no hemos tenido hijo alguno”.

Este segundo matrimonio lo contrae con una mujer de Riobamba, en donde se lee en el testamento que tiene una actividad comercial que lo relaciona con importantes personas. Los nuevos suegros de don Marcos son don Nicolás Gordillo y doña Nicolasa Padilla.

En cuanto a la economía, los suegros del segundo matrimonio “le dieron por vía dotal un solar y casa en el barrio de Misquillí, que al presente existe y solamente han puesto una corta mejoría de un cuartito muy pequeño cubierto de teja y una cocina cubierta de paja”.

No se sabe en dónde queda este ‘Misquillí’, a no ser que se trate de los entornos de Tisaleo en Tungurahua. Otra cosa que me parece anecdótica son sus recuerdos, pues ya casi estando para firmar el testamento dice: “En este estado declaró que la dicha mi mujer Da. Manuela, cuando contrajo el dicho matrimonio, trajo por vía dotal cuatro botijas grandes de aguardiente de castilla y 25 pesos en plata sellada, declárolo para que conste…”.

No deja de ser alucinante poner en imaginación de todos que el olor a aguardiente sirvió de carnada para conseguir marido trabajador.

El testamento menciona a Antonia Ortiz y Elena Benavides como coherederas de predios, seguramente en Tacunga: “Declaro que durante mi primer matrimonio con María de León por el derecho de mi hijo cogí la tercia parte del solar y después compré las dos partes a Antonia Ortiz y Elena Benavides, hermanas de mi difunta mujer”.

¿Cómo es esto de que su difunta mujer María de León tiene hermanas de diferentes apellidos? El secreto se lo llevó a la tumba don Josef Mexía, que fue escribano de dicha villa de Tacunga. (O)

Riobamba, una tierra para hacer buenos negocios

Ahora ubiquémonos en Riobamba donde están los familiares Valencia: “Durante el segundo matrimonio compré con mi mujer una cuadra en conogpoguio (vertiente de agua caliente, en quichua) a don Ignacio Valencia”. Veamos también lo que relata sobre don Eugenio Valencia: “… dos frasqueras con frascos holandeses; como también seis láminas con sus marcos y diferentes advocaciones, más una petaca con su tapa y cadena de fierro  que también se la presté”… “Declaro que tengo una cuenta ilíquida con don Eugenio Valencia en la que entra 22 pesos que quedó a pagar por Juan Marín, vecino del pueblo de Licto y de no los pagará don Antonio Valencia su hermano”. Resulta interesante este rastreo para darnos cuenta de que gente de las llamadas encartaciones de Vizcaya, o sea vascos, están cumpliendo roles administrativos y religiosos por la actual provincia de Chimborazo. Esto nos dicen los apellidos Iturregui, Aguirre, Lizarzaburu, vinculados a esta geografía. Dentro del testamento leemos: “Iten declaro que le entregué  a don Josef Iturregui, Teniente de Alausí, dos vales de don Ignacio Bermeo, vecino de Alausí, que me debía la cantidad de 600 pesos poco más o menos”… (O) 

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